Enrique Symms: el último corsario

Enrique Symns tenía una inteligencia muy por encima del promedio. Chorro, falopero, dealer, no fue al colegio y aprendió a escribir a los veintipico, y aún así se constituyó en el periodista más lúcido de los 80’s y uno de los mejores escritores argentinos. Muy por encima de Arlt, de Lamborghini, de Sbarra, de Ragendorfer. Hace que los escritores malditos de nuestra literatura sean párvulos en una merienda de la escuela dominical. 

Pero por sobre todas las cosas fue un filósofo existencial y nihilista del re carajo. Gran heredero de Nietzsche, Schopenhauer, Sartre.

A la vez, también fue un filósofo de la ética excepcional. No por nada era un gran hijo de puta.

Un grande al que seguramente empecemos a descubrir ahora, cuando las nuevas miradas indaguen en su obra y la asociación ( imposible de obviar, por supuesto) de su nombre al de Hunter Thompson , Fante y Bukowski pase a segundo plano.

Ya se lo extrañaba antes de morir, al entrar a una librería y ver a súper ventas como Rolón y Stamateas, o novelistas como Andahazi.

Lo último que me queda por decir es que los mejores ejemplos siempre son los peores. Ellos son los verdaderos maestros del arte de vivir, si existe tal cosa. 

Chau, Enrique, gracias por la cicuta.

Nos vemos después. Mucho después