Cambiemos 2019: la verdadera campaña del miedo
Por Agustín Pisani
Recuerdo cómo desde el PRO o Cambiemos, a través de los medios hegemónicos de comunicación se logró instalar la idea de que el kirchnerismo estaba realizando una campaña del miedo. Que, desde el entonces oficialismo, se exageraba sobre todo lo que perderíamos las personas en caso de que Mauricio Macri (Blanco Villegas) ganara las elecciones.
El mecanismo de proyectar en el otro lo propio es algo que vienen haciendo los amarillos como motor para construir un enemigo claro y acérrimo. Aseveran: "Si ellos son la corrupción, entonces nosotros somos transparentes. Ellos destruyeron todo, por tanto nosotros construiremos", y así sucesivamente.
Luego de tres años en el gobierno oficial, Cambiemos y las demás plataformas políticas comienzan a delinear sus estrategias de campaña. Es evidente que Durán Barba y sus secuaces están poniendo todos sus cañones en el único tema que tienen disponible para venderse eficazmente: la seguridad.
Está clarísimo que la economía no estaría siendo una buena trinchera para dar la pelea electoral. Aunque el año próximo algunos guarismos de la macroeconomía comiencen a generar otra expectativa, el bolsillo y la heladera en la cotidianeidad de la gente no va a expresar ninguna mejora sustancial.
Entonces, si no pueden prometer sacar impuestos a las ganancias, ir en busca de la pobreza 0 o garantizar la búsqueda del pleno empleo, irán por la seguridad. La batalla siempre es cultural y la cultura del miedo es su mejor apuesta.
La temática señalada tiene además una condición muy favorable para Cambiemos y es que cuanto mayor sea la sensación de inseguridad, más opera la discursiva. Cuanto más miedo sienta la población, más pedirá por seguridad. Cuanto más tengas que trabajar y esforzarte para conseguir algo (devaluación, inflación, suba del dólar, de naftas, flexibilización laboral, etc) mayor podría ser el temor a perder lo obtenido.
Con la lógica del desempleo sucede algo similar, el ejército de reserva (desempleados) crece en cantidades exponenciales y presiona sobre los empleados, quienes se ven obligados a sobrevalorar el trabajo que poseen, porque al menos todavía lo conservan.
La cultura del miedo es el viejo nuevo truco que siempre cala en lo profundo de las sociedades. Miedo a perder lo poco que tenemos, miedo a que nos arrebaten el celular o la vida. Miedo sumado a la incertidumbre general, miedo sostenido mediáticamente y miedo generado desde la violencia institucional también.
Los consumos culturales se han disminuido notablemente, ya que acceder al cine, al teatro u otras actividades artísticas han quedado relegadas por la necesidades básicas que urgen frente a todo lo demás. Menos tiempo, menos plata, más pérdida del derecho al acceso a la cultura. Estas son algunas de las razones que hacen que estemos sintiendo o, cercanos a sentir, impotencia, indignación, frustración, enojo, angustia y miedo.
El discurso meritocrático no termina de corroborarse porque la gente se desloma, pero aun así, nota que le cuesta tener lo básico, lo que merece o lo que antes sí podía. Si la persona está en esa franja de quienes se jactan de una buena remuneración, probablemente se tope camino al trabajo con una creciente población en situación de calle y se desplace con temor a sufrir algún ataque. Los famosos vidrios polarizados de los años 90 ya no estarían alcanzando. La situación te toca directa o indirectamente.
Quien tiene algo, puede temer por perderlo. Quienes sienten que no tienen nada o que su existencia se ha desvalorizado porque no pueden cubrir necesidades o consumos que antes sí, ven cómo se ha desvalorizado su vida. La degradación no es únicamente ministerial, es generalizada.
Si antes la patria era el otro, hoy la patria se vuelve una competencia atroz frente al otro, en donde algunas personas exaltan el pensamiento de construir el valor propio en desmedro del otro. “Hay otro que está peor que yo y que puede querer lo que yo soy, lo que conseguí y lo que tengo”. A esta reflexión le falta la conclusión tan habitual y dolorosa: “hay que matar a todos los negros de mierda”.
En Villa Ballester, en noviembre, hubieron episodios de inseguridad seguidos de muerte. Uno tras otro, en un breve lapso. La respuesta de sus ciudadanos fue conglomerarse frente a la comisaría. ¿Qué pedían, cuál era el reclamo? ¿Educación, asistencia social? No, seguridad. Y además, militares en la calle custodiando al barrio. Si bien la gente se encuentra en un estado de vulnerabilidad y es comprensible que no midan sus palabras, el pedido de gendarmería en la calle es alarmante.
Por los votos y no por las botas
Si bien Cambiemos llega al poder siendo elegido democráticamente, su perfil de conducción comparte estructuras con la de la última dictadura cívico-eclesiástica-militar: un modelo económico y social neoliberal, con todo lo que esto conlleva.
Pero Cambiemos no tuvo la necesidad de hacer un golpe de estado para tomar el poder, y de esta misma manera logra que la gente le exija que pongan a gendarmería a custodiar las calles. Tras el pedido de la ciudadanía de Villa Ballester, Patricia Bullrich no podría desestimar el pedido de su gente…
Todo lo que todavía no es legal, en materia de seguridad, se postula como legítimo.
Es normal últimamente escuchar sobre amenazas de bombas en escuelas, hospitales o sobre el inminente crecimiento de narcos en nuestro territorio (por más que detengan a intendentes del PRO con cargamentos de drogas).También se ha instalado la represión como un ejercicio oficial que nos arroja imágenes de jubilados golpeados, la invención de células terroristas mapuches y un listado irrisorio de amenazas más propio del humor de Capusotto que de la realidad en la que vivimos.
Hace muy poco, nuestra ministra de seguridad afirmó que las personas son libres de estar armadas. El llamado a que nos armemos y a que seamos nosotros quiénes velemos por nuestra seguridad por sobre la del resto es una clave fundamental para que esto sea un sálvese quien pueda.
Por si esto no es suficiente, Patricia Bullrich ratificó su protocolo de seguridad en donde las fuerzas armadas están habilitadas a utilizar armas de fuego en caso de que así lo requieran. Agentes federales con permiso a disparar, con muy poca formación y con muchas ganas de hacerle sentir al pueblo el rigor que desde las altas esferas del poder oficialista les piden que apliquen.
Más inseguridad, más posibilidad de hacer campaña
Los hechos sucedidos con el micro de Boca, cuando un gran número de la población mundial estaba pendiente de la gran final, hicieron que Argentina dé una imagen de inseguridad muy apropiada para que Mauricio Macri deslice la necesidad/posibilidad de militarizar la ciudad cuando se juegan partidos (ver frase en min 3:10).
Los barras, los narcos, los delincuentes, los corruptos, los malvivientes, los extranjeros, los piqueteros, los manifestantes, son todos parte de un desorden y una injusticia que Cambiemos postula como el enemigo a combatir.
Mano justa o pará la mano Macri
Teniendo en cuenta que los números de cara a las próximas elecciones presidenciales son muy parejos entre la figura de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, los votantes de Massa son uno de los sectores más importantes a disputar…¿Y qué mejor que el caballito de batalla de la inseguridad para el votante de Massa?
Así quieren que andemos, con miedos y más miedos, con el rabo entre las patas y confiados en una revolución de la alegría que llegará en algún segundo semestre. Tener en claro que nos quieren aislados, fragmentados, enfrentados, desordenados, desorganizados y deprimidos nos permite tomar conciencia sobre un modo de hacer política y marketing que, lejos de paralizarnos, nos permita encontrarnos en unión y organización.