Josefina Zuain: “Pienso la danza y la escritura no tanto como disciplinas, sino como haceres, prácticas y oficios”

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Josefina Zuain: “Pienso la danza y la escritura no tanto como disciplinas, sino como haceres, prácticas y oficios”

10 Abril 2022

Por Adriana Barenstein | Foto tapa: Grisel Alboniga | Foto interior: Fátima Sastre

Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.   

El arte es aquello que hace que la vida sea más interesante que el arte. (Robert Filliou)  

Josefina Zuain (1985) es bailarina y escritora. Coordina talleres de escritura para artistas y se desempeña como consultora de proyectos en el área del arte y afines. Es Licenciada en Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y Doctoranda en Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Salamanca, donde en 2019 finalizó su Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte. Dirige 2da En Papel Editora, un sello editorial especializado en contenidos de danza, y una plataforma virtual en formato archivo que reúne 12 años de producción de contenidos en torno a la danza: cuadernosdedanza.com.ar

AGENCIA PACO URONDO: Sos bailarina, escritora y dirigís un sello editorial especializado en contenidos de danza. ¿Cómo se manifiesta este cruce de disciplinas - escritura y danza - en tu acción artística, académica y docente?

Josefina Zuain: En principio creo que no es un “cruce” en el sentido más explícito de la imagen. No son cosas que van en direcciones diferentes y se cruzan en algún punto, sino que son prácticas que forman parte de lo mismo. Pienso que la danza y la escritura no son tanto disciplinas, más bien las pienso como haceres, prácticas, oficios, artesanía. No oponer estas prácticas como si fueran una y otra cosa de naturaleza o esencia diferentes me permite trabajar con ambas al mismo tiempo y elaborar diferentes espacios para el encuentro, la circulación, el estar y la investigación. Así se van haciendo publicaciones, encuentros de improvisación, investigaciones académicas, textos de diferentes formatos, clases de twerk, procesos colectivos, etc. Y, así también, las cosas se integran, tienen su tiempo propio y son de larga duración.

Entre otros espacios hay dos que comparto con las mejores colegas del mundo, Segunda En Papel Editora, junto a María Paz Garaloces y la plataforma cuadernosdedanza.com.ar, junto a Bel Eiff, Caterina Mora y Fátima Sastre. Al no separar la danza de la escritura o la escritura de la danza, emerge una relación dinámica, un ir por un lado o por otro “sin dramas” (¡no digo que no sea dramática eh!). Porque se trata de estar atenta a no configurar el imaginario de que hay que hacer grandes esfuerzos de pasaje de naturaleza o esencia. Trabajo la danza en la escritura y la escritura en la danza. 

Siguiendo, por ejemplo, la noción de que la teoría es una práctica resolvemos un conflicto inicial entre teoría y práctica y, así, ambas pasan a formar parte de un modo de hacer, vivir, pensar, danzar y escribir. Esta posición respecto de lo que hago me permite llevar al mismo tiempo una cantidad muy grande de procesos que van produciendo diferentes materias, encuentros, dinámicas y zonas de estudio. Esta es también mi militancia, mi bandera, mi misión idiota. Es por ello que doy talleres de escritura para artistas, de escritura a través de la danza, porque creo profundamente en la autonomía y la creatividad que puede generar en el pensar, el pasar a apropiarse de la escritura y desescolarizar la relación que mantenemos con el escribir.

La escritura tiene en común con la danza ese imaginario de que si se la practica de forma profesional es “libre y expresiva, pero muy difícil”, si se la práctica de forma amateur es un divertimento bobo, si no, simplemente se cree que no se la práctica, se cree que la vida no tiene nada que ver con escribir o bailar y, este último, es el imaginario más falso y peligroso de todos, porque, en primer lugar, somos una sociedad hiper alfabetizada y en primer-primer lugar somos cuerpo, somos movimiento, somos eso que hacemos día a día y bailamos a veces hasta sin darnos cuenta. 

APU: Decís "hacer, vivir, pensar, danzar y escribir". ¿Diferentes nombres para una realidad única? ¿Nombrar y hacer, qué asociaciones: nombrar limita, hacer amplifica? ¿O bien qué relación hay entre los límites de "nombrar y hacer", "cuerpo, palabra y acción" o "cuerpo y mundo"? Una pregunta amplia, a propósito de tu respuesta anterior: para que la rompas en mil pedazos o como más te guste (risas).

J.Z.: Varias acciones simultáneas para hacer vida. Hace poco leí un pequeño texto que Ana Gallardo (artista plástica) estampó en unas remeras: “El arte es eso que hace que la vida sea más interesante que el arte”. ¡Brillante! Hacemos mundo con lo que hacemos y ese hacer puede configurarse y reconfigurarse sin cesar. Las cosas no están dadas. Los espacios, los textos, la danza, el cuerpo… nada está dado. Vivir no es un juego de azar, depende de dónde nos ubiquemos y, sobre todo, depende de que sea dónde sea que nos encontremos, seamos capaces de movernos cuando sea necesario.    

APU: Pregunto a partir de la pregunta que vos misma te hacés: ¿De qué maneras podemos hoy pensar, atravesar y resignificar nuestro patrimonio (arquitectónico, histórico y cultural) desde una perspectiva que permita no sólo su relectura sino, fundamentalmente, su apropiación por parte de la comunidad de artistas de la danza?

J.Z.: Esa fue la celebración del pasado sábado 26 de marzo cuando logramos que nos abrieran las puertas y las ventanas del Salón de Baile del Museo de Artes Decorativas. La tipología de casa-museo acarrea complejidades muy específicas, porque implica que todo, todo, es patrimonio: el piso, las paredes, los decorados, el mobiliario. Evidentemente, este no es un problema que existe en otras tipologías de museos, es una situación específica y singular del Palacio Errázuriz Alvear, actual Museo de Arte Decorativo. El hecho de que el Salón pertenezca a este tipo de espacios implica muchas veces que sea poco utilizado para danzar (creo que es la primera vez que hay cuarenta personas acostadas sobre ese piso investigando su peso).

La danza viene asociada a imaginarios que a veces no le juegan a favor, por ejemplo, ¿por qué daría más miedo a la gestión del museo que haya bailarinas trabajando en esa sala, a que cientos de personas paseen a ver obras allí exhibidas? Bueno, porque la imagen del cuerpo que se expresa, se opone a la imagen del espectador que acarrea otro imaginario: el de la persona que pasivamente consume el arte disponible a ser percibido por sus ojos. Ambos imaginarios son un poco falsos y ambos imaginarios son igualmente “controlables”, quiero decir: si en una obra o práctica compartida, lxs asistentxs atentan de alguna manera contra el patrimonio se puede poner un límite, de la misma manera que se hace cuando alguien va a tocar una escultura (o lo que sea que haga, todos los museos están llenos de restricciones). No quiero con ello reivindicar las limitaciones innecesarias que imponen de forma creciente los museos a sus visitantes, quiero decir que, incluso defendiendo la misma lógica, la práctica de danza en el Salón de Baile es posible.

Entonces, la pregunta se responde haciendo uso, convocando gente, señalando, entrando, tirándonos en ese suelo. El hecho de que 30 personas durante dos años hayamos estado publicando fragmentos de la investigación, imágenes de archivo y otras materias que fueron emergiendo durante el proceso, elaboró un llamado de atención que se manifiesta en un entusiasmo colectivo por entrar en la sala (¡se anotaron 120 personas para participar de la actividad!), una sala que para muchas de nosotras no significaba nada y ahora significa muchísimo. Creo que eso sintetiza mi idea de patrimonio, producir con él, saber que existe, que entre dentro del circuito de lo que nos afecta. 

APU: Patrimonio, Danzas Palaciegas, Salones de Baile, Protocolos y Códigos de comportamiento social, los grandes temas del proyecto colectivo que dirigiste en el Museo de Arte Decorativo. ¿Cuál es el eje que atraviesa esta investigación, en tus palabras?

J.Z.: Jajaja, ¡no quiero sonar punk! Pero nuevamente me proponés una imagen que me sirve para pensar en tanto y en cuanto la descarto. No hay un eje. De hecho, la intención fue literalmente: entrar por todos lados. Aprovechando las condiciones de que no podíamos entrar al modo tradicional, todas las estrategias de trabajo las diseñé, justamente, para encontrar muchos caminos. Dilatar el ingreso fue, de hecho, intencionadamente promovido, porque lo que no se podía hacer era la palanca para abrir oportunidades e investigar otras maneras posibles. Durante el recorrido me acordé varias veces de que cuando mi papá nos llevó a Sudáfrica a los doce años, nos dijo seis meses antes: “estudien, lean algo antes de viajar”. 

Entonces el hacer sentido entre diferentes voces, experiencias y saberes, elaborar un espacio de creación y escritura, un espacio que fuera colectivo y permitiera el desarrollo de especificidades por persona, es parte de la red de criterios que forman parte, pero no es uno o dos o tres ejes. Me propuse crear un recorrido colectivo que no aplaste las experiencias, bagajes, lecturas y posibilidades de cada una de las personas que se han acercado. Me propuse generar un espacio de trabajo que no imponga agendas imposibles y moralizantes. Un espacio que no evalúe la participación o el “compromiso” sino que sea un tiempo de trabajar colectivamente con lo que se va produciendo mientras se participa.

Y los resultados son de una exquisitez emocionante. La parte de no moralizar la agenda es la que más cuesta que los grupos nuevos palpen y es una forma de trabajo que me ha permitido mantener equipos durante largos años, en un país en donde es difícil sostener a largo plazo. Creo que este es un buen momento para decirte los nombres de las genias que me acompañaron y agradecerles cada una de sus participaciones, intercambios, posibilidades, confianza, entrega: Ana Elisa Schürmann, Ana Soledad Biagi, Camelia Córdoba, Carolina Ramírez, Claudia Igaz, Claudia Mel, Daniela Isabel Ortiz, Diego Enrique, Emilia Pujadas, Florencia Rocco, Grisel Alboniga, Inés Diaz Saubidet, Jezabel Amin, Maité Galarza, Malena Albarracin, María Paz Imán, Marina Julieta Amestoy, Mercy Tatiana, Nadia Palma Schlaps, Naiara Verdun, Rocío García Brangeri, Vanessa De La O.

APU: Tu trabajo habla de la investigación del  archivo y la documentación en danza y performance. ¿Cuál es tu visión del estado de cosas en Argentina en relación a estos temas?

J.Z.: Es muy difícil saber el estado de cosas de un país tan grande como Argentina, con su amplitud de prácticas y propuestas, territorios, municipios, provincias. La riqueza inmensa de grupos de trabajo, la dificultad de sostener y dar visibilidad, la falta de recursos y otras dificultades que igualmente no frenan en nada la actividad que se realiza. Sólo puedo decir que donde veo que es necesario hacer un trabajo, si puedo, voy y lo hago y siempre que hago algo convoco y muevo gente, y esa gente se queda siempre moviendo más, es expansivo, porque no encuentro mucho sentido al hacer completamente en soledad. Confío en que hay mucha más gente haciendo lo mismo que yo y a su manera, que nos iremos multiplicando, porque hacer procesos de investigación genera mucho entusiasmo, alegría, aprendizaje, proceso, materia, amistades y mucho más.