“Hay algo del poner el cuerpo y de la experimentación que se aleja sí o sí de las estructuras”
Por Juan Manuel Ciucci
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo surge el festival?
Yerutí García Arocena: Hablar del festival es hablar de COBAI, que es una asociación civil sin fines de lucro que se crea en 1998 en Rosario por bailarines, creadores, coreógrafos, gente que trabajaba en la investigación de estos nuevos lenguajes en el movimiento. Empezaron a te88ner la necesidad de agruparse, con una necesidad de formación, para poder traer docentes. Como la danza contemporánea históricamente tiene sus comienzos en Europa y EEUU, ahora ya no pero en ese momento los maestros venían de allá. Con la asociación comenzaron a aplicar a subsidios para conseguir el dinero que permitiera traer esos docentes: Steve Paxton, el creador del contact improvisación, Susan Klein, Barbara Mahler. Gente relacionada no sólo con los procesos creativos, sino con la formación, con la divulgación del lenguaje. En el 2000 se propone hacer un festival, un poco con la necesidad de mostrar lo que se estaba produciendo en Rosario, porque en ese momento la danza contemporánea no era tan conocida. Y acá había dos grupos muy importantes que nacieron en los 80: Seis en punto y La troupe. Son los dos grupos emblemáticos de la ciudad, que generaron dos poéticas muy diferentes y muy originales a nivel nacional. Entonces el festival aparece como un lugar donde poder mostrar eso que se estaba gestando, poder compartirlo con un público que sea más amplio que el que hacía danza. Y como la propuesta comenzó a conectarse con otras artes, con otros ambientes, se piensa esta idea de cruce, de cruce de lenguajes. Por lo que estamos ya en El Cruce número 17, y somos un festival independiente. Lo que sí hacemos es trabajar cogestionando a veces con la Municipalidad de Rosario, a veces no. Y nos manejamos a través de subsidios, tenemos el del Instituto Nacional del Teatro, que todos los años lo ganamos. Y aplicamos varias veces a Iberescena y al Fondo Nacional de las Artes. Vamos buscando diferentes maneras de autogestionarnos.
APU: Respecto al tema de buscar un público mayor, ¿existe, lo fueron construyendo?
YGA: Lo fuimos construyendo. En realidad, Rosario en general es un polo cultural muy fuerte: a nivel de la música, el teatro, la literatura tiene exponentes y movidas muy interesantes. Entonces cuando surge El Cruce había una necesidad de encuentro entre artistas para probar otras cosas, para investigar desde otros lugares. Entonces primeramente no había público para la danza contemporánea, hasta que el festival comenzó a ampliarlo. Las personas que tenían un interés en el arte contemporáneo en general empezaron a encontrar en El Cruce un espacio donde podían ver algo de la performance, algo de las instalaciones, algo de la relación entre la música y de la danza desde la improvisación, entre el teatro y la danza y esos híbridos que no sabés bien qué son. Se sumó un público más general, personas que trabajan a lo mejor desde un lugar más intelectual. Así que fue una construcción, que sigue, porque uno de nuestros objetivos es la promoción y la difusión del lenguaje. En ese sentido, empezamos a promover salir de los teatros y trabajar afuera, para acercarnos al público general, para democratizar la idea del arte contemporáneo que siempre queda como un poco encriptado. Eso también fue como una herramienta que fue generando un público nuevo, diverso.
APU: Quizás sea la danza contemporánea la que está siempre a la vanguardia, que genera una mayor ruptura, y que quizás eso dificulte un acercamiento mayor del público…
YGA: Creo que ya enmarcarse dentro del arte contemporánea genera una incomodidad como espectador, pero lo mismo como creador, porque aparecen preguntas que si no, directamente ni te las haces. Y creo que es un problema de la danza en general, no de la contemporánea, que tiene esta cuestión de la abstracción que hace que a nivel histórico/social todo lo que tiene que ver con lo abstracto, con lo no definido, con la multiplicidad de sentido, fuera siempre como coartado. Siempre se busca estipular, crear una tendencia, armar una estructura, decir qué esta bien y qué mal, qué es arte y qué no. En ese sentido, los bailarines vamos por otro lugar. Hay algo del poner el cuerpo y de la experimentación que se aleja sí o sí de las estructuras. Eso hace que sea más difícil tener una masividad o ser aceptados como cualquier otro arte más popular, que no genera las mismas preguntas.
APU: ¿Eso no genera un problema de un público que practica danza, y que ve más la cuestión del desenvolvimiento físico más allá de la posibilidad de apreciar las obras en sí?
YGA: Eso me parece relativo, pero sí creo que muchas veces el desarrollo de los lenguajes tiene que ver con la respuesta del otro y con la construcción de circuitos que generen condiciones como para que uno pueda seguir creando, mostrar su laburo, moverlo. Como esos circuitos son muy pequeños, a veces sucede que pensar en trabajar en una obra genera tanto trabajo, tanto esfuerzo, que queda la sensación del qué hago con todo esto.. Eso genera una problemática en la creación. Ir a ver danza tiene que ver también con un ritual, estar presente, tener que ir, el vivo de la danza genera que haya un deseo y una acción de estar. Y socialmente, culturalmente, estamos cada vez más sentados esperando que las cosas nos vengan o poniendo Netflix. El teatro también, pero tiene más aristas tradicionales, convencionales, hay un link que se hace más claro con el público.
APU: Eso da la idea también de un circuito, ¿existe en Rosario para la danza, ustedes lo establecen con otros festivales?
YGA: En Rosario hay mucha movida de danza independiente, y después están las escuelas estatales. Tenemos un terciario, una escuela media, una escuela municipal, elencos estables de esas dependencias. Ese sería el circuito formal. Y después tenemos un montón de producción independiente, estudios, docentes. Y a nivel de festival, de artes escénicas contemporáneas, somos el único en Rosario. Pero trabajamos en colaboración con otros festivales: Danza al borde de Valparaíso, Danzafuera de La Plata, el Espacio Café Muller. Siempre vamos buscando colaboraciones con distintos colectivos para aunar esfuerzos.
APU: ¿Existe también un interés por la producción teórica?
YGA: Sí, tenemos una revista, Inquieta, que es una publicación que apareció desde una problemática que empezamos a encontrar de poca producción teórica y reflexiva a partir de lo que hacemos. Un equipo de COBAI comenzó a trabajar para fortalecer esa pata que nos falta. A partir de eso nos empezamos a encontrar con un montón de gente que estaba escribiendo y no tenía donde publicar, gente que invitamos y comenzó a escribir. Tenemos mucha relación con el Instituto Isabel Taboga, donde muchos somos docentes, alumnos o egresados. Hay mucha teorización de docentes de áreas como filosofía, estética, que se encontraron con el lenguaje de la danza y con la posibilidad de escribir a partir de eso. Y nos sumamos a la lucha de ARECIA, para lograr una ley de fomento a las revistas culturales independientes. Podemos así poner de relevancia muchas cosas que se hacen en toda la Argentina, no solamente en Buenos Aires, y que no encontraban lugar.
Foto: Momentum, de la compañía Cocoondance