Espacio de la Memoria Virrey Cevallos: a 43 años del golpe, 43 formas de resistir
Por Nadia Mayorquín
Fotos: Magalí Druscovich
El ciclo del Centro de la Memoria Virrey Cevallos empezó el viernes 1 de marzo con un homenaje a los murgueros víctimas de desaparición. En su programación incluye teatro, poesía, colocación de baldosas en recuerdo de los militantes desaparecidos del barrio e intervenciones gráficas. El 29 de marzo se realizará una suelta de libros y el cierre será el día 31 con murgas, teatro y música en vivo.
Las intervenciones cuentan con un texto en común del poeta Humberto Ak-Abal, que unifica la propuesta colectiva y será leído en las distintas performances:
De vez en cuando
camino al revés.
Es mi modo de recordar.
Si caminara sólo hacia adelante,
te podría contar,
cómo es el olvido.
Historia del Espacio de la Memoria Virrey Cevallos
Ubicado en el barrio de Monserrat, fue un centro clandestino de detención y tortura a cargo de un grupo de tareas del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea Argentina. De acuerdo con los registros y testimonios de vecinos/as y sobrevivientes, se estima que la casa funcionó como centro de detención entre 1976 y 1978. Allí actuó la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) -que en un momento funcionó en la Séptima Brigada Aérea- y la Policía Federal Argentina.
Aunque la mayoría de los detenidos estaban tabicados -constantemente vendados-, los recuerdos físicos y los datos aportados por vecinos permitieron reconstruir la disposición del centro. En la planta baja funcionó la sala de interrogatorio donde los detenidos eran sometidos a preguntas, testimonios registrados con una máquina de escribir. Más atrás, en el ambiente alargado del fondo de la planta baja, funcionó la sala de torturas donde estaba la cama metálica o “parrilla”, que se utilizaba para pasar electricidad por el cuerpo a los detenidos. En el primer y segundo nivel del contrafrente funcionaron las celdas de los secuestrados, pequeños ambientes sin ventilación que habían sido pensados como cuartos de servidumbre a principios del siglo XX. En el entrepiso que da al frente de la calle Virrey Cevallos y que conecta los tres cuerpos de la casa, funcionaron las oficinas de inteligencia. Según los vecinos, por las ventanas que daban a la calle se podían distinguir personas armadas.
Entre los detenidos se cuenta con el testimonio de Osvaldo López, que antes de darse a la fuga recuerda: “Ellos siempre traían gente que torturaban y ponían la música fuerte para que no se escucharan los gritos. Inclusive traían perros grandes a la noche”.
Miriam Lewin tenía 19 años el 17 de mayo de 1977, día en que la secuestraron. La llevaron a la comisaría Nº 44 y de ahí a Virrey Cevallos 632, donde pasó diez meses y medio. Posteriormente fue trasladada a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) hasta enero de 1979. De acuerdo a su testimonio, en el primer piso funcionó el comedor de los represores. Durante su cautiverio, en una ocasión, Lewin fue obligada a lavar los platos y reconoció el logo de la Fuerza Aérea en la vajilla.
Los testimonios del juicio y la sentencia
El 27 de diciembre de 2018 en los Tribunales de Comodoro Py, el tribunal Oral y Federal N ° 2, integrado por Jorge Tassara, Jorge Gorini y Rodrigo Gómez Uriburu, dictó sentencia sobre los delitos de lesa humanidad ocurridos en el centro clandestino Virrey Cevallos. Tres represores fueron condenados: le dieron 15 años al excomandante de la Fuerza Aérea Omar Rubens Graffigna, quien intentó hacerse pasar por senil; Jorge Monteverde, civil de Inteligencia de la Fuerza Aérea fue condenado a 13 años y Enrique Monteverde también civil y agente de inteligencia, fue absuelto.
El sobreviviente Osvaldo López no profundizó en detalles durante su testimonio. Se detuvo cuando el fiscal le preguntó cómo logró escapar de su cautiverio en ese centro, adónde fue, por qué lo detuvieron. Querían saber si militaba o no. Entonces López dijo: “Si no fuera por los libros socialistas y la militancia, yo no contaría mi secuestro, sino que estaría siendo juzgado”. Con esas últimas palabras uno de los jueces expresó que las preguntas habían sido suficientes.
López habló de una mujer, a quién intentó liberar en una celda que estaba al lado de la suya, pero no pudo abrir la cadena y escapó sin ella. La mujer era Lewin, también sobreviviente de ese Centro y de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada). Durante su declaración, ella sí dio detalles de lo sucedido. En la sala de audiencias rememoró su captura, se acordó del auto que la persiguió para llevársela, de las caras de los tipos que la agarraron, y de sus miradas obscenas. Describió los actos siniestros realizados con objetos especialmente hechos para torturar. Consignó los apodos de los represores como “El Sota”, que en ese momento estaba sentado en el banquillo, era Jorge Monteverde. Lewin destacó la terraza de aquella casa, el sitio que fue diez meses su infierno. La terraza, a la que tuvo oportunidad de subir una vez, le dejó un recuerdo vívido, que años después le sirvió para reconocer que ella había estado en Virrey Cevallos 630, a dos cuadras del Departamento Central de Policía.
Se cuenta con el testimonio de nueve sobrevivientes y de una persona que llevaron herida, luego la trasladaron a la ex Esma y terminó muriendo allí. No se sabe con exactitud cuántas víctimas pasaron por el centro clandestino Virrey Cevallos.