"El ciberpatrullaje no es patrimonio de las policías"

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"El ciberpatrullaje no es patrimonio de las policías"

17 Abril 2020

Por Santiago Asorey

El profesor e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y director del LESyC (Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales), Esteban Rodríguez Alzueta, dialogó con AGENCIA PACO URONDO y analizó la discusión en torno a las fuerzas de seguridad en los días de aislamiento preventivo y obligatorio. El autor de los libros “Temor y control”, “La máquina de la inseguridad” y “Vecinocracia: olfato social y linchamiento”, indaga sobre las categorías que permitan pensar las prácticas policiales.

APU: ¿Cómo analiza el proceso de denuncias por abuso policial en los barrios populares a raíz del aislamiento preventivo contra el COVID-19 a saber: golpizas o allanamientos ilegales, y por qué sucede?

ERA: Mira, la cuarentena se tramita con las prácticas aprendidas que se han ido cristalizando en las últimas décadas. Ni la policía ni los vecinos van a resetearse o a estar con otros modos de obrar, sentir y hablar que no sean las rutinas más o menos informales que hasta ayer venían utilizando. Tal vez ahora el hostigamiento policial emerge de manera indiscutible, se hizo más evidente, pro no me parece que estemos ante hechos novedosos. En todo caso preguntémonos por qué se volvió manifiesto, por qué estamos ahora más atentos a estas prácticas que en otro momento sucedían igual y pasaban desapercibidas. Y eso es algo que nos compete a nosotros. Sin lugar a dudas este contexto nos vuelve más sensibles y estamos más atentos a este tipo de violencias, pero no me parece que se traten de prácticas inéditas. Todas las prácticas que se están denunciando a través de las redes y la televisión son moneda corriente en los barrios más pobres.

Tal vez es cierto, como sugerís, que las policías se sientan empoderadas. Por eso los funcionarios responsables tienen que ser muy cautelosos a la hora de hacer sus declaraciones porque pueden representar un incentivo político para la violencia policial. Habrá que ver, habrá que estar atentos.

APU: ¿En su experiencia qué reflexión le genera la intervención del Área de Cyberpatrullaje de la SubDDI y la Subdirección de Delitos Tecnológicos de la Gendarmería Nacional Argentina (GNA) y la posterior causa judicial a un joven de 21 años por un tuit del que luego aclaró que era un chiste?

ERA: En principio, el cyberpatrullaje es una práctica entendible, siempre y cuando se trate de patrullar los lugares públicos de las redes en función de determinados delitos muy concretos. Cuando trabajé en el Ministerio de Seguridad en la dirección de desarmaderos y robo y hurto del automotor en la gestión de Nilda Garré nos la pasábamos visionando, por ejemplo, la plataforma de Mercado Libre porque allí se ofertaban para la venta autos que habían sido robados o repuestos de dudosa procedencia o que por cuestiones de seguridad vial no se podían comercializar. Ahora eso no puede dejarse en manos de las policías actuales que son gente que suele tomarse las cosas demasiado en serio, sin sentido del humor, que no fue entrenada para pensar sino para obedecer, aunque otras veces es gente es muy preparada pero que por cuestiones de celo profesional puede cruzar límites que son difusos. Porque no hay que perder de vista que las redes sociales son lugares de mucha literatura, donde la gente juega con las palabras, donde se piensa en voz alta. Y cuando alguien piensa en voz alta no piensa lo que dice, y lo dice porque precisamente puede estar pensando. Cuando yo estoy en una cervecería charlando con amigos puedo decir algunas barrabasadas, se trata de un lugar público pero se trata también de la libertad de expresión. Lo que quiero decirte es que no se pueden requisar este tipo de conversaciones que, por más que sean públicas, siguen siendo conversaciones, gente que está pensando, expresando lo que siente, lo que piensa. Allí la palabra perro no muerde, no puede morder.

De modo que si una persona dice “vamos a saquear al Chino” no se lo puede ir a buscar con un batallón y tampoco armarle una causa. Ahora si después éste joven, con otros amigos, va y lo saquea, bueno…, es otra cosa y los jueces entenderán en el asunto. Pero no se pueden perseguir las meras motivaciones, ni si quiera las intenciones. ¿Recuerdan el caso de la chica que, después de quedar desocupada, escribió en las redes “que esperaba que a Antonia, la hija de Macri, le hayan puesto una buena custodia, etc. etc.”? Acá es lo mismo. El cyberpatrullaje en manos de la policía es peligroso, pero también sería peligroso dejarlo en manos de mucha gente progre que se mueve por las redes sociales como si fueran patrullas morales para detectar a la gente que se corre del canon políticamente correcto del microuniverso donde se mueve. Porque esta gente cuando detecta información equivocada va a su muro y lo escracha, no solo lo borra de su lista de amigos sino que lo reporta a las autoridades del mercado. De modo que el cyberpatrullaje no es patrimonio de la policía. Conozco muchas usuarias y usuarios que en los últimos tres años se movieron de la misma manera, y se dedican a levantarle la banderita de posición adelantada a la gente que, por ejemplo, no usamos lenguaje inclusivo. Son las mismas prácticas. Es fácil pegarle a la policía, pero miremos también a nuestro alrededor porque hay muchos y muchas militantes sociales reprogres, de super izquierda, que se mueven por las redes de la misma manera: patrullando, vigilando, delatando, difamando. Y además después gozan a medida que reclutan likes con sus posteos.

APU: Usted ha trabajado el concepto de "vecinocracia", para destacar una tendencia de policialización de la comunidad, a través de los vecinos organizados con un fin punitivo. ¿Considera que esta pandemia despierta al policía que llevamos dentro? ¿Qué riesgo observa en este proceso que estamos atravesando?

ERA: Bueno, como te decía al comienzo, los vecinos tramitan la cuarentena con las maneras que venían utilizando para estar en el barrio. La vigilancia y la delación no llegaron con el pánico al Covid19, sino que ya estaban siendo utilizadas para prevenirse del supuesto pibe chorro que asediaba el barrio. Son las mismas prácticas al servicio del enemigo de turno que ahora parece que son los médicos o los enfermeros que viven en el mismo edificio, o las personas que supuestamente interrumpen la cuarentena y deambulan por la calle. Hace rato que los vecinos siguen a la Argentina por la mirilla de la puerta, con una mano en el botón antipánnico y la otra en el teléfono para llamar al 911. Tal vez ahora quedó más en evidencia estas prácticas, pero ya te digo son rutinas sociales de larga data. La cultura de la delación es el lado B del “no te metás”. La indiferencia corre en paralelo con la delación. Las personas indiferentes son las personas más dispuestas a ejercer la delación.

APU: El autogobierno de las fuerzas de seguridad tiene una continuidad de muchos años en la democracia argentina. Pero ¿Cómo se transita un camino que permitan desmontarlo y como se empiezan a desmontar sus prácticas de abusos?

ERA: Yo no creo en el autogobierno de las policías, me parece que este concepto pone las cosas en un lugar donde no se encuentran, porque invita a pensar en policías corporativas, en el doble poder, en estados fallidos, etc. Y no me parece que esa sea la situación de las policías en Argentina. No existe el leviatán azul. En todo caso la autonomía policial es relativa, es decir, hay una autonomía negociada con los funcionarios de turno. Esa negociación es permanente. La dirigencia política y judicial, sean los ministros o los intendentes o los concejales o los punteros barriales, pero también los jueces y fiscales, todos esos actores negocian todo el tiempo con las policías, es decir, acuerdan niveles de autonomía a través de lo que Jean-Paul Brodeaur llamó“sistema de cheques grises”, que consiste en exceptuar a las policías de tener que rendir cuentas de lo que hicieron o van a hacer, pero solo en determinados momentos y para determinado casos. Pero esos cheques nunca son cheques en blanco, aunque tampoco están firmados a la orden de nadie en particular, son cheques grises, acuerdos que se construyen a partir de sobre-entendidos. Es decir se le dice a la policía “manejate”, “vos sabes, no me digas… pero vos sabrás lo que tenés que hacer”. ¿Se entiende? Ahora bien, los cheques grises solo se emiten para estar en determinados barrios con determinados actores porque en otros lugares con otros actores las cosas son siempre distintas.

APU: La categoria del autogobierno es insuficiente...

ERA: Quiero decirte, en una sociedad con una estructura social desigual, espacialmente segregada, tenemos policías esquizofrénicas, es decir, policías que están presentes de manera distintas. Son siempre las mismas policías, con las mismas prácticas, pero estas prácticas se organizan con criterios diferentes según donde intervengan. Te diría más: la teoría del doble pacto, que tanto se usó en la última década, necesita algunos ajustes o aclaraciones. Esta teoría sugiere que la policía es una suerte de médium o intermediario entre las redes criminales y las redes políticas. Esta teoría en su momento fue muy importante porque nos llevó a estar atentos a esas zonas abyectas del poder, pero ahora me parece que tenemos que construir otras categorías para captar la complejidad de estas tramas. Porque esta teoría invita a pensar que las policías constituyen un bloque y me parece que cuando pensamos a las policías desde la vida cotidiana, con las investigaciones que se están haciendo desde el campo de la antropología y la sociología, nos damos cuenta que la policía es otro campo lleno de tensiones y disputas, donde los policías no viven a la policía siempre de la misma manera, donde los policías no hacen siempre los mismos acuerdos. Y lo mismo se puede decir de la clase dirigente o del campo judicial. Todo es más móvil y voluble de lo que imaginamos. Necesitamos, entonces, otras metáforas para captar las dinámicas locales de las burocracias policiales sin contarse tantos cuentos que estén a la altura de los prejuicios ideológicos.