Que vuelva el tren: un reclamo para sobrevivir en el sudoeste bonaerense

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Que vuelva el tren: un reclamo para sobrevivir en el sudoeste bonaerense

18 Abril 2017

Por Diego Kenis

Por orden del gobierno de María Eugenia Vidal, la policía filmó y abrió tres decenas de causas judiciales contra otros tantos vecinos de distintas edades que el domingo por la noche cortaban la vía ferroviaria en la localidad bonaerense de Saavedra, impidiendo el paso del tren por tres cuartos de hora.

La protesta se registró por tercera vez consecutiva al paso del convoy dominical, que une Bahía Blanca con la porteña Plaza Constitución. Los vecinos reclaman que se reanuden los dos servicios semanales de pasajeros que la gobernadora quitó y, fundamentalmente, que el único que dejó se detenga para recoger a los saavedrenses que no tienen otro lazo de contacto con el mundo. Las ruedas de hierro no sólo llevan a sus habitantes a Bahía Blanca, virtual capital regional, la cabecera distrital Pigüé o la Capital Federal, sino que además son el nexo que los pequeños terruños de la zona tienen entre sí.

La problemática es compartida por varios pueblos y ciudades de la región, con la grosera eliminación de servicios y paradas. De los dos trazados que permanecían activos para formaciones de pasajeros, la llamada “vía Pringles” fue tachada de los mapas oficiales. La “vía Lamadrid”, que pasa por Saavedra, perdió dos servicios y el único superviviente -que pasó a la órbita nacional- sólo mantiene algunas de las paradas, en las localidades más populosas. Como buena parte de ellas encuentran el empalme con rutas al menos a seis kilómetros de distancia, la ausencia del tren literalmente las aísla del mundo.

Es por ello que varias de las poblaciones se organizaron en una coordinadora regional, Que vuelva el tren. Desde que se conoció la decisión de Vidal se reunieron en asambleas que rotaban de sede, compartían pesares y planificaban respuestas. La más contundente llegó en Saavedra, donde la asamblea local decidió que “si no para, lo paramos”. La consigna llegó después de las promesas gubernamentales tras interminables reuniones y gestiones.

Como se preveía, todo compromiso fue incumplido y la única respuesta oficial llegó por un concejal macrista, Luis Sevenié, que pidió más paciencia. Es el mismo edil que el día de las últimas elecciones llamó “negra de mierda” a una fiscal del Frente para la Victoria.

El domingo 2 de abril, un centenar de vecinos cortó la vía e impidió por quince minutos el paso del tren. La escena, que atestiguó AGENCIA PACO URONDO, parecía extraída de I compagni o Corazón de fuego. Con diferencias notables: no fue la guerra de piqueteros pobres contra pasajeros pobres que mostraba la entrañable película italiana con Marcello Mastroianni, y los manifestantes no defendían sólo una reliquia del pasado, como en el film argentino, sino además una herramienta de imperiosa vitalidad presente.

El número de vecinos asistentes lo confirmó. Además, reverdeció la historia general que se nutre de miles de biografías individuales a las que a su vez alimenta. Saavedra no es Comala, pero sí todos –o casi todos- son hijos o nietos de ferroviarios. Los más viejos, que atestiguaron los años felices, también estuvieron cortando la vía, con sus ochenta o noventa años a cuestas y el cartel de La Fraternidad bien alto.

La memoria corre por las venas y va más allá de las disputas de la posverdad. Saavedra fue un nodo ferroviario importante en una región generosa en cereales, y su simple historia serviría para ilustrar la del país. Que en este 2017 más de un centenar de sus dos mil habitantes hayan participado de los cortes de vía habla de una proporción notable, que no se observó en 1991 y debe buscar sus antecedentes en la Resistencia de hace seis décadas.

Se explica por la dimensión del despojo: Vidal quitó el tren de pasajeros con que Saavedra contó desde su nacimiento. Su edificación más antigua, un galpón lindero a la estación, se mantienen firme desde 1884. Cuatro años antes de la fundación del pueblo. La gobernadora ha sido tan fiel a su consigna de cambiar futuro por pasado que hizo retroceder a Saavedra al siglo XIX.

En la noche del domingo 16 ocurrió la tercera cita en las vías. Fue Pascua y cierre de un fin de semana largo, por lo que la asistencia decayó a unas sesenta personas. La policía, con nuevas órdenes de su superioridad política, advirtió que abriría causas penales a quienes cortaran el paso del tren. Unos treinta vecinos cedieron a la intimidación. Los efectivos filmaron a quienes sí se posicionaron en la vía. A la mañana siguiente, la bandera “Si no para, lo paramos”, que había permanecido por semanas a salvo en la estación, apareció cortada.

De esa forma se cumplió el perverso plan del Hada Buena para la fragmentación social, mediante instrumentos de acción psicológica que buscan despertar el miedo y sembrar el encono. En un pueblo pequeño, la escena que describió Horacio Verbitsky sobre el policía capitalino que tenía a su hija maestra y huelguista no es la excepción sino la regla: policías y manifestantes se encuentran todo el tiempo en el club y el supermercado, son amigos de la infancia y tienen una memoria común en aulas y canchitas.

No son los palos y balas que serían escandalosos en una comunidad de esas dimensiones, pero el tamaño de la perversidad política de las altas esferas provinciales se muestra alarmante cuando empuja a unos vecinos a ceder al miedo y abandonar a sus pares, mientras obliga a los jóvenes policías a filmar como delincuentes a la maestra que les enseñó a escribir o el octogenario obrero ferroviario con que aprendieron a patear una pelota a los cinco o fumar un cigarro a los dieciséis.  “Quiero que sepan que la policía local no está en contra del pueblo, ni mucho menos. Nosotros apoyamos su manifestación y su reclamo, pero como jefe de la Comisaría no puedo permitir bajo ningún punto de vista que entorpezcan la vía del tren porque es un delito penal, no puedo hacerlo”, se disculpó el oficial principal Martín Uthurralt, que advirtió que se iniciarían causas penales pero anticipó que “no vamos a sacar a nadie de los pelos, ni vamos andar con palos”. Rumores que circulan en el distrito indican que el ministro de Transporte Guillermo Dietrich, con intereses creados en el área como vendedor de automóviles, insiste para que se envíe a escuadrones de infantería que descarguen sobre la tranquila localidad la represión que los policías autóctonos se niegan a ejecutar.

Hace apenas dos años, todo el pueblo se dio cita en la estación, que un febrero supo visitar el candidato a presidente Juan Domingo Perón. Aquel septiembre casi primaveral de 2015 el espíritu era bien distinto: se esperaba el paso de la flamante formación de los Nuevos Trenes Argentinos, que reemplazarían paulatinamente las viejas formaciones para un mejor servicio. Jubilados y cesanteados ferroviarios, hijos que vivieron la debacle, nietos que debieron irse y volvieron para festejar el recupero, algunos ya con retoños a upa. En los corazones de tres o cuatro generaciones bailaba una ilusión: recuperar el tren del Pasado para que nos lleve al Futuro. Hubo mates, café, torta, música. Sobre todo, muchos rostros emocionados, felices, esperanzados. Hoy, que están ensombrecidos, Guillermo Dietrich los despoja y María Eugenia Vidal manda filmarlos y fotografiarlos. Para denunciarlos como a delincuentes, o incluirlos en su agrio álbum de trofeos.

 

(Agradecimientos por informes y fotos a Valeria Moglie y Raúl Magariños)