Cine: "Los espíritus de la isla", de la amabilidad a la pregunta
En un principio fue el todo o, lo que es lo mismo… la nada.
Una isla pequeña de Irlanda, allá por el año 1920. Pura naturaleza, tranquilidad, vida campesina, alejados de la guerra y la destrucción humana. Sus acantilados resaltan la pequeñez de los hombres y el paso del tiempo no altera las costumbres de sus habitantes. Ese es el escenario donde se plantea The banshees of Inisherin (2023), dirigida por Martin McDonagh.
Un lugar con tanta quietud que espanta, tanto sosiego que aburre, tanta paz que en-cripta. La taberna, el pub, es uno de los pocos escenarios donde algo pasa, quizás por la cerveza negra que envalentona los espíritus, la música alegre del violín irlandés o por, como suponemos, algo particularmente relacionado con el estallido del alma.
En esta tierra tan plana, cada uno podía “mismarse” en el otro, o sea encontrar a uno mismo en su semejante y de éste modo toda fórmula amorosa parece fácil. Desde ese lugar, la amistad está “asegurada” y no tiene sobresaltos… hasta que acontece lo que irrumpe.
La relación entre dos amigos de toda la vida, Pádriac Súilleabháin y Colm Doherty, había sido forjada con este talante. Hasta que Colm decide volverse un disidente. Pádriac, un hombre inocente, bueno, amable y aburrido no se resigna a perder ese amor puro que hasta entonces los había unido, y persigue a Colm día y noche haciéndole la pregunta en busca de una respuesta. ¿Por qué? Probablemente, la primera vez que Pádriac se preguntaba algo.
Los diálogos son el caudal de la ficción. Si uno fuera un espectador cándido, el film pasaría como una novelita lenta.
Pádriac (después de unas cervezas se anima a hablar, se acerca a Colm sentado junto al policía del pueblo): -¿Quieres saber cuáles son las cosas que más odio en Inisherin? 1, los policías; 2, los violinistas gorditos; 3… espera, tenía algo cómico para la 3. Empezaré de nuevo.
Pádriac se está despertando, se le ocurre algo cómico, pero lo olvida. ¿No es acaso lo cómico una transacción entre lo hostil de la verdad y lo que puede pasar a la conciencia que, aliándose en la risa y en la aprobación social, nos empieza a hablar del malestar del hombre y de la cultura?
Colm: -Vuelve con tu gente Pádriac. Hablo en serio.
P: -¿En serio? ¿Y hablarás conmigo, verdad? Tú, Colm, ¿sabes qué solías ser?
C: -No, Pádriac ¿qué solía ser?
P: -Amable. Solías ser amable. ¿No es así? Y ahora ¿sabes qué eres? No eres amable.
C: -Bueno… supongo que la amabilidad no dura. Pero te diré algo que sí dura.
P: -No me digas una estupidez como la música.
C: -La música dura.
P: -¡Lo sabía!
C: -La pintura dura, la poesía.
P: -Pasa lo mismo con la amabilidad.
C: -¿Sabes a quiénes recordamos por los amables que eran en el siglo XVII?
P: -¿A quiénes?
C: -Absolutamente a nadie. Pero todos recordamos la música de esa época. Todos saben quien es Mozart.
P: -Yo no, así que adiós a esa teoría. Y de todos modos hablamos de amabilidad. No de “cómo se llame”. Mi mamá era amable. Yo la recuerdo. Mi papá era amable. Lo recuerdo. Y mi hermana es amable. La recordaré. La recordaré para siempre.
C: -¿Y quién más lo hará? Recordar a Siobhan y su amabilidad. Nadie lo haría. Dentro de 50 años nadie se acordará de ninguno de nosotros. Empero, la música de un hombre de hace dos siglos…
P: -Empero dice, como un inglés engreído.
C: -Vuelve a casa, Pádriac.
P: -Me importa un bledo Mozart o Borbovem, o cualquier otro que tenga un nombre raro de mierda. Soy Pádriac… y soy amable. Así que preferís ser amigo de éste tipo ¿verdad? (se refiere al policía). Un tipo que golpea a su propio hijo las noches que no abusa de él. Solías ser amable. ¿O nunca lo fuiste? Dios, quizás nunca lo fuiste (se retira de la escena)
Pádriac es un personaje que sufre una transformación. La decisión de Colm lo sacude y lo despierta. Pero ¿qué despierta específicamente a Pádriac de su letargo? La hostilidad.
Pádriac es un personaje que sufre una transformación. Se muestra al principio como un sujeto alienado, instalado en un conformismo apático. Determinado por el afuera, está dormido.
La decisión de Colm lo sacude y lo despierta. Pero ¿qué despierta específicamente a Pádriac de su letargo? La hostilidad.
El verdadero descubrimiento freudiano, la pulsión y su comportamiento, nos acerca a leer más allá del amor puro. El discurso del amor puro lo encontramos en “el día de los enamorados”, en las terapias alternativas, en la psicoterapia, en el modo del amor religioso, entre otros.
¿Cuál es la estrategia de éste discurso? Meter al odio y sus manifestaciones debajo de la alfombra. Pero cuando esta represión ocurre, nada más alejado a debilitarse: el odio cobra fuerza y aflora en su modo más destructivo y sin ley.
La práctica clínica pone de manifiesto que los intentos del sujeto por ignorar la pulsión de muerte sólo logra fortalecerla. Ésta pulsión libre y desregulada adquiere el poder de enfermar o aniquilar al individuo o a comunidades enteras.
Los estadounidenses celebran el día de los enamorados, pero en el reverso de esa moneda está el capitalismo voraz que avanza en pie de guerra, y no sólo destruye al enemigo que se inventa sino que salpica odio, desigualdad y muerte en su propio pueblo.
En cambio, cuando la pulsión de muerte (el odio y todas sus manifestaciones) está acotada, enlazada, intrincada a la pulsión de vida (amor), aparece todo un espectro donde el sujeto y el otro están incluidos en sus posibilidades deseantes. “Saber hacer con el odio”, lo llamaba el psicoanalista argentino Germán García.
Volvamos a Pádriac. Él padecía la pasión del amor (se definía como un hombre bueno y amable) junto con otra de las grandes pasiones: la ignorancia. A partir de una regulada manifestación del odio (la hostilidad), Pádriac quiere saber.
No sólo quiere saber, también ensaya respuestas. Podemos decir aquí que la hostilidad se presenta como un modo del odio que no sólo no es destructivo sino que es separador, que permite decir NO a la demanda arrasadora del otro. Se podría aseverar que esa es la matriz con la que se produce el nacimiento del sujeto deseante.
Siobhan: -Voy a hablar con él, Colm. No tienes que hacer nada drástico. No te molestará más.
C: -Es una pena. Es lo más interesante que hizo. Creo que ahora me vuelve a agradar.
En un principio fue el todo, o lo que es lo mismo…la nada. El modo del pensamiento indiscriminado, igual, uniforme, conformista y pueril. Con la hostilidad aparece la separación, la idea propia, el sujeto que piensa y luego existe. Pádriac empieza a esbozar su propia escritura, soportando las consecuencias de la misma. Se corre del mimetismo del ser amable, sin vacilaciones, con una idea preformada por otros de cómo se vive la vida y empieza a tomar sus propios riesgos, a tener sus propias dudas, sus propias palabras, sus propios actos. ¿No debería ser eso, acaso, la vida?