25 años de Actitud María Marta: corazón y bandera en la tarima
Por Carlos Bosch* | Ilustración: Matías De Brasi
Así como la “revolución” fue el ideal que impulsó a la militancia de la década del 70 y, en la actualidad, son las luchas en torno al “género” y la “diversidad” las que logran los mayores compromisos, los jóvenes de los 90 nos enfrentamos a una serie de problemáticas que estaban cruzadas por la dimensión de la “identidad”. Son de nuestra generación los nietos apropiados durante la última dictadura cívico-militar a los que hubo que restituirles su historia e identidad, gracias a lo cual y al mismo tiempo, toda la sociedad era rescatada de una política explícita que buscaba el borramiento de la memoria colectiva por medio de la impunidad, el negacionismo y el indulto. Con la caída del Muro de Berlín, también tuvimos que transitar las nuevas condiciones de vida impuestas por la globalización neoliberal que ex profeso ponían en crisis las identidades de los partidos políticos, del movimiento obrero o de la concepción misma de “identidad nacional”. De esta forma, vastos sectores quedaron excluidos, muchas voces invisibilizadas y así se llegó a la crisis de representación del 2001.
Cuando el anestesiante imperio del entretenimiento ya daba por desactivado al viejo volcán del arte, algunos artistas de esa generación, ya sea por intuición, instinto o convicción consciente, volvieron a encenderlo haciéndose cargo de la realidad de su tiempo. En todas las expresiones artísticas surgieron proyectos que realizaron una relectura de la relación entre el arte y la sociedad. En el nuevo cine de los 90 se les dio un rol protagónico a las voces de los sectores excluidos, las artes visuales conquistaron el espacio público y se unieron a las marchas para romper la clásica división entre artista y espectador para integrar la voz de los vecinos y organizaciones sociales a la creación misma de las obras o, también, en la danza, se discutieron los roles sociales impuestos a las parejas de baile. En ese contexto socio-político y artístico, hoy quiero destacar a Actitud María Marta, que emergió en medio de un océano de rock nacional junto a un incipiente archipiélago de raperos y se caracterizó por interpelar la realidad izando tres banderas: la lucha por los derechos humanos, la visibilización de las voces populares y la reivindicación de un sentir latinoamericano.
A diferencia de muchos artistas, Actitud hacía lo que decía. Su protesta no se limitaba a la queja, la protesta y la lucha no iban por caminos diferentes. Sólo por poner algunos ejemplos, cuando tomaban el micrófono marcaban su posición contraria a las políticas del olvido, pero también militaban en la agrupación HIJOS, desde el primer momento formaron parte de los escraches a los genocidas y participaron en innumerables actos de las Madres y Abuelas de la Plaza. De la misma forma, se hacían eco de los graves conflictos sociales generados por el neoliberalismo, pero también se hicieron presentes en marchas, piquetes y movimientos sociales. Tocaron en el Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero del 2003 (cuando Lula da Silva acababa de asumir ese mismo mes en Brasil) y en abril del mismo año bancaron a Hugo Chávez en el Encuentro de Solidaridad con la Revolución Bolivariana luego de un intento de golpe. Todo esto lo hicieron antes de que asumiera Néstor Kirchner, antes de que se impulsara la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), se bajaran los cuadros de los genocidas en el Colegio Militar o se realizara la Contracumbre de Mar del Plata. Su lucha siempre fue sincera y por eso trascendía el clima político coyuntural.
Lo artístico pareciera ser algo secundario al lado de todo lo que acabamos de enumerar, pero no, es central. La música, el ritmo o la fuerza de las rimas pueden llegar a profundidades donde los argumentos no llegan. Estamos hablando de una de las columnas sobre las que se construyó el hip hop nacional, no sólo por incluir nuestras luchas políticas a sus reivindicaciones sino por utilizar, nuestros giros lingüísticos y el acento argentino que, hasta ese momento, había sido relegado por una especie de “chicano” anglo-español.
Sus temas no son un calco del hip hop norteamericano. La fusión del hip hop con el reggae y ritmos latinoamericanos genera un clima que nos referencia a toda una cultura, una rítmica que se repite como un ritual hipnotizante y que está complementada por una profunda base a la que se le suma la fuerza conmovedora del soul en las voces melódicas. Sin embargo, esa atmósfera deja ver algo más, nos avisa que se viene una tormenta. De repente, irrumpen las MC (vocalistas de rap) y su lírica nos recuerda que no fuimos a escuchar una poesía superficial, distante, que se legitima en alguna moda extranjera o que nos va a dejar tan vacíos como vinimos. No. Olvidate. Su poesía te mira directo a los ojos, te llega hasta a la cara, cada frase está dicha de una manera que pareciera que llegan al límite de sus fuerzas, te hablan claro, de frente y sin vueltas. En conjunto, tiene una estética con algo de ancestral, cotidiano y visceral a la vez. En temas como “Así está la cosa”, “Hijo de desaparecido”, “Llegó la hora”, “Hijo mío”, “Latinoamericano”, “En el Ghetto” o “Manifiesto”, dan una batalla cultural basada en un ritmo popular con olor a lucha, son corazón y bandera al mismo tiempo.
En sus tres discos y cientos de presentaciones se puede entrever una lucha de fondo, la que le abre las puertas a una subjetividad alternativa a la dominante. Recordemos que la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, lideró la implementación del neoliberalismo global y en 1981 afirmó: “La economía es el método. El objetivo es cambiar el corazón y el alma”[1]. Estábamos frente a una biopolítica[2], buscaban marcar los cuerpos y las subjetividades y, justamente, esos son los territorios del arte. De ahí, su interés en reducirlo a un simple entretenimiento de moda. Sólo entendiendo esto, es como podemos dimensionar la verdadera importancia del legado de Actitud María Marta. Lograron simbolizar lo político, popularizar lo simbólico y, como afirma una vieja consigna feminista, transmitir que “lo personal, es político”[3].
Otro punto central que no podemos dejar afuera si queremos darles el valor que les corresponde, es el hecho de que, en sus comienzos, no existían lugares de hip hop para tocar. Se plantaban en espacios del under o del circuito independiente del rock. El under de los 90 no era vanguardista como el de los 60, ni contracultural como el de los 80, ahora se percibía una gran influencia de la cultura antisistema del punk y una melancolía de fin de siglo que llevaba a muchas bandas a reproducir estéticas de los 60 y 70. El hip hop, en cambio, venía a proponer que un DJ tomara de arrebato el espacio público, que la ruptura visual del grafiti se inserte en nuestra estandarizada Era de la Imagen para que, al mismo tiempo, el breaking le dé una respuesta corporal y creativa al entumecimiento que genera la rutina urbana, de la cual, también se harán cargo los MC tomando la palabra y reclamando su derecho a decir. Esas son las herramientas que el hip hop proponía para la transformación. Por distintos caminos, esos jóvenes de los que sólo se esperaba consumismo, antipolítica y una vida prefabricada, de repente, buscaron romper ese triste destino. Y ese hip hop de los principios de Actitud María Marta, sin lugares para tocar, con el tiempo, se terminó convirtiendo en el movimiento de mayor crecimiento de los últimos años.
Ahora sí, llegó el momento de nombrarlas. A lo largo del tiempo la agrupación pasó por diferentes formaciones, pero yo voy a comenzar por recordar a la que más me identificó personalmente –perdón por la arbitrariedad-: abro destacando el virtuosismo, la creatividad y la potencia que le hace honor a la idea de “actitud” enarbolado por este grupo que ella misma fundó, Malena D’alessio. Sigo con esa voz que te toma por asalto, con la integrante cuyo corazón pareciera ser tan grande que podría prender fuego cada frase, Karen Pastrana. Termino con Karen Fleitas, el alma que transmite esa línea esencial que lo unifica todo, lo equilibra y le da una característica única. Dicho esto, sigo con otras personas muy importantes que también dejaron su huella: Gabriela De Lorenzo, Virginia Marques, Ivonne Guzmán, DJ Black, Alicia “Alika” Dal Monte, Marcelo Baraj (batería), Jorge Di Pascual (guitarra), Gustavo Guida (bajo) y Gustavo Kesenbaum (guitarra).
La generación de nuestros padres, no siempre pudo rendirle un homenaje en vida a los artistas que lucharon por un mundo mejor. Por eso, hoy que podemos, debemos. Quiero homenajear a Actitud María Marta por hacerle frente, con arte y con hechos, al saqueo ideológico y cultural neoliberal y destacar el futuro que engendraron en miles de pibes que hoy agarran un micrófono para rapear lo que sienten. Porque este no es un homenaje en clave de pasado, no busco dejar su obra petrificada sino todo lo contrario, quise mostrar su actualidad y expansión permanente. Por todo eso, vayan estas palabras para ellas, esas guerreras que penetran con su lírica en lo más profundo de tu pensamiento y, si te penetra por otro orificio, no es su culpa, lo siento no miento, la vaselina no te la pusieron ellas, te la pusiste solito hace tiempo.
*Doctor en Artes (Universidad Nacional de las Artes) con un Posgrado Internacional en Política y Gestión en Cultura y Comunicación (FLACSO), investiga la relación entre arte y política siendo autor de “La expansión del discurso subalterno. La producción artística como herramienta de inclusión y construcción política” (Global Knowledge y Universidad Complutense de Madrid) y de artículos publicados en distintas universidades de Argentina, México, Brasil y España.
Notas
[1] "Economics are the method; the object is to change the heart and soul" en The Sunday Times Magazine (3 de mayo de 1981) Mrs Thatcher: The first two years, Journalist: Roland Butt, United Kingdom
2 Foucault, Michel (2006) Seguridad, territorio y población, Fondo de Cultura Económica, Argentina, p.102
3 Kate Millet (1995) La política sexual, Ediciones Cátedra SA, Madrid