La californización del mundo

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    Tesla Inc: el imperio de Musk

La californización del mundo

13 Enero 2025

El espacio puede ser la última frontera, pero está hecho en un sótano de Hollywood” cantan los Red Hot Chili Peppers, premonitoriamente, en Californication.

En esta agencia, en 2021, escribimos un dossier sobre Elon Musk y una salida espacial para la crisis capitalista. En la presentación de este dossier, José Cornejo ponía en espejo a Donald Trump con Elon Musk. Involuntariamente parafraseaba a los Red Hot Chili Peppers, planteando la expansión de las fronteras extraterrestres en equivalencia a lo que fueron las conquistas ultramar de la Europa del siglo XVI. En tanto que Rodrigo Lugones sostenía que la falsa contradicción entre Estado Regulador vs. Estado Neo-Liberal “es que no deja de olvidar que tanto un tipo de modelo capitalista, como el otro, están íntimamente relacionados”. A lo que agregaba que “la actual fase de desarrollo del capitalismo […] para sostenerse, políticamente [se] metamorfosea en variantes neo-fascistas que están al acecho y recorren el mundo (Stephen Kevin Bannon es uno de sus principales operadores)”.

Habíamos resumido estas notas para Télam, en cuyas conclusiones planteamos que “se está generando una concentración monopólica sin precedentes: red informática global, prestación de internet satelital, conducción algorítmica, eficiencia energética, inteligencia artificial, nanotecnología y energías renovables”. Seguidamente decíamos que, por todas estas razones, “Musk es la esperanza de la burguesía planetaria en un capitalismo decadente. Y por eso también Hollywood lo festeja y lo convierte en un Iron Man real”.

Casi 4 años después, vemos a Donal Trump imbricado con Elon Musk, el –ahora– hijo pródigo de Silicon Valley, por lo que el “nacionalismo” de Donald Trump pareciera estar forrado de silicio. Una extraña sociedad ésta que debe ser materia de estudio político, si queremos descifrar el mundo en sus relaciones de poder actual, no por los nombres propios involucrados sino por las relaciones de fuerza actuantes. Por ello no hay que desatender las cuestiones de geopolítica, en un momento de reconfiguraciones, y, además, porque Perón bien lo estableció en que la política es la política internacional (vamos olvidándonos, quizá, de la fuerza de dictum que contiene).

Es pertinente hacer un paréntesis para hablar del “presumible” nacionalismo de Trump. No parece venir a “decretar” el fin del imperialismo estadounidense, sino, y, por el contrario, explicita todo lo que ya sabemos de las políticas exteriores estadounidenses en sus intenciones anexionistas de territorios tales como Groenlandia o Canadá a las estrellas de la bandera de los Estados Unidos, o la propuesta chauvinista del cambio de nombre al Golfo de México.

El pensador Éric Sadin, en La Siliconización del Mundo, citando a Baudrillard, sostiene que “América se ha convertido en californiana”. Para Sadin “Silicon Valley no remite solamente a un territorio [Bahía de San Francisco, California], al foco ardiente del liberalismo digital; también ha generado un espíritu al que denomino “el Espíritu de Silicon Valley”. Y este Valle del Silicio, en espíritu, “engendra una colonización –una siliconización–. Una colonización de un nuevo tipo, más compleja y menos unilateral que sus formas previas, porque una de sus características es que no se vive como una violencia a padecerse, sino como una aspiración ardiente anhelada por quienes pretenden someterse a ella”.

Volvemos a la sociedad Trump – Musk. Pensemos en el slogan “América para los americanos”. Musk no es Henry Ford. El automóvil Tesla se fabrica en exclusivo en Estados Unidos y se comercializa desde allí sin intermediación, y pongo Tesla por ser el estandarte empresarial de Musk, pero todos los demás productos con sello Elon Musk cumplen las mismas prerrogativas (salvo alguna excepción minúscula en el volumen de operaciones).

En este juego de imbricaciones, mientras uno dice “América para los americanos”, el otro subrepticiamente y en lo tácito hace ver que para que América sea de los americanos, el mundo tiene que ser de América.

Roberto Salvarezza en su discurso de recepción del Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de La Plata, titulado La Disputa del Conocimiento, indicó que “los países con menor grado de desarrollo, que son realmente acreedores ambientales, se ven frente a la obligación de realizar inversiones millonarias para adquirir tecnologías desarrolladas en el norte y que la mayoría de los países no están en condiciones de realizar sin endeudarse o bien mediante la cesión de recursos naturales. Un juego de roles con los recursos naturales de por medio. El sistema económico mundial requiere que esos roles se mantengan”. A lo que agregó que las declaraciones de la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, generala Laura Richardson, “son un excelente ejemplo de esta situación. Ella explicó porque es importante América Latina para su país: abundancia de gas, petróleo, agua, minerales estratégicos. Todos ellos considerados estratégicos para la seguridad nacional para Estados Unidos. En particular mencionó la presencia de litio con el 60% de los recursos mundiales concentrados en el triángulo que forman Argentina, Bolivia y Chile”.

En el esclarecedor artículo de Oscar Martínez y Nélida Mignolo, en el que responden a la pregunta “cómo evitar que los centros de datos se devoren la electricidad del planeta”, además de responder ¿por qué Elon Musk estaba tan interesado en instalar sus satélites para comunicar a la Argentina?, y ¿por qué tantos mimos a nuestro presidente por parte de los capitanes de la nube y la inteligencia artificial? dan cuenta de una de las próximas crisis que se avecinan, y sobre la lucha por la energía (más allá de la lucha por los recursos naturales) que se tenderá entre países con mayor grado de desarrollo y países con menor grado de desarrollo. Uniendo a esto, cito lo que Diego Hurtado ha escrito en la nota El Balseiro es un flash en El Cohete a la Luna. Comienza señalando que “los grandes medios instalaron que el jefe de asesores del Presidente, Demián Reidel, presentó el 20 de diciembre un «plan nuclear argentino» para proveer la energía que demandará el hub mundial de centros de datos para inteligencia artificial (IA) que crecerá como pasto en la Patagonia”. Y Hurtado dice que Reidel dice que “a Javier Milei lo aman en Silicon Valley”.

En el mismo artículo, Hurtado afirma que “ARC Energy pagará 25 millones de dólares por IMPSA”. En su página oficial se describe a IMPSA como “una empresa que ofrece soluciones integrales para la generación de energía a partir de recursos renovables. Lleva instalados más de 50.000 MW de potencia en todo el mundo, a través de proyectos de energía hidroeléctrica, solar, eólica y nuclear”. Y Hurtado cita al CEO ARC Energy, para quien “IMPSA es una empresa con una historia única en el mundo y referente en América Latina, que cuenta con un capital humano de altísima formación y con una tecnología propia para equipos de generación hidroeléctrica y con certificaciones para el diseño y fabricación de componentes nucleares que la puede convertir en un actor protagónico del sector energético mundial”.

Pablo Bercovich, exsubsecretario de PyME de la Nación, en un reportaje en Radio Provincia expresó que “la privatización es un problema, pero el problema mayor es que fue a una empresa extranjera, norteamericana y vinculada a Donald Trump”. La empresa fue vendida a 25 millones de dólares. Decir “vendida” es un abuso de lenguaje, fue regalada, por lo que deberíamos cambiar la famosa frase vendepatria por regalapatria. Es una empresa de la que sólo hay menos de una decena en el mundo que produce lo que produce IMPSA desde 1907. IMPSA cuenta con más de mil trabajadores, de los cuales más de un tercio son ingenieros, a la vez que, según Bercovich, es “parte de la cadena de valor de más de cien PyMES”.

Siguiendo con el artículo de Hurtado, en el mismo se sostiene que lo que sigue “en 2025 es la extranjerización del 49% del paquete accionario de Nucleoeléctrica, la empresa pública que gestiona y construye las centrales nucleares que producen electricidad en la Argentina. La empresa estadounidense Westinghouse podría ser la beneficiaria del remate, según vocifera el candidato de Scioli a presidir la CNEA en 2015, hoy presidente libertario de Nucleoeléctrica, Alberto Lamagna”.

Plan nuclear

Ahora podemos hacer el ejercicio de detenernos en el discurso de Demián Reidel, quien el 20 de diciembre presentó, según sus palabras, “un plan ambicioso que marca el renacer de la energía nuclear como piedra angular del futuro energético argentino y mundial”. Para verificar la grandilocuencia, a la vez la limitación empírica de esta verborragia, alcanza con poner Plan Nuclear Argentino en Wikipedia. Lo que anuncia Reidel no tiene parangón (no puede mensurarse, por lo pequeño de este anuncio) frente a lo anunciado por el entonces ministro de Planificación, Julio De Vido, en la presidencia de Néstor Kirchner, el 23 de agosto de 2006. Aquí debemos analizar la comunicación y sus efectos, tanto como la limitación ideológica en la receptividad comunicacional, pero esto desvía el tema y deberá ser motivo de otros artículos.

Sigamos con el discurso de Reidel, en el que se dice que “en un contexto global en el que la inteligencia artificial y los avances tecnológicos demandan cada vez más energía, la energía nuclear vuelve a ocupar el lugar que le corresponde”. Volvemos a las necesidades de Musk y sus amigos del Silicon Valley, y los empresarios energéticos entre los que se incluye al presidente de Estados Unidos según Bercovich.

El plan nuclear de Reidel es anunciar que se construirá un nuevo reactor modular pequeño (SMR, del inglés Small Modular Reactor), que al momento es una patente. Nada más palpable que la lógica de desarrollo de Silicon Valley, de la que Mariana Mazzucato ha dado cuenta en su libro El Estado Emprendedor: mitos del sector público frente al privado.

Para esta investigadora ítalo-estadounidense “el papel del Estado ha consistido en asumir el riesgo con valor y decisión, en vez de limitarse a reducirlo para que otros capturen los beneficios más adelante”. El libro comienza con una serie de citas, entre ellas la del premio Nobel de Química 1980, Paul Berg, quien se pregunta “¿Dónde estaban ustedes [capitalistas de riesgo] en las décadas de 1950 y 1960, cuando toda la financiación tenía que dedicarse a la ciencia básica? La mayoría de los descubrimientos que han alimentado [a su industria] se crearon entonces”. Vale uno de los tantos ejemplos de los que usa esta economista para desandar mitos: “los mismos actores que se montaron en la ola de las costosas inversiones del Estado en lo que más adelante se convertiría en la revolución de las punto.com, presionaron con éxito al gobierno para que les bajara los impuestos. De esta forma, aquellos cuyo éxito dependía de los bolsillos del gobierno, tan importantes para financiar la innovación, acabaron vaciándoselos”. Un análisis similar propone Gabriel Baum en una entrevista realizada por Enrique de la Calle para esta agencia, en relación a la industria del software en Argentina.

La propuesta de Reidel no deja de ser que el Estado asuma los riesgos, a costas del doble fracaso, es decir o bien que la eficiencia del SMR no sea lo estipulada en los cálculos patentados, o bien que el éxito del desarrollo sea tal que se la quedan los inversionistas de riesgo con el Estado de manos vacías. Además, el “plan nuclear” de Reidel se justifica “en un contexto global en el que la inteligencia artificial y los avances tecnológicos demandan cada vez más energía”, y de nuevo recorremos el camino a la Bahía de San Francisco.

Vuelvo en un punto a Sadin, quien sostiene que el tecnolibertarismo conjuga tres ambiciones: “la voluntad de ser todopoderoso, la neurosis de un enriquecimiento perpetuo y la negación de la imprevisibilidad de lo real y de la muerte”. Vale Sadin escribió lo que puede decirse su obra máxima al momento en 2016, y pensamos casi inexorablemente en leones, en esos amigos de Silicon Valley que (lo) aman y en mascotas clonadas. El problema no es la individualidad, sin dudas, sino las políticas socioeconómicas de tal tecnolibertarismo, que –pese a su sacro ego individualista– afectan a considerables mayorías.

Siguiendo en este camino a la Bahía de San Francisco, ahora toca mirar al sector tecnocientífico. El 7 de enero se publicó en el Boletín Oficial la Resolución 10/2025, lo que constituye “una motivación de destruir el complejo científico y tecnológico que garantiza el desarrollo autónomo: es una vocación de colonia” expresa en Página 12 Salvarezza, actual presidente de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires.

Toda la resolución es un panegírico de insensateces, cuya única motivación es la desarticulación de la ciencia y la tecnología argentinas. Como lo ha dicho el presidente Milei, son topos que destruyen el Estado desde adentro. Y el sistema de ciencia y tecnología en Argentina, al igual que en el resto del mundo (incluyendo los países modelo según el pensamiento libertario), tiene un altísimo componente público”, declaran desde la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología, en el texto El Cientificidio no se toma vacaciones, donde también se da una lista pormenorizada de los programas afectados por esta resolución.

En esta declaración se remarca, además, la inconsistencia lógica en los fundamentos dado “que la resolución hace referencia a fondos no ejecutados, cuando el propio Genua en 2024 ejecutó tan solo el 6,37% del presupuesto asignado a su cartera”. Recordemos que Darío Genua es el actual secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología de la Nación.

En la Resolución 10/2025 se dice “resulta imperioso que la evaluación de los programas se realice verificando su correlato con el Plan Estratégico definido para el 2024-2025, el cual tiene su eje en la redefinición y reorientación de las estructuras institucionales y sistemas de evaluación relacionados con la gestión del conocimiento y la promoción de la ciencia y la tecnología, con una política orientada a la generación de conocimiento y el desarrollo de tecnologías al servicio del crecimiento económico y desarrollo estratégico del país, con asiento en las temáticas de agroindustria, energía y minería, economía del conocimiento y la innovación y salud”. No tendría nada de grave el enunciado si no fuera que el Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina sancionaron con fuerza de Ley (Ley N° 27738) en octubre de 2023 el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030, y que tal Plan Estratégico 2024-2025 remite a la misma esencia fantasmal de Conan, y cuya existencia es por ahora un puñado de caracteres en la red social X.

Esto se suma al recorte presupuestario en el área de Ciencia y Tecnología, que en 2024 cayó casi 33 puntos porcentuales según reveló el último informe del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI), comprometiendo apenas el 0,208% del PBI.

Agenciamos que se trata de una “colonización de un nuevo tipo, más compleja y menos unilateral que sus formas previas, porque una de sus características es que no se vive como una violencia a padecerse, sino como una aspiración ardiente anhelada por quienes pretenden someterse a ella”.

Milei, en la apertura de la Semana de la Inteligencia Artificial (diciembre de 2024), instó a que debemos permitirnos “explorar los nuevos horizontes que nos abre la inteligencia artificial”. Para el presidente, la cantidad de unicornios (el modelo Silicon Valley) per cápita en Argentina es por las almas grandes que sacan agua de las piedras, y que sobrevivieron a “cien años de aberraciones fiscales” y “a pesar de haber tenido la menor inversión producto de décadas de colectivismo”, muy por el contrario de lo que expone Baum en diálogo con Agencia Paco Urondo.

En este discurso Milei expone que abundan “las tierras inhóspitas a baja temperatura en toda nuestra Patagonia lo cual es una ventaja comparativa para montar servidores de inteligencia artificial”. A la vez que pregunta “¿saben qué otra cosa necesitan los servidores?”. Y contesta “energía, mucha. Otra cosa que abunda en nuestra Patagonia”. Y siendo hombre de fe, ve la “oportunidad histórica que tiene nuestro país como punta de lanza del desarrollo de la inteligencia artificial”. Hablando de lanzas, como flecha se larga a adoctrinar sobre economía, equilibrios fiscales, e inversiones, y en esa inmediatez de la flecha lanzada dice que “estamos frente a un hecho inédito, no sólo porque hemos hecho el ajuste más grande en la historia de la humanidad en un contexto –digo- de recesión, que además si ustedes limpian el efecto del arrastre estadístico vamos a terminar neutros en términos de PBI, es decir que bajamos la inflación sin tener costos en términos de actividad motivo por el cual el caso se está estudiando en todo el mundo” ¡Y aparece –cómo no podía ser de otra manera- Elon Musk! No me atrevo a pensar que Musk ama a Milei, como éste a sus cachorros.

La conferencia del presidente inaugurando la Semana de la Inteligencia Artificial, que puede establecerse en los bordes discursivos y de acciones, es una declaración (política) de principios, y de obediencias de un plan que siquiera le es propio a Milei. Hace parte de la californización del mundo, y Trump – Musk, como si fueran Sonny & Cher, cantan una canción de los Red Hot Chili Peppers.