Ana Basualdo: en ritmo de crónicas
Por Carlos Ulanovsky
Ana Basualdo es una periodista argentina, curtida en el oficio en publicaciones como el semanario Panorama cuando su director era Tomás Eloy Martínez y en donde tuvo como compañeros de redacción, entre tantos, a Dippy (Jorge Di Paola), a Rodolfo (Rabanal), a Jorge (Bernetti), al gordo (Osvaldo Soriano) y a Miguel Ángel Bustos, asesinado durante la dictadura y aún desaparecido. Basualdo vive en Barcelona desde noviembre de 1975, luego de un apriete de la Triple A lopezreguista. Acaba de publicar El presente (Sigilo Editorial), un libro con dos partes, una caratulada como Buenos Aires en la que recupera crónicas e investigaciones de los años 70 y otra identificada como Barcelona, integrada por materiales generados en su nuevo lugar de residencia, aunque permanentemente intervenida por datos y temas argentinos y porteños.
“Me formé en un tipo de periodismo en que la primera persona era impracticable y la columna de opinión sobre temas diversos no existía”, cuenta desde España. Y agrega que alguien, un maestro del oficio, pero no precisamente encantador la apostilló: “‘Al lector no le interesa lo que usted, periodista, meramente opine. Investigue ese adverbio: ¡Rómpalo!’. La periodista escuchó, pero siguió adelante, crédula y firme en la convicción de que “la crónica es la respuesta, todo lo profunda y elaborada que pueda resultar, a un estímulo del exterior”. Nada casualmente entonces, en el libro homenajea a la memoria de Enrique Raab, un cronista ejemplar, también detenido y desaparecido en 1977. “Ubicuo, como debe ser un reportero, lo averigua y lo muestra todo”, señala la autora sobre Raab y añade: “Enrique fue un reportero absoluto: no le importaba más un tema que otro, si no todos”.
Si se me permite una digresión
En los primeros años de la década del 70, ser periodista era una auténtica fiesta. No solo porque muchos seguíamos pensando que desde esa tarea se podía intervenir favorablemente para que el mundo se volviera un poco mejor, sino porque sobraba el trabajo. Imagínense: aparecían diez revistas semanales, como la que Ana Basualdo creció como periodista y publicó sus trabajos. Había ocupación plena, con una cadenita de colaboraciones que, por entonces, se pagaban en tiempo y forma, se podía vivir dignamente y la Editorial Abril sacaba a la calle publicaciones exitosas como la mencionada Panorama, Siete Días, La Semana Gráfica, Parabrisas, Claudia.
En la página 242 de su libro Basualdo reproduce, con buen tino, el staff de Panorama. Vean ustedes el nivel de ese colectivo. Como secretarios de redacción estaban Francisco Juárez, Jorge Lozano, Juan Merino, Pablo Piacentini, Ernesto Schóo y apenas un escalón más abajo figuraban Edgardo Cozarinsky, Ovidio Lagos y Jorge Raventos. En la redacción, vapuleaban Olivettis especialistas como Carlos Begue, Aída Bortnik, Andrés Bufali, Giselle Casares, Conrado Ceretti, Jorge Miguel Couselo, Ernesto Ekaízer, Jorge Lebedev, Marcelo Pichón Riviere, Juan José Rossi, Carlos Russo, Martín Yriart. En la franja de colaboradores encontramos nombres tan prestigiosos como Miguel Brascó, Gabriela Courreges, Marcos Diskin, Susana Itzcovich, Kado Kostzer, Pirí Lugones, Rodolfo Walsh, Oscar Troncoso. Ni hablar de la calidad de los reporteros gráficos: Carlos Bosch, Mariolino Castellazo, Eduardo Nuñez, Mario Paganetti, Osvaldo Dubini, Carlos Dulitzky. En esa nómina de excelentes oficiantes muchos asumieron el exilio interno durante la dictadura, hay varios desaparecidos, y otros que, como Basualdo, partieron hacia otros destinos, afuera del país, empujados por los militares. También por esto es digno de ser celebrada esta recopilación, porque instala en el recuerdo una de tantas redacciones históricas y también devuelve un tiempo feliz, antes de que la pena y la violencia se lo devorara casi todo.
Más perlitas de Basualdo
En el libro – especialmente valioso para estudiantes de periodismo y otras artes de la comunicación – figuran en su etapa porteña la evocación de grandes confiterías( del Florida Garden al Queen Bess, de la Richmond a Las Violetas); un artículo sobre la moda camp en Argentina, publicada en 1971 que por profundo y sustanciosos podría ser el origen de un libro y extensos y completos perfiles de Paloma Efrón (Blackie) y de Leonardo Favio, poco antes del estreno de su película Juan Moreira. En 1973 fue de las primeras en localizar a la excantante de tangos Ada Falcón, ducha en silencios y misterios, a la que descubrió en su reclusión en Salsipuedes, Córdoba. Triunfadora y mucho más en la década del 30, en 1942, agobiada por un destrato amoroso, la cantante dejó todo y, confabulada con Dios, se amparó en la religión y se refugió en un convento de clausura.
En varias crónicas se desgranan perlitas sorprendentes, algunas de considerable volumen político. En "Perón busca paraíso" recupera la propuesta de Libertad Leblanc que, enterada que en su casa de Gaspar Campos Perón no se sentía del todo cómodo propuso un insólito canje: que el general, de regreso en su país y antes de llegar a la presidencia por tercera vez, se instale en la quinta de la actriz estilo Hollywood en Castelar. Mientras, ella abandonaría su soñado lugar de 8 mil metros cuadrados, con dos piletas de natación, lago artificial, dos cataratas, y se iría a vivir al chalet de Vicente López. Finalmente, el intercambio no se produjo y dejó a Leblanc sin la ilusión de tener “un monumento histórico para mi sola”. En "Eva Perón, 20 años después" (de su fallecimiento en 1952) describe aspectos del proyecto de 1954 de lo que hubiera sido su tumba definitiva que iba a levantarse en Gelly y Obes entre las avenidas del Libertador y Figueroa Alcorta. En un acto simbólico, el entonces presidente Perón depositó una cucharada de cemento inaugural y mujeres llegadas de cada provincia aportaron un cofre de tierra de su lugar natal. El monumento de 137 metros de altura y 43 toneladas de peso, iba a requerir 14 mil metros cúbicos de hormigón armado. Allí cuenta en boca de funcionarios: “En el Banco Nación había 114 millones de pesos para pagar la obra: alguna vez preguntaremos donde están”. Todo fue inútil: como tantas cosas, concluye Basualdo, “los libertadores lo dinamitaron”. La nota sobre la Logia Anael, publicada en 1972, en la que hace abundantes referencias a las polémicas prácticas astrológicas y esotéricas de José López Rega, probablemente sea el motivo que a la cronista le costó su exilio.
Ya en Barcelona, Basualdo (también autora del libro de cuentos Oldsmobile 62, aparecido hace 35 años y que por su calidad se convirtió, con los años, en objeto de culto) afirma que durante un buen tiempo no hubo noche en la que no soñara con una Buenos Aires que la había expulsado. La parte del libro identificada con el acápite de Barcelona tiene muchos más rastros argentinos que hispanos o específicamente catalanes: el primer acto del político Pablo Iglesias, un lugar en Salamat, el locutorio Ecuador. Aún en esos territorios locales, en sus historias se filtran con naturalidad nombres como los de Cortázar, Bioy Casares, Di Benedetto y, por supuesto, Messi por el que, en algún momento, movió cielo y tierra para entrevistarlo.
El libro no tiene prólogo, pero sí epílogo, a través de un diálogo con Edgardo Dobry. En esa charla reconoce “cierta necesidad de contar una porosa incrustación de lo argentino en Barcelona, con el Rosario de Messi y de Fontanarrosa incluídos”. En Barcelona, Ana Basualdo trabajó en medios españoles como Cuadernos para el diálogo, Interviú, Penthouse, La Vanguardia, La maleta de Portbou, hasta una revista de moda para novias que, según dice, “no tuve vergüenza de dirigir”. En el diálogo de tono magistral con Dobry Basualdo apunta:
“En España, el reporterismo de calle ha desaparecido como forma habitual de registro social”.
“Temas idóneos para la crónica periodística se han desplazado (cosa que ella lamenta) al cine documental y a la novelización”.
“El periodismo ha cambiado absolutamente en lo empresarial, tecnológico, formativo, formal, gremial, social. Más o menos, como todo”.
“El periodismo en su versión reporteril es una hermosa artesanía”.
“¿Quién soy? Lo diría así: periodista por oficio y vocación, escritora de un solo libro de ficción y lectora por vocación desde que recuerdo”.