Julián Troksberg: "Isabel fue una presidenta que trató que el golpe no se llevara a cabo"
Por Gito Minore
A cuarenta y cinco años del término de su gobierno, en manos del golpe militar más sangriento de la Argentina, Isabel Perón, sigue siendo para mucho/as argentino/as, una figura incógnita. Borrada deliberadamente de la historia, tanto por opositores como por una gran parte del peronismo, su nombre remite a un fantasma que la mayoría prefiere obviar.
En el documental Una casa sin cortinas, recientemente estrenado en el BAFICI, Julián Troksberg, indaga en los aspectos menos conocidos de quien fuera la primera mujer en llegar a la presidencia, no solo en nuestro país, sino en el mundo. Y salió airoso. En una hora y media de película logra poner en foco muchísimos aspectos claves de su vida. En esta charla que mantuvimos nos cuenta algunos detalles de su magnífico trabajo.
Agencia Paco Urondo: Según lo que vos fuiste comentando en diversos reportajes que te hicieron en estos días, los recuerdos que tenés por parte de tu familia, durante el período del 74-76, son bastantes negativos ¿Qué te llevó a realizar una película sobre Isabel Perón?
Julián Troksberg: Efectivamente, crecí en una casa donde a mi vieja el “rodrigazo” todavía le pone la piel de gallina, Isabel es como el principio de la represión más feroz, pensando en la represión muy grande que hubo sobre la izquierda peronista ya en su gobierno. Me pregunté un poco por qué había elegido Isabel, porque a veces los proyectos no empiezan tan claramente, me parece que la explicación vino racionalizando después de que lo había empezado. En parte creo que tiene que ver con esto de que cuando se cumplieron cuarenta años del golpe, ella era un personaje que estaba totalmente olvidado, para bien o para mal. Fue un personaje diría ni lateral, borrado a la hora de cómo pensar el golpe, y mal que mal fue la presidenta que lo recibió. Y pensado en los términos actuales, fue una presidenta que además trató (sin ningún tipo de poder, por supuesto) que el golpe no se llevara a cabo. Entonces, ese borramiento me llamó mucho la atención.
Esa es la parte más personal, después hay otra parte más cinematográfica, si se quiere, que yo pensaba, buscando personajes para documentales. Yo hice un documental sobre Simón Radowitsky, que me parecía un personaje muy potente de la historia argentina. Después realicé un documental sobre Carlos Monzón, que tiene esa cosa bien de boxeo, de ascenso y caída, del tipo que llevaron más alto y que termina en lo más bajo y que es un asesino. Lo que tenía Isabel es un arco narrativo muy potente: es una bailarina, supuestamente de cabaret, o por lo menos no muy conocida, que termina siendo la primera mujer presidente de un país. Esa historia me parecía hiper potente.
APU: Siendo un personaje tan controvertido, ¿Cuán complejo fue el proceso de producción del filme?
J.T.: Fue un proceso largo. Había en paralelo dos líneas, una era la del archivo, buscar archivos raros o cosas que no fueran tan obvias, y por otro lado las entrevistas que era obviamente algo central. Fue, te diría una cosa medio arqueológica. En mis listados tenía como ciento y pico de posibles entrevistados que se iban achicando y también, como conté en otro lado, Isabel es un personaje que no tiene uno o dos personajes que lo atraviesan a lo largo de su vida, que puedan contar todo, sino que tenía que ir fraccionando por épocas y entonces tenía que tener alguien que me hablara de su época de bailarina, alguien que me hablara de su presidencia (que ahí era un poco más fácil, ya que había más) y de sus años en España, de su actualidad, etcétera. Entonces eso se iba llenando con los personajes. Y había algunos que me parecía que era muy importante políticamente que estén, como en el momento del regreso de Perón, cuando Isabel baja del avión con Perón, ¿quién podía hablar? Para ello, Juan Manuel Abal Medina me resultaba clave. Lo mismo me pasó con Ruckauf. Porque otra gente que estuvo ahí, por ejemplo Rucci, está muerto, y quizás otras no son tan conocidas. Lo mismo en el gabinete, entrevisté también a Osvaldo Papaleo que fue director o secretario de prensa, pero yo quería en lo posible tener un ministro. Muchos ya habían muerto. Tanto Abal Medina como Ruckauf son dos casos que perseguí bastante y fue un largo proceso de convencerlos. Y la verdad es que les agradezco mucho. Les agradezco, porque la sensación es que mucha gente prefirió no hablar, como que no le sumaba nada hablar de Isabel. Me pasó con artistas populares, con un futbolista, con dirigentes no solo peronistas sino radicales y de izquierda, obviamente ¿Qué ganaban ellos hoy, a fines de 2017,18, 19 quedar pegados al hablar de una figura de quien nadie hablaba? ¿Por qué destapar o abrir esa tapa?
APU: De todo el material que recolectaste en estos años seguramente bastante quedó afuera. De todo eso, ¿hay alguna anécdota o pasaje que te haya llamado la atención pero que preferiste obviar?
J.T.: Sí, fue un proceso muy largo de edición que hice con Omar Ester que es un gran montajista y que tiene un ojo para la narrativa que a mí me sirvió mucho, porque yo me engancho demasiado, y con las cosas que decían los personajes me costó mucho acortar. Por ejemplo, dejamos completamente afuera la entrevista a Miguel Romano, el peluquero de Susana Giménez, que fue uno de los peluqueros de Isabel Perón que también tiene esa cosa, en la que no nos metimos, el peinado ese “la banana francesa” que es el peinado famoso de su presidencia. Miguel Romano contaba que se fue de vacaciones cuando Isabel fue presidenta, a Chapadmalal, al complejo presidencial, y que jugaban a la canasta y que Isabel se enojaba cuando perdía, o sea, había unas anécdotas que me parecían muy ricas pero que después cuando nosotros construimos las secuencias de la presidencia de Isabel, nos parecía que el tono era medio de jolgorio y la presidencia era muy oscura para meternos con eso. Entonces, eso quedó afuera. También hay un montón de archivo, por ejemplo la secuencia del principio que se ve Isabel en un cementerio, arropada por un montón de gente (entre que la quiere y la empuja), es una secuencia de un material en crudo muy largo. La verdad que también para mí, siempre que cortábamos me dolía, ya que era un material que me parecía riquísimo y nunca visto, eso me costaba.
APU: ¿A qué remite el título Una casa sin cortinas?
J.T.: Hay una escena de la película que contaba una nimiedad pero que me parece en un punto que era donde más se iluminaba el personaje. En la misma hay una costurera que va a la quinta de San Vicente, cuando Isabel estuvo presa, y arregla unas cortinas. Ese detalle de embellecer la prisión, y acomodar las cortinas tan largas me pareció que estaba bueno y que contaba mucho. A la vez, la frase ya preexistía a ese momento, y es una frase de unas cartas de Isabel Perón que le envió a la viuda de Porta, uno de sus peluqueros, junto con Miguel Romano. Es una línea de la película que no quedó. Alguien que contacté con el paso de los años, se mudó a un departamento vacío, abrió un placard y encontró una caja floreada con cartas y cuando la abrió, era una serie de cartas, postales, tarjetas que Isabel Perón había mandado desde Europa, desde el 70 hasta el 75, cuando ya era presidenta (de hecho hay unas cosas de ceremonial que quedaron olvidadas ahí). Me parecía que era el colmo ¿no? las cartas de una presidenta que, en vez de estar en un archivo público para que la vean todos, quedaron olvidadas por alguien en un departamento, porque ya no le importaban. Y la nueva inquilina las había encontrado, nos las mostró, y en una de esas cartas Isabel decía: “Por favor, prepará la casa, ponele cortinas porque una casa sin cortinas es como un jardín sin rosas”. Esa era una frase que nos sonó y la usamos como título.
APU: ¿Cómo viviste la recepción que tuvo la obra a partir de su estreno en el BAFICI y el premio que recibiste por la misma? ¿Cómo sigue de ahora en más el recorrido de la película?
J.T.: Fueron varios años de laburo bastante solitario, con gente del equipo de la película pero que estábamos bastante solos. Con Sebastián Szkolnik que hizo los archivos, con Omar Ester, con el que terminamos de darle forma a la película, o sea somos los guionistas y él es el montajista. Más allá de los otros del equipo, ellos me acompañaron muy fuerte durante todo el proceso, y la sensación es que durante años yo hablaba del proyecto, y la gente me miraba medio bizca, sin interés. Yo les contaba que estaba haciendo un documental sobre Isabel Perón y directamente me decían “¿Ah como va todo? ¿Cómo está eso sobre Evita? No había registro. Entonces, en ese sentido, cuando se empezó a generar como un runrún de la película en el BAFICI estaba totalmente sorprendido. Me alegra muchísimo, no me lo esperaba, siempre pensé que iba a ser una película que quizás pasaba desapercibida porque a nadie le iba a interesar hablar sobre Isabel. Me parece que fue lo inverso que, como hay muy poco sobre ella, abrió la tapa, entonces eso me resulta un golazo. En el BAFICI resulta, también para mi sorpresa, que fuimos la película más vista del festival, gracias a esta versión online que ayudó a que mucha gente pueda verla tirada en su sillón. Entonces nos sacamos un premio, que es el premio “Cablevisión FLOW” que también me sorprendió y me alegró, y eso hace que la película se vaya a estrenar en Cine.Ar (el site del INCAA) y un poquito después va a estar en FLOW, porque el premio es que la programen en esa plataforma. En los próximos meses, durante dos años, va a estar disponible para ver en FLOW. Eso para nosotros, que una película se vea, sea accesible, que esté circulando es buenísimo.
APU: En el documental se puede ver que fuiste a España a intentar entrevistarte con la ex presidenta, pero no pudiste acceder a ella. Si hoy la vieras ¿qué le preguntarías?
J.T.: Si hoy tuviera que pensar en que preguntarle a Isabel, te diría que lo primero dependería un poco de cuánto tiempo me ofrezca para la charla. Y si vio la película, ja, ja. La verdad es que realicé muchas preguntas, básicamente políticas, pero también algunas más personales para ella. Fue una especie de ejercicio que hice y pensé durante la película, porque trabajé sobre posibles cuestionarios para hacerle llegar vía allegados que creí, quizás inocentemente, me podrían franquear el acceso a ella. Pero ahora que terminamos la película y que su respuesta fue remarcar su silencio, prefiero dejarlo así, sin preguntarle nada. Porque mi sensación es que a lo largo del camino de hacer la película me resultó que era mucho más interesante lo que la gente se acordaba o tenía para decir de ella, que lo que ella pudiera realmente decir.
Trailer: Una casa sin cortinas