“En busca del cielo”: el día de los muertos y la construcción de una ausencia

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    la noche estrellada
    La noche estrellada. Vincent Van Gogh
INFORME DE UN DÍA

“En busca del cielo”: el día de los muertos y la construcción de una ausencia

06 Noviembre 2022

Hace poco leí En busca del cielo, de Chai Editora, con traducción de Matías Battistón, no sabía de qué iba solo me gusta la voz de Nathalie Léger y me impactó la palabra cielo. Siempre estuve en busca del cielo, pero no lo supe definir hasta que vi el título del libro.

Hoy es el día de los muertos, ayer el de los santos y un nuevo aniversario de la muerte de mi padre. Exactamente cuarenta y tres años, exactamente mi edad. Es cierto me vio nacer en agosto y en noviembre se fue.

Pasé muchos años pensando que la vida era así: sin padres, hasta que un día pregunté. Supongo que fue por la influencia del jardín y de ver a los demás nenes con familias distintas a la mía. Ese día mi mamá me llevó al patio y me dijo: ¿ves esa estrella? La más brillosa, esa que está siempre al lado de la luna.  Ahí está tu papá. No sé qué entendí solo sé que hice un vínculo muy fuerte con esa estrella, el lucero que le dicen.

De a poco fui conociendo un mundo de palabras carentes de sentido para una conexión que ya estaba consolidada. Ese día sucedió algo extraño porque forjé una relación que no se construyó con materia, no había fotos de él conmigo, ni nada que pudiera certificarme su existencia con respecto a mí, lo único que había eran unos casetes de él tocando el piano (Chopin, sobre todo) y yo de bebé llorando atrás. Ahí empecé a entender que también estaba en la música. Entonces cada tanto cuando tenía algún espacio en soledad ponía los casetes y lloraba con mi llanto de fondo.

Claro, en la estrella y en la música clásica, sólo música sin letra, todo muy abstracto. Así entendí que la memoria no solo trabaja con imágenes, también funciona con sonidos, con olores, con tacto. Tuve que aprender a mi papá.

 A los veinte años a modo de juego fuimos con una amiga a hacernos un tatuaje, encontré una niña sentada en la luna queriendo tocar el lucero, por supuesto que fue tan superador que es el único que tengo. Esa vez sentí que algo se resolvía, lo iba a poder tocar, llevarlo en mi piel.  

Hace un tiempo una mujer muy atea a la que yo infructuosamente trataba de convencer de que algo existía y nos cuidaba, me dijo: no entiendo cómo crees en Dios. A lo que yo le respondí: porque creo en mi padre y nunca lo vi. Ahí terminó la inconsistente conversación.

Tengo conciencia de la muerte desde que tengo conciencia de la vida. Siempre estuvo cerca, porque durante mucho tiempo, hasta hoy temo que se muera la gente que tengo alrededor.

De chica tenía una pregunta persistente:

─ ¿Mami, vos te vas a morir?

─No, hijita─ me decía─ yo no me voy a morir.

Admiro la maternidad en estas cuestiones, ¿Quién le daba esa certeza a mi mamá para que yo pudiera dormir tranquila? No importa, cumplió con su promesa.

 

Siempre estuve en busca del cielo, pero no lo supe definir hasta que vi el título del libro.

Pero volvamos a Nathalie Léger, En busca del cielo es un ensayo sobre la muerte, es autobiográfico porque lo narra a partir de la pérdida la persona amada. La escritora expresa una complejidad de manera sencilla y llega a la fibra más íntima.

“Pesada opacidad que cae bruscamente.

Ruido a hueco”. “digan las palabras”. “Anuncien”. “Hay que decir”.

La muerte como lenguaje, eso que hay que nombrar para darle forma. Eso que se avisa. Que se comunica, pero que no tiene explicación. La ausencia, el vacío, lo inoportuno. Nathalie, insiste: “¿Había venido desde afuera? ¿O habrá estado adentro desde siempre?” la sorpresa, lo desprevenido. “Ahora solo queda una especie de cosa (¿pero qué? ¿Una extensión, un estado, una materia?), algo desconocido e irremediable que deberá ser atravesado con pesadez. Un punto oscuro dije, pero no, nada indefinido, al contrario no un punto sino el punto, el único que subsiste, esta muerte, la muerte. Caemos al pronunciar la palabra”.

Nathalie, el presente, lo ausente, lo infinito. Lo que nombro y no puedo tocar.

“No se puede saber nada del amor, ni se puede saber nada de la muerte. Avanzamos a rastras, avanzamos sin tener la menor idea, pero con un tacto infalible”.

Una vez más Nathalie Léger hilvana las palabras y deja ver las costuras con sutileza.

Los pliegues, los puntos, el nudo, el hilo invisible que recorre la trama y la ajusta a la medida de las cosas. En busca del cielo es un trabajo de orfebrería donde cada palabra también es un metal precioso.

 

Una vez más Nathalie Léger hilvana las palabras y deja ver las costuras con sutileza.
Los pliegues, los puntos, el nudo, el hilo invisible que recorre la trama y la ajusta a la medida de las cosas.

Nathalie nombra, pone en palabras lo inasible, lo difícil, lo abstracto.

Crecí con la idea de que los muertos no están en el cementerio, fui pocas veces, las necesarias. Este aniversario mi madre me pidió que la lleve. La pasé a buscar, compramos un ramo de flores y entramos simulando una rutina que nunca tuvimos.

Subimos las escaleras, caminamos un pasillo y ahí en el sector indicado, el nicho. Justo pegado a la ventana. Un nicho donde está mi padre, pero además mi abuela materna y la madre de mis hermanos más grandes. Sí, ahí también somos familia ensamblada, pero eso es otra historia. La cuestión es que subí a una especie de escalera movible, con un descanso lo suficientemente grande para permanecer ahí arriba el tiempo que sea. Puse agua en los floreros, acomodé las flores y para qué más. En realidad tenía que mirar la placa y consustanciarme, sin embargo miré a la ventana y me encontré. Una vez más lo estaba buscando en el cielo.

 

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