Toda educación es política: Daniel Ferro, un docente en la villa 21/24
Por Mariano Nieva
Daniel Ferro es docente y desde 2014 es, además, director de la escuela N° 10 de la villa 21/24 de Barracas, en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. En este reportaje concedido a AGENCIA PACO URONDO se refirió, entre otras cosas, a su decisión de ser maestro en sectores populares, el rol que están teniendo las escuelas en medio de la pandemia de Covid-19 y de cómo la educación es un hecho político.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Por qué maestro?
Daniel Ferro: La respuesta la tendría que ir a buscar 30 años atrás. Pero al mismo tiempo es una pregunta que me la respondo cotidianamente. Después, pensando más en profundidad, tiene que ver con la idea de lo social. Siempre me pareció que ser maestro es una profesión, un trabajo, un oficio y una tarea. Pero a mí me gusta más hablar de ser un artesano de la educación. Creo que también en lo que elegí ser hay una cuestión vinculada a cierta experiencia parroquial y religiosa que tuve y con el Jesús en el que creo. El mismo del Obispo Enrique Angelelli, el padre Carlos Mugica y Monseñor Oscar Romero. Ese Cristo que es un compañero, un hermano y un maestro que nos invitó a estar en medio del pueblo. Entonces, me parece que la docencia también tiene que ver con eso. Al comienzo había pensado en ser profe de educación física pero en aquella época, año1983, eran muchos los requisitos para ingresar y bastante exigente el exámen de ingreso y eso me desalentó.
APU: ¿Cuándo y cómo llega por primera vez a estar al frente de un aula?
DF: Empecé a ejercer como maestro en mayo de 1990, hace poco más de 30 años. Venía de trabajar como empleado en el banco de Italia. Con el correr del tiempo la entidad bancaria fue cambiando de gerentes y de nombre, y en el medio de esos cambios fueron despidiendo a todo el personal, incluyéndome. Dos años más tarde, en una escuela del barrio porteño de Boedo tuve una directora que se llama Estela Tegui que me marcó muchísimo. En la institución teníamos un cuaderno de actuación donde íbamos registrando todo lo que hacíamos en el aula. Allí, una vez ella me escribió una devolución que fue la que terminó de confirmar, por si hacía falta, esta decisión de enseñar. Por eso Estela es una educadora que sigue siendo una referencia para mí y que en aquel tiempo ya me hablaba de Escuelas Orilleras.
APU: ¿Y a la Villa 21/24 de Barracas?
DF: En 2011 a la Escuela N° 11 que está ubicada en la intersección de las calles Lafayette y Osvaldo Cruz. Allí luego de estar tres años como secretario, estuve a cargo de grados durante 20 años exactamente. En 2010 había hecho el curso de ascenso después de acumular determinado puntaje y de rendir el correspondiente exámen para empezar a trabajar en cargos directivos. Esta decisión tuvo que ver también porque había comenzado a sentir cierta incomodidad para con mis compañeros/as porque al estar tanto tiempo en la escuela me fui convirtiendo de manera natural en un referente del espacio. Incluso más que los propios directores, los cuales cambiaban muy frecuentemente. Por eso, me pareció que era el momento aunque nunca corrí, ni me desesperé por un cargo directivo. Pero dada esa circunstancia me lancé a hacer los cursos. Por otra parte, optar por la Escuela N° 11 era querer trabajar con los/as empobrecidos/as y con los/as más humildes. Además, este es un colegio que como les pasa a muchos/as que están en estos lugares no los quiere nadie. A tal punto es así que recuerdo que éramos como ciento y pico de docentes esperando para tomar cargos en el sorteo y cuando elijo la 11 todos/as mis compañeros/as me aplaudían (risas). En aquellos años la Escuela N° 11 de 30 grados tenía 17 sin docentes lo que mostraba una inestabilidad terrible. En una institución además que había tenido como Director a un maestro como Ernesto García que aunque ya se jubiló, aprecio y sigo aprendiendo mucho.
APU: ¿Cómo fue el paso de maestro a director?
DF: Como sabía que en la Escuela N° 10 estaba vacante el cargo de director hice nuevamente el curso de ascenso que vencen a los tres años y lo aprobé. La directora que estaba en ese momento como interina estaba concursando y me llamó para preguntarme si me interesaba el puesto. Le dije que sí y por una cuestión de puntaje y de calificaciones quedé muy bien posicionado. En el 2014 ingresé a la N° 10 y ya hace seis años que estoy al frente de la dirección.
APU: ¿Qué nos puede contar sobre la realidad de las escuelas públicas en esos contextos de vulnerabilidad social?
DF: Por ejemplo, que la falta de escuelas en las villas es un reclamo que venimos haciendo desde hace tiempo. Pedimos que se construyan más porque son insuficientes. Después de luchar mucho se hizo la N° 5 que queda en la esquina de las calles Santo Domingo y Pepirí. Y aun así, siguen siendo insuficientes porque la población de la villa 21/24 de Barracas se sostiene y sigue creciendo. Es una ciudad dentro de otra aunque muchas veces no sea considerada como un barrio. Te digo más, el colegio conocido como La Banderita que está ubicado en la villa 31 de Retiro pasó por el calvario de estar funcionado un año en un container en condiciones lamentables a terminar siendo un edificio monstruoso que tampoco sirve para la realidad compleja que viven nuestros/as pibes/as. Lo que en verdad se necesitan son instituciones educativas más pequeñas que sean contenedoras y en donde los/as chicos/as se conozcan entre sí. Los/as maestros/as sabemos que detrás de cada niño/a hay toda una historia que implica una conflictiva y una problemática que intentamos resolver de alguna manera laburando en red con otras organizaciones.
APU: La falta de vacantes también es otro problema a resolver.
DF: Exactamente. Todos los años hay aproximadamente 250 chicos/as que sufren la falta de vacantes, una problemática que viene del 2008. Y esto no se pudo resolver tampoco con la inscripción on line. Pero claramente es una dificultad en estos barrios populares. Otra cosa que sucede es que muchas veces se establece una suerte de criterio numérico donde según el aula entran determinada cantidad de alumnos/as. Y los/as docentes creemos que no funciona así. Pensamos que no se pueden poner juntos 25 niños/as con características muchas veces conflictivas simplemente porque en estos lugares empobrecidos y vulnerados estas situaciones lamentablemente son habituales .Y que a pesar de nuestro esfuerzo, las políticas de infancia en nuestra ciudad y la presencia del estado para con nuestras comunidades son inexistentes.
Educar en tiempos de pandemia
APU: ¿Cuál es el rol que está llevando a cabo la escuela de los sectores populares en este contexto de la pandemia de coronavirus?
DF: El rol de la escuela durante la pandemia tiene que ver no solo con sostener, sino también en reconfigurar y fortalecer un vínculo preexistente entre maestros/as y alumnos/as más que pedagógico diría afectivo. Nosotros/as nos reconocemos como parte de un espacio contenedor que intenta alojar a los/as pibes/as. Esta situación del coronavirus nos preocupa y alerta con estar lo más cerca que se pueda de la comunidad que es parte de nuestra institución. Por eso, cuando sabemos que tenemos algún integrante de la familia de los/as chicos/as contagiado del virus estamos para lo que necesiten. Desde llevarles cada 15 días un bolsón de alimentos o alcohol en gel a la casa si están aislados. El rol es estar acompañando de manera presente. También en la misma escuela damos comida intentando que la gente no se agolpe poniendo más docentes para hacer más ágil la entrega de mercadería. Hemos dado también repelentes, barbijos y kits de limpieza que gestionamos ante el Ministerio de Desarrollo Humano de la Ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, logramos repartir un litro de lavandina para cada grupo familiar que conseguimos a través del club Comunicaciones, la Corriente Villera y con aportes nuestros. Además, por intermedio de grupos de wasap estamos en contacto directo con los/as pibes/as mandándoles actividades, videos, saludos para sus cumples y juegos en conjunto con los/as maestros/as. Por eso me gusta hablar no tanto de calidad educativa sino de calidez educativa. Nosotros/as intentamos ir en esa línea que incluye una mirada más subjetiva, ética e integral de los/as niños/as y sus familias.
APU: En medio de esta difícil realidad que atraviesa la educación en particular en las barriadas populares. ¿Imagina de algún modo el retorno a clases?
DF: Creo que mucho no tenemos que hablar del regreso a las aulas, porque si bien entiendo la preocupación es un tema que está un poco lejos todavía como posibilidad. Es más, hace unos días en una nota concedida al diario Página/12 el Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, decía que no habíamos pasado todavía lo peor de la pandemia. Lo cual da una pauta que esto va a llevar un tiempo más largo de lo que creemos. Por eso es que no podemos pensar la vuelta a clases. Además porque no terminamos de comprender que significa eso de la alternancia de la que se viene hablando tanto. Porque en el caso nuestro que tenemos pibes/as que son hermanos/as ¿cómo les decimos a los padres y a las madres que tienen un/a hijo/a en primer grado y otro/a en tercero que se tiene que llevar a uno/a de los/as dos porque no pueden estar juntos en el mismo horario? ¿Cómo hacen esos /as padres y madres que quizás tiene que salir a trabajar y no tienen con quien dejar a sus criaturas? Por esto es que creo que el Ministro de Educación debe acercarse a dialogar con los/as maestros/as y directivos/as de cada escuela para poder pensar conjuntamente posibilidades de solución, pero esto no sucede. Es más, hasta hay cierto destrato y una notable falta de escucha para intentar conocer la particularidad de cada colegio primario que son unos 400 en todo el territorio municipal. Como ninguna es igual a otra habrá que establecer algún tipo de protocolo general para después si adaptarlo a cada realidad. Por eso es tan difícil pensar en un regreso cuidado. Por otro lado, durante estos meses se presentaron muchos proyectos en la Legislatura Porteña y han salido también fallos judiciales en favor de la educación pública y primaria. Se aprobaron 12 para ser más precisos pero todos fueron apelados por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. A su vez hay cajoneados por el oficialismo más de 100 proyectos vinculados al sistema educativo.
APU: ¿Qué tipo de ayuda recibieron de parte del estado municipal?
DF: Del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires recibimos como protección unas mamparas a las que la verdad no les encontramos sentido. No las usamos porque son una especie de cubículos que aíslan y que ponen una distancia entre nosotros/as y nuestros/as alumnos/as similar a la que el gobierno porteño pone con su pueblo. Claro que con el plantel docente tomamos recaudos porque no ignoramos que estamos en una zona de mucha circulación del virus pero de todos modos nos parece que no es necesario tampoco poner esa distancia con las mamparas. También nos mandaron apenas una botellita de sanitizador mitad agua, mitad alcohol, algunos guantes, barbijos y unas máscaras faciales que no alcanzan para todo el personal.
APU: ¿Piensa que los docentes se auto perciben como trabajadores/as de la educación?
DF: La cuestión de esa concepción como trabajadores/as fue la que en 1973 de alguna manera se discutió en la creación de Ctera (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina). Si nos percibimos como trabajadores/as o como profesionales. De todos modos, sigo creyendo que esa tensión sigue subyacente en las escuelas. Si bien me parece que se va imponiendo con el correr del tiempo la definición de trabajador/a de la educación. Por otra parte, creo que a muchos/as maestros/as les falta dar un paso más que autodefinirse. Y es el poder entender y descubrir las dimensiones que tenemos como trabajadores. Debemos ir más allá de lo que enunciamos, sustentarlo luego con la acción y la práctica para terminar de construir una identidad de laburantes.
APU: Y en ese sentido ¿Cómo se reconoce usted?
DF: Me gusta verme como un artesano que ve a la docencia como un oficio. Pero cuidado que esto no quiere decir que también no se haga profesionalmente. Porque estoy convencido que pertenecemos a una clase trabajadora con una especificidad que amerita el estudio, la lectura y la ampliación de nuestra cultura. Aunque debo decir que muchos/as colegas que veces se consideran profesionales y no trabajadores no profesionalizan su trabajo, no investigan, no estudian, ni se actualizan. Porque si bien hay post títulos y cursos, estos no terminan de formarnos definitivamente.
Toda educación es política
APU: ¿Qué piensa del concepto de que la política no debe entrar en la escuela?
DF: Por mi formación y por mis antecedentes siento que la escuela es parte de la política y viceversa. De hecho soy bastante criticado porque tengo un discurso claramente político aunque no partidario. En los actos escolares mi saludo final es el que inmortalizó Che Guevara: “Hasta la victoria siempre”. Por otra parte, creo que nos tenemos que ver como sujetos políticos porque todos/as lo somos. Esto es así porque formamos parte de un engranaje estatal en que la educación es una herramienta, un instrumento de dominación del poder para marcar el rumbo de una sociedad. Por eso, debemos asumirnos como hombres y mujeres cargados de politicidad.
APU: Además, el diseño curricular es todo un manifiesto político.
DF: Totalmente, nuestro diseño curricular es político cuando sostiene por ejemplo que una de las finalidades de la educación primaria es lograr que los/as chicos/as sean protagonistas del mundo en el que participan, del espacio social al que pertenecen y que a su vez deben ser críticos y autónomos. Entonces, claramente dice que las instituciones educativas deben ser espacios políticos no partidarios. No olvidando nunca que la educación es parte de una política de estado que impacta de lleno en los/as pibes/as. Que hoy nuestros/as alumno/as no tengan luz, agua ni acceso libre a internet significa que no pueden estudiar y eso también es la política entrando a la escuela.