Biblioteca Vigil: la memoria como principio activo
Por Norman Petrich
Tremenda historia tiene la Biblioteca Constancio C. Vigil, en el corazón de la Tablada, uno de los barrios del sur rosarino que la vio nacer junto a Villa Manuelita, allá por 1944. Con una impresionante estructura societaria y una rifa creada en los años 50, esta entidad alcanzó autonomía para convertirse en las décadas del 60 y 70 en uno de los proyectos de educación popular más importantes de Latinoamérica. La Vigil desarrollaba actividades como servicio bibliotecario, educación formal y no formal, observatorio astronómico, editorial, centro de recreación, museo de ciencias naturales, charlas, debates, conferencias y cursos de capacitación en teatro, música, danzas, artes visuales, etc. Todas eran abiertas a la comunidad y a sus asociados en forma gratuita, atendiendo la educación integral y permanente del ser humano. Contaba (y cuenta) con una hermosa sala de teatro y la editorial llegó a tener tiradas de más de dos millones de ejemplares, ya que los socios recibían un libro gratis con el pago de su cuota. Difícilmente quien se precie de tener libros no tenga uno de esta editorial.
Cuando llegó la intervención del último proceso militar, ocho de los miembros de la comisión directiva fueron secuestrados, torturados y vejados, mientras más de 20 socios, empleados, docentes y alumnos fueron desaparecidos o asesinados, delitos que forman parte de la causa Feced III. “De ahora en más, el negrito que quiera tocar el piano, que se lo compre”, escucharon decir a uno de los asesores contables que formó parte de la intervención. Allí comenzó el desguace, el robo, la quema de libros, el uso y abuso del magnífico edificio (lo usó el Ministerio de Educación de la provincia y fue devuelto en mal estado) hasta la restitución en el 2013 a sus verdaderos dueños, que no son otros que los socios y vecinos de Rosario y, especialmente, los de estos barrios del sur.
APU: ¿Cómo consigue la Vigil seguir como referente en la lucha cultural de Rosario luego de pasar por una intervención, con quema de libros incluida?
Patricio Bordes: Creo que la memoria es un principio activo. En nuestro país, luego del terrorismo de Estado, existe la puja por tratar de encontrar el hilo, una forma de reunirnos con la sociedad de antes de la intervención cívico militar y su violencia generalizada. Porque la teoría de los dos demonios nos quiere hacer creer que fueron dos violencias equiparables. Y de esa manera creer que el único objetivo del terrorismo de Estado ha sido el de combatir a la guerrilla. Pero no. También fue así como se instaló y hoy pagamos caro, el neoliberalismo. Así se enriquecieron empresarios notorios por contraer deuda externa que luego el Estado, con Alfonsín, haría de todes les argentines. Para que aspiraciones de cambio, de justicia, se borraran de nuestro imaginario de futuro y de cuerpo común, de nación. Para que proyectos como Vigil, organizados desde abajo en el sur de una ciudad centrífuga que ha crecido expulsando hacia afuera, desaparecieran como potencias creativas de esa sociedad. Eliminaron cuanto mal ejemplo pudieron: los curas renunciantes, la opción por los pobres, las cooperativas y mutuales, los clubes, todo espacio social donde pudieran propagarse las ideas que nos llevaron a imaginar otro país.
La memoria es un principio activo gracias a la lucha de las Madres, las Abuelas, los organismos de derechos humanos. Cada nieto es la demostración más cabal de esto. Y a diferencia de otros países, donde estas luchas no ganaron la legitimidad social que sí ganamos acá, ya forma parte de nuestra cultura política y social. La Biblioteca Vigil fue referente, y lo que está pasando es que ahora podemos re-descubrirla, como un testimonio activo de eso. Y la oportunidad fundamental de recuperarla como referente es que vuelva a ser la casa de puertas abiertas a la potenciación de nuestra experiencia cultural y educativa.
APU: La rifa y los socios fueron la columna vertebral de la Vigil ¿Lo siguen siendo en esta nueva etapa? ¿Cómo funciona eso?
PB: Te diría que sólo los socios, que eran los beneficiarios de los recursos que generaba la rifa. Y los socios era el barrio. La rifa fue un motor económico y también una estructura de despliegue cultural de la biblioteca. Hay que recordar que se regalaban con su compra algunos de los más emblemáticos libros producidos por la Editorial Biblioteca: Paraná el pariente del mar, Santa Fe el paisaje y sus hombres, Rosario, esa ciudad, etc. Se vendían 60 mil bonos anuales con 60 mil libros de regalo. ¿Te imaginás repartirlos? ¿Conocés alguna política pública en la actualidad que pueda tener semejante dimensión? Bueno, eso también era peligroso. En el 2015 la rifa volvió a salir con un libro del relanzamiento de la editorial, El fusilamiento de Penina, conocido por haber padecido la represión cultural, al igual que la institución toda. Por eso en Vigil decimos que el genocidio también es cultural. De modo que la rifa se irá aggiornando a los tiempos actuales, tan distintos, mientras que los socios son la prioridad siempre.
APU: ¿Cuáles son las actividades que pudieron recuperar y cuáles tienen pensadas para el futuro?
PB: Recuperamos la Universidad Popular, en nuestra versión son unos 30 talleres culturales, de los que participan más de 700 personas. Hay de todo: Hip Hop, fotografía, tela, tango, circo, talleres de escritura, etc. para todas las edades. La rifa que comentábamos, ya va por el cuarto año. La Editorial Biblioteca, que ya estamos perfilando nuevamente el proyecto, el servicio bibliotecario. Tenemos un espacio de mujeres que vino con la ola feminista, actividades de lecturas antipatriarcales, recorridos guiados por la historia y el presente de Vigil, la sala de teatro, una de las más hermosas de Rosario, la Saulo Benavente, con una agenda propia abierta a la comunidad. Y también queremos hacer actividades de cara al barrio como ferias y peñas. También, después de mucho tiempo, los socios y directivos de la Biblioteca pudieron testimoniar en la causa FECED III, dejando en claro la alevosía, el desprecio por las conquistas populares, la persecución a la cultura popular.
APU: ¿Cómo es el trabajo editorial que realiza la Biblioteca?
PB: Estamos trabajando en la recuperación de nuestras colecciones, en su momento eran 16. Hasta ahora recuperamos Alfa, para poetas inédites; “Prosistas”, para textos en prosa; “Homenaje”, para poetas que ya han hecho un recorrido como para ser considerados referentes, expresiones de su generación. Recientemente también lanzamos la colección “Praxis”, sobre educación con producción de docentes, educadores de la ciudad; y nuestra colección infantil “El Molinillo”. Como parte de este nuevo acontecer de la Biblioteca, que ha sido reconocida como Sitio de Memoria, también tenemos una colección dedicada a Derechos Humanos.
Actualmente estamos organizando el plan editorial con directores para cada colección, referentes que nos parece que potencian la política editorial. Estamos hilvanando y recuperando algunos títulos del catálogo destruido por la intervención cívico militar, que entendemos expresan un conjunto de avances reales de la sociedad de ese tiempo histórico en materia de derechos que, en el caso de Vigil, se expresaba en educación, cultura, trabajo. Nosotres entendemos la editorial como una política de promoción de la lectura, es decir, como un proyecto anclado en el objetivo de la Biblioteca de formar lecturas, hacer un reconocimiento, una mediación en la cultura local dando a conocer lo que producimos desde el interior del país, con una mirada federal del conocimiento, la cultura popular, la educación.
APU: Hace poco reeditaron ¿Maestro pueblo o maestro gendarme? de María Teresa Nidelcoff. ¿Nos contás la historia de ese libro?
PB: Publicamos dos libros de Nidelcoff, ¿Maestro pueblo o maestro gendarme? (1974), y uno anterior, La escuela y la comprensión de la realidad (1971). El primero es más conocido, hay más de 30 ediciones en Brasil, Perú y Colombia. Acá lo publicó la Editorial Biblioteca, en clave de dar a conocer la producción docente, pensada diríamos con los pies en el barro. Que les maestres puedan sistematizar su experiencia concreta, articular las relación teoría / práctica que le da nombre a la colección “Praxis”, de la que son parte estos dos libros. La historia se puede resumir en que nosotres pensamos en recuperar una política, que no podía eludir la existencia, e incluso la persistencia en la experiencia concreta de muches docentes rosarines que utilizaron este libro, lo discutieron y lo compartieron aún cuando eso, en tiempos del Golpe, fuese peligroso. Logramos convencer en la distancia, porque María Teresa vive en Madrid, de la vigencia de estos textos y de nuestra intención de que sean rediscutidos. Además es una contemporánea de Paulo Freire, y está dialogando desde un punto de vista teórico con aquella experiencia, mientras que en la práctica está discutiendo con sus compañeres docentes, quienes están haciendo la experiencia y la búsqueda de aportar herramientas para la liberación del pueblo, según los términos de esa época.
Este libro además nos ubica a Rosario y a la Biblioteca Vigil, con dos escuelas propias y docentes de gran trayectoria, en el contexto de las pedagogías críticas de la década de 1960-1970. Por supuesto esto no quiere decir que las escuelas de Vigil puedan encuadrarse estrictamente en esa corriente, porque nunca fue homogénea la perspectiva pedagógica. Simplemente que quizás sin demasiada conciencia al respecto, sucedió que sus libros, con los pies en nuestros barrios, estuvieron 30 años discutiendo con la pedagogía crítica de Freire, en Rosario mediante fotocopias y paradójicamente en Brasil con 30 ediciones. Con este libro hacemos entonces homenaje a les docentes que le dieron el uso que merecía.
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* La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión del entrevistado