“La evidencia que hay contra los transgénicos es muchísima más floja que la del hambre que ves todos los días”
El doctor en Ciencias Biológicas y director del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (IPROByC) de Rosario, Hugo Menzella, habló con AGENCIA PACO URONDO sobre los cruces entre ciencia y producción.
Agencia Paco Urondo: ¿Qué es IPROByC?
Hugo Menzella: Es un instituto que está netamente enfocado en resolver problemas que estén impactando a la economía, que busca descubrir oportunidades que la puedan hacer crecer, crear empleos, exportaciones. Tomar todo el conocimiento que se ha generado en el CONICET durante muchísimos años y ser el puente que lo lleve hacia el sector productivo.
APU: Con respecto de llevar el conocimiento al sector productivo, lo que llamamos ciencia aplicada ¿Hay una discusión con respecto a eso o no?
H.M.: Creo que desde el punto de vista del marco teórico, no debería serlo. Es educación, ciencia, tecnología, sociedad. Después, todo esto está hecho por personas y, a veces, nos sentimos más o menos cómodos en determinados lugares, crecimos en distintos contextos culturales. Más que una discusión es sacarnos de encima algunos prejuicios, animarnos a hacer cosas que fallan. Fallan las mayorías de las veces y no estamos entrenados para hacerlo, durante toda la carrera te han hecho creer que debemos ser infalibles, que el fracaso es una tragedia. Me parece que pasa por ahí, pero soy optimista con respecto a eso, está cambiando.
APU: Pareciera que en la biotecnología hay un campo fértil para la articulación entre ciencia y desarrollo productivo ¿Ahí las cosas fluyen más naturalmente?
H.M.: No tanto como quisiéramos, todavía, pero está empezando a funcionar. Trabajé en el sector productivo desde muy chico, el día que terminé la secundaria empecé a trabajar y nunca dejé de hacerlo. No trabajé nunca en CONICET hasta que tuve 40 y pico de años. O sea, hice el recorrido opuesto al tradicional de los investigadores y eso me permite verlo desde otra perspectiva. Creo que me sirvió mucho, habré perdido la experiencia que tienen los que están desde becarios, pero he ganado otro tipo de experiencia que te permite aplicar lo que uno ha aprendido al servicio de algo que tiene Argentina, que es una capacidad científica notable.
APU: ¿Nos darías un ejemplo de algo que surge en el marco de la investigación científica y puede pasar al campo productivo?
H.M.: Hay muchísimos, son todos así, te diría. Hacemos biotecnología y tomamos ese conocimiento. Uno muy reciente: hay un científico fantástico que se llama Rodolfo Rasia, trabaja en el IBR de Rosario. Intentábamos resolver un problema puntual de la industria, cambiarles ciertas propiedades a un catalizador para que trabaje a cierta temperatura, más rápido, etc. Conociendo la necesidad, nos conectamos con él y aplicando los conocimientos de ellos, empezamos a resolver el problema para tener una solución que es fantástica, hoy debe ser la mejor del mundo para lo que es el sistema de tracción de aceite de soja, que en Argentina tiene un impacto enorme. Y eso se obtuvo con una interacción clara entre científicos argentinos. Es virtuoso por dónde lo mires y me parece fantástico. Ese resultado, hay otros que, a veces, no funcionan. El impacto que tiene una cosa así es enorme.
APU: Al principio decías que esta articulación no se da todo lo fluido que podría serlo ¿Por qué sucede, qué falta?
H.M.: En el caso de la biotecnología, creo que la gente que accede a la universidad en Argentina (si bien tenemos Universidad Pública) gratuita, pertenece a un determinado sector social que no tiene, realmente, necesidades. Vos ves la distribución de las clases y no lo puede hacer nadie que trabaje. Apenas se reciben, tienen la facilidad de obtener una beca del CONICET y ahí hacen carrera y van a cobrar el resto de sus vidas. Pierden el contacto con una realidad que es muy dura, afuera. Quiero ser claro: se lo merece absolutamente, pero queda como aislado de lo que es la necesidad real. Cuando uno trabaja, pasan cosas. Te echan de un laburo, cosas jodidas. Al no haber atravesado nunca esa situación, es muy difícil que entienda algunas situaciones. Nuestro sistema científico debería nutrirse de diversidad de gente que pueda aportar muchísima más experiencia de la que tenemos nosotros como académicos. Ese valor que trae, es tan importante como el que aporta el conocimiento o credenciales académicas de un doctorado. El valor que le trae una persona que ha trabajado 10 años en una planta industrial a un grupo de académicos es enorme.
APU: Te pregunto por el otro lado ¿en el sector privado tienen desconfianza del académico, con el científico? ¿Es receptivo con lo que le puede dar?
H.M.: Del otro lado, lo que se ve es que no encontrás la forma de alinear el interés de esa persona, como que no se siente comprendido en su urgencia. Saben que la calidad es buenísima, diría que es un problema cultural de no entender la necesidad y la urgencia del sector privado, de que demorar un día la solución cuesta muchísima plata, la pérdida de trabajo de gente, una serie de cosas. Siempre sostuve (alguna vez lo han malinterpretado) que sería interesante que antes de ingresar como investigador y trabajar todo el resto de su vida en eso, todas las personas puedan trabajar 1 año, 2, en el sector externo. Alguien me dijo que no se podría hacer porque no hay empresas que los tomen. Contesté, bastante inocente, que aunque sea manejar un taxi de noche, le iba a dar una experiencia fenomenal, que los iba a hacer mejor tecnólogos. La apreciación inmediata fue “quiere mandar a nuestros científicos a manejar taxis”. Eso te muestra el sistema defensivo cuando, en realidad, intentaba darle valor al científico.
APU: ¿El Estado fomenta esas articulaciones?
H.M.: Sí, se invierte mucho dinero, lo fomenta. Creo que en el sector nuestro, la cantidad de plata que puso el Estado es enorme. Ahí fallamos nosotros en no utilizar ese dinero de la mejor manera. Se apostó a algunas cosas que, visto en retrospectiva, fueron equivocadas. Y después te cuesta darlas vuelta.
APU: ¿Por ejemplo?
H.M.: Apostamos a aumentar la masa de gente, indiscriminadamente, sin darle la infraestructura para que trabaje. Ahí calibramos mal. Había una lógica subyacente: esperábamos que creando una masa gigante de científicos, esto iba a estallar mucho más rápido y, a su vez, iba a ser una retroalimentación para estar pagando todo. No sucedió y no le podemos echar la culpa a ningún político ni al Estado. Esa es toda nuestra.
APU: En Argentina, la biotecnología tiene mucho despliegue y hay expectativas de que se convierta en uno de los grandes actores…
H.M.: Tiene que serlo.
“En el mundo de hoy, no hay otra forma de salir de la pobreza que no sea con tecnología”.
APU: ¿Es una apuesta que nuestro país tiene que dar?
H.M.: La apuesta ya la hizo, tiene que cosechar los frutos. El sector biología, por tradición, es muy fuerte en Argentina, pero estamos en una circunstancia histórica excepcional. En el mundo de hoy, no hay otra forma de salir de la pobreza que no sea con tecnología. Es fáctico. Todos los países que lo han hecho en los últimos 50 años y sostuvieron el bienestar, lo hicieron desarrollando tecnología. En cuanto a los son educados para hacer tecnología, tenemos un sistema que monopolizan el CONICET y las universidades. Ese grupo tiene la responsabilidad, hoy, de sacar al país de la pobreza. Hace 30 años, ser investigador era una cosa extravagante. Hoy representa una obligación social de la que no podés correrte. Y pasó algo excepcional, que la gente, todavía, no comprende: se salvaron cientos de millones de vidas al, en 1 año, desarrollar, evaluar, manufacturar, reducir y distribuir entre 7 mil millones de personas una vacuna, es muchísimo más grande que haber ido a la luna. Atrás de eso siempre viene dinero. Cuando hay una oportunidad como esa, el capital dispuesto a invertir va atrás de eso, se detectó algo que no existía. Los primeros que llegan son los que más multiplican ese capital. Hoy, para hacer tecnología, abundan ofertas de dinero. De nuestro lado está salir a buscar ese dinero, tomarlo y desarrollar un país.
APU: Pienso en la biotecnología y la relación con el campo ¿Hay posibilidades de ir a un esquema donde se utilicen menos químicos para la producción del agro?
H.M.: Probablemente, sí. Pero tenés un país donde el 55% de los menores de 10 años no comen. Es una irresponsabilidad enorme, para mí, lanzar una caza de brujas (en muchos casos, sin sostén científico), perseguir a una empresa porque hace agroquímicos o transgénicos. Es una locura, casi hasta criminal. Raquel Chan lo ha sufrido muchísimo. Nosotros vivimos de la exportación de soja, si mañana desaparecen todos los transgénicos y plantamos la semilla salvaje, nos morimos todos de hambre. Hay que ser muy cuidadosos. Ese proceso viene después, pero primero hay una emergencia donde tenés que darle de comer a la gente. La evidencia que hay contra los transgénicos es muchísima más floja que la del hambre que ves todos los días.
APU: Hecha esa salvedad lógica, que viene bien aclararla, pensando en que se puede avanzar ¿Tal vez, se puede ir a un modo de producción que use menos químicos?
H.M.: Hoy día, con esos métodos, probablemente el rendimiento sea mucho menor. Fijate que tuviste sequía, no tenés soja: y, la vamos a pasar mal. Hacer todo eso voluntariamente, sin tener el reemplazo… Hay empresas que ya lo están haciendo y va a llegar, no tengas dudas. Por ejemplo, una empresa que se llama BioHeuris, que trabaja rebien, en Argentina. Tampoco la evidencia del agroquímico, como monstruo, es sólida, está completamente sobreestimada.
APU: ¿Cuál es la estrella de la biotecnología argentina? Esa que te abre una ventana de oportunidades importantes.
H.M.: Probablemente, lo más conocido sea el trigo, porque tiene un impacto directo en lo nuestro, y yo te diría que la estrella tiene que ser siempre aquello que amplifica el valor. Nosotros trabajamos catalizadores que se llaman enzimas. Producimos, exportamos, tienen valor por sí, se utilizan en la industria alimenticia. Pero hay algunos de esos catalizadores que general un valor adicional muy importante. Algunos de esos productos, lo que hacen es aumentar la eficiencia de extracción del aceite de soja. Más allá de los kilos que venda de enzimas y el precio que me lo paguen, Argentina genera una cantidad de aceite de soja adicional cuyo valor excede en 100 veces al de la economía de las enzimas que vendemos. Porque todo eso es valor creado exportable. Todo lo que sea biotecnología, primero, tiene que ser global, para poder exportarlo y venderlo: necesitamos divisas. Pero después tiene un impacto, acá, que es enorme. Por eso, la estrella tiene que ser la creación de valor, como dije, y los recursos del Estado están orientados hacia ahí.
APU: ¿Por qué Santa Fe? Se ha producido como un ecosistema ¿Es una particularidad o se repite en otras provincias?
H.M.: Porque invirtió. El instituto nuestro, por ejemplo, sacó 6 nuevas empresas con inversión privada. Esto no hubiera existido si cuando se nos cayó un techo en la cabeza, si la provincia no hubiese puesto dinero para que esto empezara a funcionar un año antes y lo sigue poniendo. Se invirtió y tuvo su retorno. Lo está teniendo y va a ser mucho más grande.