Ferreira, exministro de cultura brasileño: “Hay, en Brasil, un gran movimiento que siente la necesidad de revertir este proceso”
Por Fermín Vilela y Leonardo Olivera
Ni bien pongo los pies en la confitería del Hotel Bauen, Leonardo aparece. Nos abrazamos con fuerza. Es una mañana de mucho sol y la primavera parece querer insistir, por fuera de lo últimos acontecimientos políticos sucedidos a nivel regional. Es que partir del primer día del año 2019, la democracia brasileña dará un vuelco de ciento ochenta grados. Un vuelco oscuro, sin lugar a dudas. La victoria presidencial de Jair Bolsonaro, candidato de la extrema derecha, dejó estupefacta no sólo a parte de la población local, sino a gran parte del mundo.
Juca Ferreira es un hombre sencillo, amable y tranquilo. Cuando llega nos da la mano con firmeza, mirándonos a los ojos. Se lo ve, a sus sesenta y ocho años, profundamente animado. Ferreira fue Ministro de Cultura de Brasil durante el segundo mandato de Lula y Dilma Rousseff, hasta el “constitucional” golpe de Estado que la destituyó. Ocupando el cargo de viceministro, acompañó a Gilberto Gil en la administración cultural del estado brasileño durante el primer mandato del Partido de los Trabajadores. Su estadía en Buenos Aires se debe a la presentación de su último trabajo, “Reflexiones sobre las políticas culturales brasileñas en el siglo XXI”, publicado por RGC LIBROS y bajo la coordinación el Observatorio de Culturas Públicas y Políticas Culturales.
APU: Juca, quisiera comenzar preguntándole qué herramientas tiene el campo cultural para enfrentar un panorama electoral como el acontecido en Brasil.
Juca Ferreira: Lo que pasó en la última elección en Brasil fue un desastre no sólo a nivel político, sino a nivel cultural. Jair Bolsonaro tiene una visión de reducción del Estado a una condición mínima. Comenzará, lentamente, a dividir y unificar ministerios. Sin dudas ya estábamos viviendo un proceso de tentativa de extinción por parte del gobierno actual, fruto de una acción inconstitucional como lo fue el Impeach en contra de la presidenta Dilma. Ellos tienen la visión de que la cultura no es un recurso importante. Van a reducir al Estado a su condición de apoyar la producción y circulación mínima de consumo de mercancías. Eso es grave, porque la cultura necesita del apoyo del Estado para crear las mejores condiciones posibles. El acceso y el fomento a la creación son puntos esenciales, a través de programas, de fomentos, incentivos. A través de teatros, museos, bibliotecas. Por lo tanto, vamos a estar viviendo un momento muy difícil. Prácticamente, todo centro cultural en Brasil se posiciono en contra de Bolsonaro, habiéndose ya pronunciando en contra de la ascensión de Temer. Ellos saben que vamos a pasar por muchas dificultades para las artes y la cultura en general.
APU: Recuerdo algunas políticas públicas que tomó siendo ministro de cultura, tales como la desactivación de la Ley Rounaet, la Política Nacional de Cultura Viva o los Fondos para Medios Libres. Imagino que para figuras como Bolsonaro, dichas políticas inclusivas deben representar un despilfarro.
JF: La primera medida de Temer después de haber apartado a Dilma del gobierno fue justamente intentar desarticular el Ministerio de Cultura. Si bien los artistas y activistas culturales ocuparon las dependencias del ministerio de prácticamente todo Brasil, están desarticulándolo desde adentro: sacando los fondos, demitiendo gente, destruyendo grupos de trabajo. Por ejemplo, nosotros teníamos unos de los más notables programas de derecho actoral, reconocido por la UNESCO y otros organismos internacionales. Ese mismo programa fue cancelado. Así están reaccionando frente a prácticamente toda propuesta cultural pública. La única política que no pudieron atacar fue la política de Cine Audiovisual, porque tiene una estructura única, por fuera del Ministerio y a través de la Agencia Nacional de Cine Audiovisual. Pero van a atacar a través del recorte de presupuesto, lo que es preocupante.
APU: Una privatización del sector cultural…
JF: Sí. Transferirlo todo para el Mercado. Pero el Mercado no tiene capacidad, ni es su función proveer la dinámica cultural, mucho menos a nivel presupuestario y popular. Además, no soporta convivir con la libre-expresión. El Mercado está intentando estructurar, poco a poco, un régimen de censura en Brasil.
APU: Hay una creencia, Juca, que está tomando indudable fuerza: la de combatir los procesos de violencia social con aún más violencia por parte de los Estados. ¿Cómo se trabaja esta creencia desde la administración cultural, cómo se deconstruye?
JF: No solamente con más violencia por parte del Estado. Bolsonaro quiere armar a la población, como ya lo han hecho en los Estados Unidos, facilitando el acceso y consumo de armas. La cultura es parte de la construcción de la sensibilidad, del comportamiento, del afecto. Por lo tanto, la cultura tiene un rol importante en la educación para formar una convivencia civilizada, para la adopción de métodos y relaciones calificadas. Pero esta no es una funcionalidad inmediata. La cultura construye a mediano y largo plazo valores y, como dije antes, sensibilidades y comportamientos. Por eso es importante apoyarse en ella para saber atravesar el ciclo que estamos viviendo. Brasil ha vivido el más largo periodo de tranquilidad institucional en su historia republicana. Sería válido afirmar que con el Impeach a Dilma y con la elección de Bolsonaro se extinguió cualquier pacto político de sustentabilidad institucional. Vamos a tener que recomponer ese proceso. Se vuelve necesario definir paradigmas y parámetros. Tengo la certeza que esa idea de armamento que mencionabas va a ser dejada de lado por la sociedad. Ya tenemos demasiada violencia en Brasil. Más armas y más aparato policial significa únicamente más muertes, más bala perdida.
APU: Tengo una inquietud algo ingenua que, sin embargo, comparto con muchos compañeros y compañeras. ¿Será esta imposición reaccionaria global un cambio paradigmático o podremos seguir confiando confiar en la memoria histórica de los pueblos y sus instituciones democráticas?
JF: Ese es un problema. La democracia está viviendo una crisis en todo el mundo. La derecha está creciendo en Europa, en América Latina, en los Estados Unidos. Los representantes políticos del capital financiero, quienes mandan, no tienen demasiado interés en el proceso democrático. Tampoco tienen demasiado interés en un grupo de relaciones horizontales, en un aparato público institucional que resuelva diversas problemáticas. La amenaza, por lo tanto, es real. En América Latina es totalmente real.
Se está utilizando, como lo llaman diversos estudiosos, un instrumento de “guerra híbrida”. Condiciones como la circulación informática de la Internet o las bien llamadas Fake News son un producto de ello, y un conjunto muy poderoso y difícil de combatir. Debemos llevar a cabo un frente amplio democrático para defender la cultura, la política y la libre expresión, resistiendo así la amenaza que tú nombraste.
APU: Las redes sociales son un tema de debate crucial a la hora de pensar esto de la “libre expresión” y la manipulación informativa.
JF: Inicialmente, nosotros tuvimos una ilusión en relación a la Internet. Fuimos pensándola como una gran posibilidad de democratización, que de hecho es, pero sin dejar de tener en cuenta que la Internet es como la calle misma. Pasa gente con todo tipo de intenciones, con buenas y malas ideas. Nosotros no nos preparamos para este complejo avance digital. Ellos, hoy, tienen mecanismos de manipulación de la opinión pública. En Brasil, durante las elecciones, utilizaron fuertemente estos mecanismos. Por ejemplo, la noticia de que Fernando Haddad había abusado de una niña de nueve años. Hasta que la gente se entera de la falsedad de este tipo de noticias ya pasaron las elecciones, ya tuvo un efecto esa manipulación, ese meter miedo. Ellos trabajan mucho con este sentimiento de miedo. Con la emoción y el odio. Es una construcción semejante al acceso del nazismo en Alemania: un uso premeditado de las emociones negativas de las personas para crear una situación de adhesión a sus tesis.
APU: Los pueblos también se equivocan…
JF: ¡Claro! Es evidente. En Brasil hicimos un equipo junto al pueblo. Pero eso no fue suficiente.
APU: Juca, ¿creé que la autocrítica es fundamental a la hora de construir una oposición y resistencia más sólida?
JF: Sin dudas, hay muchas autocríticas para hacer. Erramos demasiado. No hicimos la reforma política, que fue y es una necesidad en Brasil. No hemos democratizado los medios de información, posibilitando de esta forma la multiplicidad de voces. Todavía no llevamos adelante todos estos procesos de democratización. Y ahí es donde tenemos que construir una resistencia. Porque ellos quieren cambiarlo todo. Quieren sacar, de la enseñanza media, programas como los de historia, literatura, psicología, y así formar una población que no tenga capacidad para el pensamiento crítico. Quieren vender el patrimonio público brasileño. Quieren proponer abrir la Amazonia para una explotación comercial de recursos. Son tantos los problemas que van a crear que es difícil concentrarse en uno, ¿no? En la educación, en la estructura jurídica, en la economía. Si llevan adelante sus modificaciones harán retroceder a Brasil, por lo menos, cincuenta años. Y esto va a tener repercusión en toda América Latina. Ya hablaron abiertamente de liderar, por ejemplo, una intervención militar en Venezuela. Por otro lado, Bolsonaro dejó bien en claro que el Mercosur no le parece algo importante. Argentina, para citar un caso, es uno de nuestros mayores puentes comerciales a nivel recursos.
APU: Los discursos totalitarios de Bolsonaro me remiten, de alguna forma, a la idea del antiguo Imperio de Brasil…
JF: Y ni siquiera (risas) Los militares, con toda esta lógica nacionalista, sí remitían al Imperio de Brasil. Pero este tipo de derecha es mediocre. Esa es su principal característica. No formulan una visión de sociedad. Brasil no cabe en el proyecto que están anunciando, es demasiado grande para ellos. Junto a los pentecostales y otras esferas del poder, quieren hacer puentes directos con Donald Trump y los Estados Unidos. Han circulado diferentes videos de Bolsonaro haciendo el saludo militar, entregando condolencias hacia la bandera norteamericana. Entonces aquí tenemos un tipo de dificultad muy específica.
APU: Se podría afirmar que los sondeos electorales, respecto a la grieta regional, les generó algo de esperanza.
JF: Así es. Bolsonaro obtuvo un poco más del treinta por ciento de los votos. Haddad obtuvo un poco más del veinte pero la mayoría de los electores, tanto para un lado como para el otro, ni siquiera fue a votar. No recuerdo el número exacto, pero debe ser más del treinta por ciento del padrón. Entonces, por asi decirlo, eso nos da cierta esperanza. En estas elecciones, además, hubo algo muy positivo, que fue la reacción de una enorme parte de la sociedad. Eso es algo que yo nunca había visto en Brasil. Nunca. Manifestaciones tan grandes en las calles. Y las hubo de todo tipo… Vi hasta payasos manifestarse. Yo, sinceramente, hasta ese momento no sabía que había tantos payasos en Brasil (risas).
APU: Y además, payasos que fueran opositores a la derecha…
JF: Claro, además opositores. Por supuesto que conocía payasos, pero siempre pertenecían a la derecha (risas).
APU: Hay un dicho popular que dice que “ellos nunca tendrán la poesía de su lado”. ¿Podría esto hacer del arte una forma inevitable de resistencia?
JF: Creo que sí. En este momento hay un sentimiento de unidad en Brasil, un gran movimiento que siente la necesidad de revertir este proceso. Hay mucho miedo. La gente se siente amenazada por lo que puede pasar y creo que ese puede ser el germen de la resistencia. No se aun cual será el principal foco de esa resistencia, pero la sociedad brasilera va a resistir. Porque inclusive hoy mismo se está atacando la institucionalidad de nuestro país. El hijo de Bolsonaro dijo que para cerrar el Supremo Tribunal Federal, bastaba un arma y un solo soldado, asique imagínense lo que piensan de las instituciones. Ellos reivindican la tortura. Amenazan con poner aviones a perseguir a los narcos y si estos no se entregan, directamente ametrallar las favelas. No tienen una comprensión de la sociedad. Lo principal, creo, es que no tienen un proyecto para Brasil.
APU: En la Argentina tenemos una discusión sobre el acceso a los espacios públicos frente al avance y control de las fuerzas de seguridad. Brasil tiene una larga tradición de manifestación cultural en los espacios públicos ¿Qué le parece que podría pasar frente al avance de un Estado con las características que plantea Bolsonaro?
JF: –Cuando fui Secretario de Cultura de Sao Paulo, reglamenté la presencia del arte y la cultura en las calles. Ahora, en Belo Horizonte, donde también soy Secretario, estamos haciendo lo mismo. Claro que hay que administrar algunas cosas, no se puede interrumpir aleatoriamente la circulación de los automóviles, tiene que haber un planeamiento y una regulación. Pero la presencia de la cultura y el arte en las calles es fundamental para la sociedad. La calle no puede ser solamente un medio de circulación. Es el espacio privilegiado para la sociabilización y eso es una cuestión fundamental.
En San Paulo existe una idea instalada de que es la ciudad del trabajo. Como si la gente tuviera que despertarse, trabajar y volver a la casa para dormir, recuperarse y volver a trabajar al otro día. Nosotros empezamos un trabajo a través de la cultura para demostrar que la gente necesita ser feliz, encontrarse, hablar, sociabilizar. Esto es una valorización inevitable del espacio público.
APU: Hoy presentas “Reflexiones sobre las políticas culturales brasileñas en el siglo XXI”, ¿querés contarnos un poco de que se trata?
JF: –Este libro es un compendio de intervenciones, artículos y entrevistas que fui dando durante el periodo que fui Ministro. Son testimonios del trabajo que hicimos. Yo me siento en la responsabilidad de hacer un trabajo más profundo, porque la verdad es que fuimos muy innovadores en la gestión de la cultura en Brasil. Lo que empezó Gilberto Gil y yo continué fue un profundo compromiso del Estado con el desarrollo cultural. Entonces tuvimos que pensar políticas nuevas y repensar el paradigma del servicio público, desde un funcionamiento eficiente y eficaz. Fue todo parte de una construcción que hicimos con mucho orgullo en el gobierno de Lula y continuamos con Dilma y creemos que no se puede perder, porque es un patrimonio. Incluso, algunas de nuestras acciones tuvieron repercusión fuera de Brasil. El problema es que yo vivo de mi trabajo y no puedo pasar seis meses escribiendo y sin trabajar. Económicamente no me lo puedo permitir. Pero vamos a armar un proyecto para salir a buscar financiamiento y así seguir desarrollando lo que trata este libro, que son las experiencias de esa misma gestión.
APU: Para finalizar, Juca, ¿qué mensaje te gustaría transmitirle a los ciudadanos de América Latina?
JF: –Una preocupación que yo tengo es cómo va a repercutir lo que está pasando en Brasil en otros países de Latinoamérica. Creo que esto es parte de una ola de la que hay que protegerse. Hay que observar muy bien como accionó la extrema derecha en Brasil, utilizando las Fake News y los bombardeos en whatsapp de una forma perversa, yendo junto a los grandes medios televisivos. Está sucediendo en todas partes. Es una tecnología que ya aplicaron en Inglaterra, en la elección de Trump y ahora en Brasil y no tengo duda que las elecciones no van a ser las mismas a partir de estos hechos. Me da miedo que acá y en otros lugares no se estén preparando para eso, porque nosotros no nos preparamos para esto. Brasil, en ese sentido, fue un laboratorio. Esperemos que puedan aprovechar esa experiencia.