A desEnredar!, Por Sebastián Russo
Notas sobre el 1º Encuentro Regional de Estudiantes de Artes
Córdoba, Mayo 2012
Fui invitado al 1º Encuentro Regional de Estudiantes de Artes (ENREDA) Y mi presencia, puntualmente ligada a una mesa sobre audiovisual, lejos de haber sido motor de un canónico vínculo jerárquico de graduado/investigador a estudiante, que supondría que las “enseñanzas” van desde un lugar a otro, fue parte de un intercambio recíproco de experiencias, preguntas, ímpetus. Y más aun, me resultó una buena oportunidad para repensar las peligrosas distancias que separan al estudiante del graduado, y la evidencia de una necesaria interrelación. He aquí entonces, algunas ideas (más una crónica) en torno de lo vivido en estas jornadas cordobesas.
Un primer foco de interés resulta el mismo hecho de llamarse Encuentro, y no de modo más profesional, como Seminario, o Congreso. Y no es menor esta diferencia, en un encuentro (y la mayúscula, en este caso pasa a ser sintomáticamente una formalidad) está abierto a que “todo” pueda pasar, el espíritu de interacción se expresa de modos no solo menos restringidos, menos acartonados, estructurados, previsibles, sino que está dado a lo dilemático, cuestionador, conflictivo. De hecho, y como derivación no solo de un modo de nominar, sino de una propuesta programática, se pudo apreciar la intención de cuestionar las bases mismas de las disciplinas en cuestión (las artes), ponerlas en cuestión, tanto desde las formas “estudiante”, “docente”, “profesional”, como desde la misma forma “Encuentro”: además de los clásicos paneles expositivos, hubo talleres, paseos por espacios culturales, fiestas, ferias.
Por otro lado, fue realizado por estudiantes, que a diferencia de un encuentro hecho por graduados, es encarado por un colectivo –el estudiantado-, que por ello, o a partir de ello, conformándose en un actor social, con una historia vaya si destacada, tiene una pretensión de discusión y de acción política. Un actor colectivo, conformado por sujetos aun no encabalgados en su pretensión individual de profesionalización, y por ende, dados a discutir (por ejemplo) las propias curriculas universitarias, en sus contenidos, en las relaciones jerárquicas que encarnan, así como la discusión con las formas académicas heredadas (la lógica del paper), las relaciones Universidad/Arte, Universidad/Sociedad, Universidad/Política. Un estudiantado, que ineludiblemente, lo quieran o no, se entraman a una tradición política que históricamente lo ha hecho actor político privilegiado. Y aquí en Córdoba, esto reverbera de modo singular, a partir de una de las mayores y más paradigmáticas conjunciones políticas argentinas contemporáneas, junto al movimiento obrero, en el ya mítico Cordobazo.
Y es que los estudiantes, conforman un colectivo. Y no (como los graduados) una “multitud” (tomando aquellas categorías en boga en los noventa que ya parecen viejas), es decir, un agrupamiento de individualidades, donde lo que predomina no es el todo sino las partes. No por nada se llama “carrera académica” las etapas a las que se enfrenta el graduado. Y que como toda carrera, es fundamentalmente una competencia, la que gana uno: o sea, se debe intentar llegar antes que el otro. Así, las inquietudes del estudiantado no se reducen al logro personal, sea expresado en “reconocimiento académico”, sea expresado en mantener vínculos económicos estables (a través de becas, subsidios, etc.) Y están particularmente dadas al cuestionamiento del rol social de la propia disciplina (cuestión que parecería que solo tiene lugar y de modo constante durante el estadío de formación) El graduado, el profesional, las preguntas auto referenciales (del estilo de “para qué hago lo que hago, para que sirve esto que hago, como puedo hacer para modificar tal statu quo”), parece reemplazarlas por un “cómo me acomodo en tal o cual institución”, como me sostengo en ella (que es un “como hago que el otro no ocupe mi lugar”), como “crezco” (que es, como avanzo por sobre otros) Con lo pérdida de mirada crítica que esto supone: cuestionar permanentemente lo que se hace, puede ser inactivante, pero no cuestionarlo nunca, cristaliza prácticas, formas, sentidos, es decir, rutiniza, conserva. Digámoslo de una vez, le extrae toda sustancia dilemática a la propia tarea, le quita su carácter de práctica horadadora del estatismo reaccionario al que toda institucionalización conduce.
Y es más, el estudiantado, y en este Encuentro, vio reafirmado su gesto colectivo a través de un carácter (político) aun mas específico, ya que fue organizado por “agrupaciones” (La Bisagra –Córdoba-, Mate Cocido –Rosario-, Asociación de Estudiantes de Bellas Artes –Uruguay-, Agrupación Arveja Esperanza -Tandil-, Centro de Estudiantes de la EMAD –Bs. As-) Es decir, colectivos, que además de pensarse como grupo, se piensan políticamente, entramados con “la” política, con/en/por/contra las discusiones de “la” política.
Fundamentalmente, este tipo de Encuentros (este en particular, al menos), permite (da lugar, alienta a) volver a hacer preguntas fundamentales (incluso) a los ya no estudiantes, y realizarla en voz alta y entramando con otros actores sociales a los estudiantes que participan. Y en este entrame, volverlas incidentes, atravesadas por los problemas de un momento histórico determinado, y una sociedad determinada. Quitándole la tranquilidad de la pregunta ensimismada, volviéndola responsable, agenciadora, y no meramente nominal. Pero manteniéndola dentro de estructuras. Es decir, no una pregunta deconstructora en sí misma, apologética del acontecimiento, sino que manteniendo la tensión entre estructura y acontecimiento. Algo que entre otras cosas pudo explicitarse en este Encuentro en la invitación e interacción con graduados, investigadores, pero también en la promovida reflexión entre la independencia y las ligazones estatales (tanto en la práctica teórica, como artística, sea individual o colectiva), entre la investigación y la inspiración, entre la teoría y la practica.
Crónica de un “paseo”
Llegando a la tarde noche del viernes (segundo día de Encuentro, ya habiendo pasado las mesas centrales, y las mesas especiales) comienzan los “Paseos”, consistentes en la visita de 3 instituciones por recorrido (habiendo 6 recorridos distintos pautados) Una de las visitas a una de estas instituciones, fue al barrio Bella Vista, a un centro popular, que incluía una biblioteca, una huerta, un taller de oficios. Ámbito signado por un sello eminentemente político, surgido de la tradición sindical de la capital cordobesa, y en un barrio donde las consecuencias del desempleo de las empresas automotrices lo conformó “marginalizado” (como enfatiza la que lo presenta, a diferencia del término “marginal”, que no daría cuenta de un proceso y una estigmatización) La presencia policial en el barrio es importante y represora. Los jóvenes son su principal víctima, sobretodo de la lógica clasista y discriminatoria. Se comenta del avance de la presencia policial, y de sus atributos de detención por figuras arbitrarias como la del merodeo. Esta presencia policial, asediante y arbitraria reaparecerá en el final del Encuentro, viviendo en carne propia lo que en esta Biblioteca indigna, pero parece no tocar.
Y esto no habría que verlo como una casualidad, sino como parte de la propia propuesta del Encuentro, que no solo se expresa como reflexivo, sino activo, y así, aquello que podría emerger en forma de análisis, o de testimonios de otros, se hace cuerpo. Una característica, que expresa el carácter político del Encuentro: no solo presentando problemáticas, sino incidiendo, tensionando lo estatuido –en este caso, la ocupación de una calle, hacer música en un espacio publico, y vender alcohol en la vía publica, todas practicas perimidas en suelo de la capital de Córdoba. Los “paseos”, permitieron ver/experimentar concepciones del arte contrapuestas. Y porque son las concepciones de la política (o –mejor- de lo político), del rol social del arte, de sus vínculos con el mercado, lo que aparecen primera y fundamentalmente como diferencia. Evidenciando que el cómo se vive la relación con el otro, con la historia, con las fuerzas productivas, imprime un modo de relación y expresión con el arte determinada. El arte, claro, como parte de un sistema político-económico-cultural. Una evidencia más que remanida, pero parecería nunca suficiente de ser enunciada, ya que la lógica de la compartimentación, la fragmentación, de la especialización, es la lógica que el capitalismo impone a todas las esferas sociales, y la que le permite ser el gran igualador, el paradigma incuestionado.
Así, en este primer ENREDA, al que tuve el enorme privilegio de participar, y en su primera edición (que como todo inicio, en su misma no consolidación, desajustes, se expresa una potencia que deseamos no se burocratice, y menos aun en la peor forma de la burocratización, la de la no-pregunta y la repetición acrítica), las relaciones arte-sociedad, arte-política, arte-mercado, arte-universidad, arte-institución artística, fueron puestas en cuestión. Así como “las formas”, “los contenidos”, del pasado, actuales, del futuro, en su conjunto, haciéndolos constituir una zona debatible, dilemática, tensional, y en un ámbito vital, experiencial.
Cuerpos que se expresan y se ponen en riesgo, tras un ideario, entramados en una tradición: qué otra cosa es la concepción de “sujeto político”.
Sebastián Russo es Sociólogo y docente de la Cátedra Sociología y Antropología del Arte (UBA).