Ricardo Ragendorfer: “El gatillo fácil es el único delito sin fines de lucro que cometen los uniformados”

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Ricardo Ragendorfer: “El gatillo fácil es el único delito sin fines de lucro que cometen los uniformados”

28 Octubre 2020

Por Mariano Nieva

Ricardo Ragendorfer es periodista, escritor y experto en temas policiales. En una larga conversación con AGENCIA PACO URONDO reflexionó sobre sus orígenes como cronista en el periódico El Porteño y en la revista Cerdos & Peces en los ’80, de los avatares que atravesó junto a Carlos Dutil por la investigación sobre las mafias policiales que terminó gestando el libro “La Bonaerense” y de cómo el Estado llevó adelante las políticas de seguridad en los últimos años.  

Agencia Paco Urondo: ¿Cuándo y por qué te volcaste al periodismo policial?

Ricardo Ragendorfer: Supongo que lo que me llevó a esto fue el hecho de que cuando abordás otras temáticas o géneros del periodismo generalmente tenés que circunscribirte a personas. Figuras que ya de por sí son públicas como Lionel Messi o Mauricio Macri por citar dos ejemplos. En cambio, acá hablamos de personas que llegaron del anonimato a la opinión pública por sucesos que están más emparentados, te diría, al dramatismo de la literatura. En el aspecto fáctico, lo que me lanzó hacia la crónica policial o delincuencial, como prefiero llamarla, fue una circunstancia inmobiliaria. A mediados de la década del ´80 me mudé al barrio de San Telmo en la Ciudad de Buenos Aires y allí empecé a frecuentar a toda una serie de vecinos/as que no se dedicaban a quehaceres muy legales que digamos. Ellos/as me contaban historias vinculadas a sus especialidades delictivas, y desde luego sin deschavar sus datos personales, me parecía que merecían ser contadas.

APU: ¿Dónde comenzaste a narrar estas historias delincuenciales?

R.R.: En esa época empecé a hacer crónicas policiales en dos revistas en las cuales trabajaba. Una era Cerdos & Peces, dirigida por Enrique Symns, dónde escribía una columna que se llamaba "Vidas Ejemplares", que eran biografías de pistoleros de la época de oro de la delincuencia argentina, como Juan José “Pichón” Laginestra, Jorge Eduardo “Nene” Villarino o Eduardo “Lacho" Pardo, entre otros. Paralelamente, trabajaba en el diario El Porteño donde recuerdo que mi primer escrito policial fueron reportajes a una mechera, un dealer y un jóven que hacia salideras y que llevaba por título "De profesión delincuente". Y si bien lamentablemente no guardo una copia de ese artículo, recuerdo que cada una de esas entrevistas estaban separadas por una estrofa de un poema alusivo de Raúl González Tuñón.

APU: Entonces, podemos decir que en algunas ocasiones sí podemos hablar de la delincuencia como una profesión.

R.R.: Cuando te dedicás a una actividad y te especializás en este caso en el delito, sí. Lamentablemente también es considerado delincuente un asesino, un femicida o alguien que ocasionalmente cayó en las garras del código penal. Sin embargo, en la mayoría de los robos contra la propiedad privada, por ejemplo, actúan o actuaban en otras épocas, personas que contaban con cierta destreza en esas modalidades. Por eso hablamos de delincuentes profesionales.

La Bonaerense

APU: ¿Cómo nació la idea de hacer ese libro fundamental que puso al desnudo la corrupción de la policía de la provincia de Buenos Aires y que llevó por título “La Bonaerense”?

R.R.: Eso surgió de casualidad y si lo hubiera pensado bien tal vez me hubiera apichonado y no lo hubiera hecho. Todo comenzó cuando trabajaba en la revista Noticias a mediados de los ‘90 y me mandaron a hacer una nota sobre la Policía Bonaerense junto al inolvidable Carlos Dutil. Resulta que hasta ese momento siempre que se trataba periodísticamente el tema de las agencias policiales se hablaba únicamente del gatillo fácil, que es el único delito sin fines de lucro que cometen los uniformados. Haciendo esa nota y a partir de una constelación de factores, descubrimos que en realidad la Policía Bonaerense, al menos, era una especie de asociación ilícita que recaudaba con absolutamente todos los delitos contemplados en el código penal. Hoy eso lo sabe todo el mundo pero tengo que decir que Carlos y yo fuimos quienes lo descubrimos y lo contamos en la nota que titulamos “Maldita Policía”. La publicación de ese artículo fue muy impactante porque en él Eduardo Duhalde, por entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, anunció que en unas semanas iría a relevar a la cúpula de la policía. Así que a  pocas horas de haber salido la investigación a la calle, el 8 de agosto de 1996, a nosotros nos empezó a llegar un montón de información adicional y por eso decidimos escribir el libro que finalmente llevó por título “La Bonaerense”. 

APU: Tanto Carlos Dutil como vos. ¿Eran conscientes del peligro que podía suponer el meterse con el poder policial?

R.R.: Es verdad que nos metimos en un mundo bastante picante. Y pensándolo dos veces no era muy recomendable adentrarse. Pero nosotros, lejos de ser personas valientes en realidad teníamos un vínculo toxicológico con esta investigación, es decir no podíamos parar. Era como una droga que al mismo tiempo nos preservaba del miedo. Cuando terminamos el libro recuerdo que recién ahí tomamos conciencia de lo que habíamos hecho y del peligro que eso entrañaba. En el lapso en que entregamos el trabajo a la editorial y la publicación, tuvimos lo que podríamos decir ramalazos de miedo. Pensá que los hechos se iban desencadenando a medida que nosotros los íbamos escribiendo y tal vez el más dramático haya sido el asesinato de José Luis Cabezas, que había sido nuestro fotógrafo en la nota ”Maldita Policía”. Incluso a 72 horas del crimen de José Luis apareció en el diario Página/12 una hipótesis que en lo personal me inquietó mucho y es la que decía que en realidad a Cabezas lo habían matado porque él estaba colaborando con nuestro libro, lo cual es falso porque “La Bonaerense” no tiene material fotográfico. Afortunadamente no terminó pasando nada para que en algún momento me haya arrepentido de publicar ese libro. 

APU: En ese tiempo recuerdo al comisario Mario Naldi como invitado permanente en el programa “Mediodía con Mauro Viale”, intentando dejar bien parada a la Bonaerense, algo muy bizarro.

RR: Eso era una de las cosas que nos fascinaba enormemente, el comisario Mario Naldi decía: “Dicen que soy chorro porque ando bien vestido” y tenía puesto un saco rojo fucsia, pantalón color salmón y zapatos blancos. Eran tipos muy bizarros, muy pintorescos y a nosotros nos encantaba eso. Con Carlos Dutil decíamos que más que por las cosas que poníamos en evidencia sobre ellos, como los negocios sucios que cometían, se iban a enojar en realidad por cómo les tomábamos el pelo. Eran personajes realmente muy graciosos.

Políticas de Seguridad

APU: ¿Cómo fuiste analizando la política de seguridad que fue ejecutando el actual gobierno desde que comenzó la pandemia de Coronavirus?

RR: Esa es una pregunta que merece una respuesta muy larga ya que por un lado está la Ministra de Seguridad de Nación, Sabrina Frederic, y por el otro, Sergio Berni en Buenos Aires.  En ese sentido, hace poco escribí una nota poniendo el foco sobre el Ministro de Seguridad bonaerense. Más allá de eso, pienso que lamentablemente La Bonaerense y absolutamente todas las agencias policiales que funcionan en el país, tanto federales como provinciales, tienen la particularidad de ser fuerzas que se autofinancian a través de las cajas delictivas. Y esto genera que se autogobiernen, o sea que son Estados dentro del Estado pese a todas las reformas y contrarreformas que hubo desde el ‘97 en adelante. 

APU: Además, el gobierno de Cambiemos tuvo una política en ese sentido muy pro fuerzas de seguridad dando luz verde para la represión y los apremios ilegales.

RR: Si, fundamentalmente con el canto al autogobierno policial que significó la gestión de Patricia Bullrich a nivel nacional y la de Cristian Ritondo a nivel provincial. Hoy más que nunca esas agencias merecen una reforma muy profunda que además debería incluir a dos sectores que son beneficiarios o a veces víctimas según los casos, del accionar de la corporación policial, como es el poder político y el judicial.  

APU: Mucho se habla de la complicidad de algunos jueces para “resolver” favorablemente algunas causas penales que involucran a los/as uniformados/as. ¿Qué podes profundizar al respecto?

RR: En el caso del Poder Judicial de la provincia es una circunstancia dramática puesto que si bien constitucionalmente las fuerzas policiales tendrían que ser auxiliares de la justicia es absolutamente al revés. Es decir, los fiscales y jueces son ruedas de auxilio de la policía. En consecuencia es necesaria una reforma absolutamente profunda y que desde luego en épocas de pandemia son difíciles de hacer. En ese sentido resalta y es cuestionada, a veces no sin razón, la figura de Berni que si bien no es León Arslanian tampoco es un asesino. Quien además en su gestión como Subsecretario de Seguridad de la Nación de Cristina Kirchner, hasta diciembre de 2015, su acto más cuestionable fue haber ordenado que un gendarme se tire sobre el capot del auto de un manifestante durante el conflicto de la Autopartista Lear en la Panamericana en 2014. Cosa que no es muy ética de su parte pero comparado con Patricia Bullrich es Martin Luther King. (risas).

Santiago, Nahuel y Luciano: crímenes de Estado

APU: Cómo te pegaron los crímenes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel dónde claramente estuvieron involucradas fuerzas federales como Gendarmería y Prefectura respectivamente.

RR: Desde luego que fueron asesinatos estatales. En los casos de Rafael Nahuel y Santiago Maldonado incluso fueron alentados desde el propio gobierno de Cambiemos. Ya que en los últimos cuatro años los casos de gatillo fácil y los crímenes de estado cometidos por uniformados aumentaron. Es más, desde 1984 hasta diciembre de 2015 hubo aproximadamente 120 casos tanto de gatillo fácil o de muertes ocurridas en comisarías por vejámenes o apremios ilegales, un modo eufemístico de decir tortura. Y desde diciembre de 2015 a diciembre de 2019 llegaron a 370. Una época donde al agente bonaerense Luis Chocobar lo recibió el por entonces presidente Mauricio Macri, por ejemplo. Un tiempo donde se alentaba este tipo de cosas. Por otra parte, hoy también tenemos casos donde los más resonantes fueron el de Luis Espinosa asesinado por la policía de Tucumán o el de Facundo Astudillo Castro donde están en la mira agentes de la provincia de Buenos Aires. 

APU: Otro caso emblemático de lo que estamos hablando sin duda es el de Luciano Arruga. ¿Qué nos podés decir al respecto?

RR: En el caso de Luciano Arruga, al pibe lo amasijan en el marco de otro fenómeno que no está debidamente estudiado y que es la utilización por parte de la policía de menores como mano de obra delictiva. Luciano, concretamente, se negó a laburar para la cana y lo terminan matando. También, hay casos donde se les va la mano o hay ajustes de cuentas. Hay toda una constelación de factores por las cuales los tipos matan a chicos/as o a jóvenes de clase media baja, por racismo, criminis causa o por lo que sea. Por eso creo que la fuerza policial tiene esa tendencia a realizar una suerte de limpieza social a través de fusilamientos extra judiciales. Una especie de pena de muerte puesta en marcha que para colmo es aplaudida por un gran sector de la población configurando un problema muy complejo. 

Linchamientos y Justicia por mano propia

APU: Hay un sector de la sociedad que pide justicia por mano propia, como se volvió a expresar hace poco tiempo con el caso del jubilado Jorge Ríos, quien mató a un delincuente y que los grandes medios de comunicación lo trataron como héroe.

RR: Efectivamente, con ese caso pusieron en agenda el debate por la justicia por mano propia, lo cual es una bestialidad desde todo punto de vista, porque además tiene un soporte argumental y un corpus teórico muy simplón. Los/as que lo fogonean dicen que hay un Estado ausente y que la gente está cansada. Por otra parte, se alienta el uso de armas con fines de autoprotección lo cual es una fuente inagotable de suicidios. Que quiero decir con esto, andar calzado para defenderte de un posible robo es un pasaporte hacia tu propia muerte por una razón práctica. Viene uno y te afana, te apunta con un chumbo y si te llegan a encontrar el arma la vas a pasar muy mal. Y si te tratás de defender tenés que realizar cuatro movimientos que son llevarte la mano a la cintura, sacar el revólver, apuntar y disparar contra un tipo que ya está armado y que sólo tiene que mover un dedo. Es una enorme desventaja. No en vano más del 70% de las víctimas que mueren en ocasión de robo se produce ante la resistencia armada. Lo mismo pasa con los canas. No hay uno/a solo/a que muera en tiroteos, es decir en cumplimiento del deber estando de servicio. Todos/as mueren estando de franco y llevando su arma reglamentaria. 

APU: Otro hecho dramático y por fuera de la ley son los linchamientos.

RR: No sé si recordás el caso del carnicero de Zárate Daniel Oyarzún, que en 2016 hizo un gran aporte a la justicia por mano propia, ya que lo suyo se podría denominar embestida vehicular seguida de linchamiento, cuando persiguió al chorro Brian González, lo atropelló con su auto y cuando estaba moribundo una horda de vecinos/as lo termina matando a patadas. Hace poco escribí una nota en el diario Tiempo Argentino sobre esto que rebela la aparición de un tribunal de ciudadanos/as comunes. En los casos de linchamiento, lo que sucede además, es que se conjuga el robo de un teléfono celular que es un delito menor con un asesinato cometido con ensañamiento y alevosía. ¿Cómo es posible que de pronto ante un robo menor se comploten 10, 20 o 30 personas en cometer un crimen en banda contra un tipo indefenso? ¿Qué hacen los que participan? ¿Vuelven a la casa y cuando alguien de la familia le preguntan qué hiciste hoy responde maté a un tipo a patadas? Es una locura. Lo que rebela además la manifestación más extrema de una estadística que es dramática y que señala que un gran porcentaje de los homicidios que se cometen en este país no son en ocasión de robo. No son temas de seguridad, sino que son cometidos por personas que no tienen conexión con el hampa. Son tipos/as comunes que matan. Los femicidas, por ejemplo. 

Servicios de Inteligencia

APU: ¿Qué opinás sobre lo que dijo en su momento el presidente Alberto Fernández sobre el espionaje ilegal durante la gestión de Macri y sobre que los los servicios de inteligencia son los sótanos de la Democracia que hay que clausurar para siempre?

RR: Obviamente esta causa puso al descubierto una organización criminal que actuaba dentro del Estado para espiar. Es asombroso que además de vigilar a opositores, empresarios y periodistas con fines persecutorios y extorsivos, también hayan perseguido a  tipos/as de su propio espacio político como a Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli, por ejemplo. Profundizando un poco más la investigación llama aún más la atención que todos los espías se hayan espiado entre ellos. Fíjate que en esta causa los datos y las circunstancias que están en el expediente no fueron resultado de lo investigado sino de lo que iban encontrando en los teléfonos celulares y en los dichos mismos de los/as implicados/as. Lo que resulta curioso ya que una banda de mecheras tiene más códigos corporativos y más medidas de seguridad interna que estos personajes. Y por otro lado, esta causa también demuestra a las claras algo que vengo diciendo desde siempre y es que desde hace mucho tiempo los servicios de inteligencia de cualquier lugar del mundo y en cualquier época no son ni serán otra cosa más que las cloacas del Estado, como bien lo definió en otra oportunidad el presidente Alberto Fernández.

APU: ¿Nos podemos imaginar un mundo sin servicios de inteligencia?

RR: Es difícil pensar un mundo sin servicios. Ya que tanto las políticas internas como las que surgen a partir de las relaciones internacionales están basadas en informes de inteligencia. Y en ese sentido es poco probable concebir los Estados sin espionaje. Esto es además un estilo de plantear la política que está más allá de Alberto Fernández o Vladimir Putin, por ejemplo. Y como no estamos en la Atenas de la era de Pericles (461 – 429 a.C.) deberíamos ir hacia una reforma del sentido mismo de la política para conseguir un mundo sin servicios de inteligencia. 

APU: La última: contanos algo sobre tu más reciente libro “Patricia. De la lucha armada a la seguridad” (2019).

RR: Este libro fue fruto de un ofrecimiento editorial que me hicieron y que al principio francamente no me causaba demasiada gracia el hecho de dedicarle algunos meses de mi vida a esta mujer, Patricia Bullrich. Pero debo decir que a las pocas horas, me empecé a entusiasmar con la idea de hacer un libro sobre ella, ya que me permitía usarla de excusa para repasar 40 o 45 años de historia argentina. En ese sentido esa fue la idea del texto, por un lado contar una historia de vida que no es precisamente ejemplar pero que me permitía abordar, como dije antes, ese lapso de la historia de nuestro país. Este trabajo fue escrito entre fines de 2018 y mediados de 2019. Y lo planteé como un libro urgente porque me permitía mostrar el lado más extremo, dramático y abyecto del macrismo que fue su política de seguridad.