Hacer bardo, proyecciones, resistencias y derivas de jóvenes urbanos

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Hacer bardo, proyecciones, resistencias y derivas de jóvenes urbanos

21 Septiembre 2016

Por Boris Katunaric

APU: Presentaron el libro Hacer Bardo.¿ Cómo es la propuesta del libro?

Esteban Rodríguez Alzueta: El libro recoge la experiencia de una investigación y extensión que durante dos años y medio tuvimos en la localidad de Don Orione, Partido de Almirante Brown. Don Orione es un enclave de cemento peri urbano, un barrio monoblockero que linda con el campo y es un barrio que también se ha ganado el estigma de los barrios vecinos por ser referenciado como un lugar de desarmaderos y de desguace de autos robados y otras conflictividades por el estilo.  Don Orione fue elegido en su momento por la gendarmería o, mejor dicho por Berni, para hacer operativos de saturación. Es decir, además de la bonaerense, había efectivos de la gendarmería patrullando el barrio y eso le agregó una dinámica distinta, un actor más con el que tenían que tenían que medirse los pibes. Eran actores con los cuales tampoco podían negociar, en el sentido de diálogo, sabían que ante la policía uno podía pararse de palabra, chamuyarlos para ablandarlos, los policías también son conocidos porque estaban en el barrio todo el tiempo, en cambio los gendarmes iban rotando.

APU: Eran desconocidos también para ellos.

ER: Desconocidos y además sin destacamento, con lo cual esto marcó diferencias en el trato. El gendarme no era alguien que te podía llevar a un lugar si vos ejercías resistencia a la autoridad. Lo que sucedía con los pibes era que cuando le pedían documentos a los pibes que se juntaban en alguna esquina, le decían a varios que se muevan y se quedaban con uno, a ese era objeto de destrato y que no habilitaba ningún tipo de diálogo. Sabían que si se paraban de palabra iban a recibir una serie de toques o correctivos pero también sabían que no los iban a trasladar nunca a un destacamento. Eso para los pibes también era un beneficio. Detenerte implicaba una logística que no tenían.

APU: ¿En qué ámbito trabajaron con los pibes?

ER: Lo hicimos en un Club donde funcionaba un Envión, un plan social que había creado en su momento Daniel Scioli, eran pibes que estaban terminando FINES y hacían distintos talleres. Nosotros fuimos con un taller sobre violencia institucional para pensar estrategias con ellos, estrategias colectivas para hacer frente al hostigamiento policial y de los gendarmes.
De a poco nos fuimos dando cuenta de otro tipo de conflictividades que tenían los pibes, hay otros actores que también les planteas problemas cotidianos, como la estigmatización de los vecinos y las broncas y las picas que pueden tener con otros pibes, no sólo de otros barrios sino por ahí, en otras manzanas del mismo monoblock.

APU: ¿Los pibes, en su mayoría, eran pibes que no tenían vínculos con los mercados ilegales? 

ER: Eran pibes que tenían entre 14 y 18 años que según sabíamos no eran los famosos pibes chorros. Pero que se vestían y hablaban como pibes chorros y gesticulaban y se movían también como pibes chorros. Nos llevó tiempo entender que, en realidad, ese “como si” era una práctica juvenil. Lo que hacía era sobrefabular arriba de ese mito del pibe chorro, una forma de transformar un estigma en emblema, de cargar de connotaciones positivas esas palabras negativas y fabulando arriba de esas etiquetas.

A través de una palabra que iban entrenando al interior de sus juegos cotidianos lo que hacían era desarrollar destrezas, entrenar cualidades para luego usarlas en diferentes situaciones que les planteaban diferentes desafíos.
Encontramos cuatro juegos de lenguaje. El chamuyo que es la forma de hablar con la policía para poder ablandarlos. El silencio que era la palabra postergada cuando se encontraban con la gendarmería.  El bardeo que es la forma de enfrentarse a los vecinos que los estigmatizaban  y el berretín que son las palabras que usaban para testear a otro grupo de pares o una suerte de santo y seña para los otros pibes para decirles que eran parte de grupos parecidos.

APU: Lo que suele pensarse es que esos juegos de lenguaje son parte de la construcción de una cultura pero usted habla de que con eso resuelven problemas prácticos.

ER: La palabra tiene una potencia y una ductilidad que les permiten a los jóvenes adaptarlas a las diferentes situaciones con las que se encuentran