José Tedeschi: el cura villero, su hija Itatí y el terrorismo antes del terror
Por Mariano Pacheco
I: Los pasadizos secretos de la memoria
“Nos duele amigos hasta los huesos/ y se endurecen nuestras entrañas/ Por la injusticia, la cobardía,/ nos va invadiendo la hipocresía”.
Solíamos cantar cada dos por tres esa canción anónima que se fue trasmitiendo de barrio en barrio, de boca en boca, de generación en generación.
“Hay tanta bronca acumulada,/tanta traición disimulada/ Que se nos ciegan nuestras miradas,/ Y el desencanto no va aquietando”.
Corría la segunda mitad de la década del noventa y por aquí y por allá se multiplicaban los focos de resistencia popular y de rebeldía y ejercicio de la solidaridad entre las juventudes trabajadoras y de los sectores populares. Había quienes se acercaban a los escraches que los HIJOS (de los detenidos-desaparecidos por la última dictadura) le hacían a los genocidas que la (in) justicia en tiempos menemistas había dejado en libertad, quienes hacían actividades contraculturales (ferias de fanzines, revistas, programas de radio, muraleadas, recitales de rock de todas las tribus) y quienes desarrollaban actividades solidarias en los barrios, sea apoyo escolar y actividades recreativas para niñas y niños en alguna biblioteca popular, dar una mano en algún comedor comunitario. Muchas veces estas iniciativas territoriales se combinaban con la organización de los Centros de Estudiantes en los colegios secundarios y con juntadas en esquinas para tomar algo y tocar un rato la guitarra.
“Hay que seguir andando nomás,/ hay que seguir andando./ Hay que seguir andando nomás,/ hay que seguir andando”.
La canción –según la leyenda-- surgió en el seno de las Comunidades Eclesiales de Base, que al menos en la Zona Sur del Conurbano continuaban teniendo una relativa presencia entre los sectores populares, más allá de la proliferación de Iglesias Evangelistas y otras similares, y del cada vez mayor compromiso de las estructuras eclesiales con los poderes neoliberales. Y aún quienes escuchábamos metal, o punk o rock barrial, nos emocionábamos al cantarla.
“Muchos no están, hermano mío,/y el corazón siente el vacío./ Corren lágrimas en nuestro rostro, ellos están juntos a nosotros”.
En el barrio José Hernández, situado en una frontera difusa entre Quilmes y San Francisco Solano, esa canción se cantaba con frecuencia.
“Por el dolor, la voz callada/ que nos golpea, que nos aplasta./ Resiste el hombre que está enjaulado,/ resiste el pueblo acribillado”.
Una vez fuimos a José Hernández con Itatí. Recuerdo que ella insistió en asistir al festejo del Día del niño en otro barrio diferente al suyo, más allá de que también en la villa habíamos realizado (o estábamos por llevar adelante) un festejo similar.
“Y se nos ciegan nuestras miradas,/ que nuestra historia no está cerrada./ Son nuestro llanto, nuestra alegría, semilla abierta de nuestra vida”.
En José Hernández participábamos de la Parroquia Las Lágrimas y en Villa Itatí del espacio comunitario del lugar. Éramos apenas un puñado de personas en Quilmes, un grupo en Avellaneda (donde comenzaba a desarrollarse el Movimiento de Trabajadores Desocupados) y algún que otro militante en otra zona. A veces nos juntábamos todos, como en agosto de 1997, cuando hicimos un corte de ruta en el triángulo de Bernal y la Villa Itatí fue base logística de la protesta
“Al hombre nuevo Dios va creando,/ con nuestro barro lo va engendrando./ También camina a nuestro lado, no tengas miedo, suma tu mano”.
En Villa Itatí funcionaba una Biblioteca Popular, La Salita y, si mal no recuerdo, un merendero. Allí nos abrió las puertas Juanita, madre de Itatí, quien supo ser compañera de Pepe.
“Su espíritu sigue impulsando/ a éste pueblo crucificado./ El pueblo libre será posible,/ muchos testigos hoy nos lo dicen”.
La primera vez que llegué a Itatí la vi a Juanita, y también, a Tati, como la gente de más confianza le decía a Itatí: flaquita y llena de energía, como su madre, la joven Itatí andaba con su pequeño hijo de acá para allá, y se sumaba a las actividades que a veces eran apoyo escolar con las criaturas de la zona, y otras charlas-debate u otras iniciativas a través de las cuales buscábamos convocar a la juventud. Una de esas actividades fue pintar el frente del lugar, bajo la firma Grupo de Base José Tedeschi.
“Padre Angelelli, Oscar Romero,/ Carlos Mujica, mil compañeros,/ Su sangre canta en nuestras cuerdas,/ éste es el tiempo del hombre nuevo”.
Pepe Tedeschi fue capturado por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) el lunes 2 de febrero de 1976. Tenía entonces 41 años. Su cuerpo sin vida apareció el 18 de ese mismo mes. Juanita, embarazada de Itatí, dio a luz a su hija al día siguiente. Cinco días después se produce el golpe de Estado que hizo del país entero un dispositivo concentracionario.
“Hay que seguir andando nomás,/ hay que seguir andando./ Hay que seguir andando nomás,/ hay que seguir andando...”.
II- En tiempo presente
Tomo el tren en Constitución, rumbo a Quilmes, para dirigirme al Colegio Don Bosco. Es jueves 5 de marzo de 2020, horario pico, casi no entro en los vagones del tren Roca. Mensaje de Itatí: “nos vemos a las 18, es en Belgrano entre Don Bosco y Zapiola, donde está la Iglesia, el Teatro y el Colegio”. Conozco bien la zona: cuando era niño mi abuela vivía cerca de allí, y cursé el primario a unas pocas cuadras. Bajo en Estación Bernal y camino a paso apresurado, a pesar del calor, mientras escucho con los auriculares puestos Uff, el disco en vivo de la banda quilmeña Sin Ley.
Cuando llego lo saludo a Marcelo, con quien caminamos las calles de Itatí –y tantos otros barrios-- en los años noventa. También a Hugo Colaone, actual secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de Quilmes, El Pájaro para quienes lo conocemos de hace rato, hermano de Cacho –por su parte--, el compañero que nos formó en los primeros años de la militancia.
El 5 de marzo, pero de 1934 y en Italia, nació José Tedeschi, quien en 1950 terminó junto a su madre, su padre y cuatro hermanos viviendo en el distrito bonaerense de Avellaneda, siguió estudios para acceder al sacerdocio en la Escuela Don Bosco de Bernal de la Orden Salesiana, donde se ordenó. Luego pasó al clero secular y fue cura obrero. Perteneció al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Finalmente, dejó el ministerio y vivió en la villa Itatí de Don Bosco, Quilmes. Fue sacerdote y obrero, mártir de los inmigrantes y villeros. Cuatro años después ingresó en el seminario de Bernal y en 1967 fue consagrado sacerdote de la iglesia María Auxiliadora. Previo paso por Mar del Plata, José recaló en la Iglesia de Don Bosco, donde se unió a los curas salesianos y tiempo después fue uno de los tantos que se sumó a las filas del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Pepe había sido carpintero: dicen que construyó su humilde casa de madera con sus propias manos; también, según las leyendas que circulan en la Zona Sur, en esa misma casa se armaban largas mesas para compartir la comida junto a los vecinos más pobres en la nochebuena: compartir el vino y el pan en la fiesta de Navidad, hacer de la comunión una común unión que las mujeres y hombres que cada día edifican este mundo.
Ahora, desde el 4 de marzo de 2020, el ingreso al Colegio donde se formó Pepe lleva una placa en su homenaje. Su hija Itatí se emociona, dice que este tipo de encuentros la ayudan a encontrar esos pedacitos de su vida que le faltan, que le arrancaron. “Que haya sido acá para mí es muy importante. La gente del barrio quería colocar la placa en Itatí, pero a mí se me ocurrió la locura de querer ponerla acá, en esta Iglesia en donde él estuvo para que los pibes cuando pasen por acá y la vean tal vez puedan preguntarle a los curas o a sus profesores quien fue Pepe, un cura que tuvo una hija”.
Entre los concurrentes no faltan quienes filman la actividad, y entre ellos, Eva Pizarro, que junto con A Cine y la productora Carolina Álvarez están elaborando el documental “Itatí: la mujer, el cura y el barrio”. También el sacerdote Eduardo De La Serna, quien consultado por este cronista resalta la importancia de colocar la placa, ya que al haber dejado el ministerio y haber tenido una hija, “Pepe quedó un poco invisibilizado o pasó directamente a ser mala palabra”. El Curas del grupo de la “Opción por los Pobres” de Bernal destaca lo colorido de las “baldosas de la memoria”, porque “marcan una huella que no podemos dejar de mirar al caminar, la huella de nuestros mártires, de aquellos que fueron asesinados por la dictadura cívico-eclesiástico-militar y que hoy nos invitan a caminar sobre sus huellas, que son las huellas que los pobres van dejando para que también los curas caminemos sobre ellas”.
Hugo Colaone, secretario Derechos Humanos de la Municipalidad de Quilmes, subraya por su parte que la colocación de la placa es también un homenaje a su compañera Juanita Ríos, y dice que, si bien no recuerda si se cruzó alguna vez o no con Pepe, quiere quedarse con el “Pepe compañero”, el José Tedeschi vinculado al Movimiento Villero Peronista que peleaba por otro país, “porque nosotros siempre junto al reclamo de Verdad y Justicia rescatamos a nuestros compañeros, sus luchas e ideales, sus organizaciones, porque los mataron o desaparecieron no sólo porque eran buenos curas, como en este caso, o buenos periodistas o lo que fuera, sino sobre todo porque eran compañeros que luchaban”.
Entre los asistentes también se encuentran Blatezki, fundador del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, quien cuenta que, precisamente, el MEDH se funda por la desaparición de Pepe, y el asesinato en San Fernando de otro cura, Francisco Suárez, y ahí las Iglesias se juntaron para reaccionar. También recuerda su llegada a Quilmes, en 1979, y su primer encuentro con el padre Luis Farinello. Ni bien lo nombra estallan los aplausos. Blatezki continúa: “Luis me contó lo que era Quilmes en el 79, y enseguida me dijo que su mejor compañero en la zona había sido José Tesdechi, y me habló de él, de Pepe, de su vida”. Para terminar, Pastor Arturo Blatezki cita unas palabras de Jesús:
“Quienes quieran asegurar egoístamente su vida para él, ese la va a perder. Pero el que entregue generosamente su vida por sus hermanas y hermanos más pobres, la va a ganar por todos los tiempos”.
Y luego remata:
“José Pepe Tedeschi ya ganó su vida, eterna, por todos los tiempos. Porque no sólo sigue viviendo en vos, Itatí, y en toda tu familia, sino en todo nuestro pueblo, en toda la iglesia de la cristiandad, que nuevamente hoy está dispuesta a entregar su vida, generosamente junto a su pueblo, para conquistar una patria libre”.