El periodismo militante del diario La Nación, por Griselda Casabone
En la efervescencia del Centenario, publicó en este diario algunos de los textos que luego integraría en Mi beligerancia, piezas de artillería discursiva destinadas a 1) clamar porque la “última aristocracia” pusiera un poco de orden en esa Argentina invadida por la barbarie ultramarina; 2) incitar a la eliminación de la amenaza interna (la inmigración sindicalizada), que de la argentina oligárquica.
Lugones, fue un periodista militante. Militante de la disciplina, la espada (que empuñó en contra del pueblo, en la tristemente célebre legión patriótica, repartiendo bife a cuanto socialista, anarquista se le cruzara), los gobiernos fuertes.
Entonces viene La Nación y en su editorial del domingo 30 de octubre, titulado, precisamente, El periodismo militante, mirá vos la casualidad, se manda, en tono agudo de lamento insufrible, remanido, viejo, resentido, un breve pero elocuente espich sobre el deber ser del periodista, y reta, como un padre ejemplar a su hijo descarriado, que ha extraviado el camino de “la verdad”, “la objetividad”, detrás de los cantos de sirena (y sueldos suculentos, denuncia, digna, La Nación), del oficialismo gobernante.
“Ningún periodista puede militar en otro bando que no sea el de la búsqueda de la verdad y su transmisión a la sociedad”, decreta, marcial, en la bajada. El bando de la verdad es en el que está La Nación, deduzco. Ese es el “periodismo a secas”, genuino. Y nos ilustra que para opinar, los medios cuentan con las editoriales, las columnas de opinión y los espacios para los columnistas. Seguro…
En el marco de esta magistral lección sobre el cuarto poder, define que la misión del “verdadero periodismo” es la de esclarecer a la población, sin ceder a las presiones “del poder”, so pena de convertirnos en propagandistas, títeres pagos cómplices de la avidez del mensaje único que busca ocultar y callar lo que no le conviene, típico de un régimen proclive al autoritarismo como vendría a ser ¡el kirchnerismo!
El texto está lleno de a) vaguedades (“en medio intelectuales y periodísticos va creciendo una inconsistente polémica”) ¿Qué medios, La Nación, qué intelectuales, qué periodistas, cuánto va creciendo, cuánto de inconsistente tiene “la polémica” que vos hacés crecer, consistente, en el editorial principal del principal día de la semana? B) Y, siempre en el esquema civilización/barbarie, insulta a los colegas que no trabajan en La Nación, opinan distinto, ven desde otro lado, otros lados, acusándolos de mercenarios, meros propagandistas.
Hay periodistas que trabajan en el Estado, para el Estado y lo hacen con una dignidad que no voy a tratar de justificar. Colegas que desde las oficinas de prensa y/o comunicación aportan el cacho de verdad que la gran prensa le retacea a las acciones –desde las más insignificantes hasta las más trascedentes- que tienen lugar todo el tiempo en, desde la organización estatal, que vendríamos siendo todos, por otra parte.
Hay periodistas que trabajan en, para el/los gobierno/s. Y no hay contradicción en ello. Las universidades forman a sus graduados para planificar campañas, elaborar discursos, “negociar” con la prensa la agenda de sus empleadores: políticos, funcionarios, empresarios, ONGs. Hay periodistas que trabajan en medios importantes, que no son oficialistas, que informan la parte de la verdad queLa Naciónnos escamotea. Plumas que uno agradece, porque además de informarnos, opinarnos, a veces nos sorprenden con letras bellas, de esas que uno hace rodar entre amigos, compañeros.
Hay periodistas nuevos, gente a la que le ha surgido la necesidad de decir lo que se le cante porque eso es la libertad, después de todo. Y suman blogs, grupos de discusión, sitios para hablar de “la cosa pública”, como no debimos dejar de hacer nunca. Y habemos otros que libres (de los medios, el Estado, “el gobierno”), pero no independientes, servimos a nuestros propios valores, creencias, pequeñas o inmensas, auténticas o truchas, con méritos o entusiasmo y vamos por ahí, pregonando lo que pensamos, a quien quiera escuchar, leer. Algunos, coincidentes con el totalitarismo kirchnerista; otros, furiosamente en contra.
Como en la prensa libre, hay de todo, en el Estado, en la política, las empresas, las organizaciones sociales, el mundo web: los que lo hacen con convicción, porque creen en la idea, los valores que representan; los que venden su experticia al mejor postor; los que buscan una vidriera. Todos militamos,La Nación. Lapalabrita (“militancia”) impresiona, porque la costumbre, tu historia, la asocia con subversión, “la orga”, todos montoneros, qué susto. Pero todos militamos.
Militó Walsh con su cadena informativa, su Carta milagro, y tanto otro compañero masacrado, censurado, que puso el cuerpo y la palabra para pedir libertad, justicia, igualdad, distribución, integración, dignidad para los excluidos. Militó Lugones desde tus páginas, promoviendo el primer golpe institucional del siglo XX. Militan, ahorita mismo, Grondona y Morales Solá, y la Sarlo, cuando se ensañan y desestabilizan y dejan de decir “la verdad”, para decir la “suya” (¿gratis?), que es lo que hacemos todos, al fin de cuentas.
El editorial es el llantito caprichoso del niño bien al que los pibes del barrio, del barro, le quitaron un ratito la pelota nueva, para jugarse un picado. Y ni siquiera eso te bancás, de amargo. Si estuvieras en mi Facultad, La Nación, este Editorial no se publica. No por militante. Porque no es periodismo: es propaganda, comunicación partidaria de la peor estofa.
La autora es docente en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata.
N.d.E.: El artículo fue publicado por la autora con el título "Periodismo y Nación".