Libros: “Cuentas pendientes”, de Vivian Gornick
Por Inés Busquets
Cuentas pendientes es el último libro de Vivian Gornick, editado por la editorial mexicana, Sexto Piso; con traducción de Julia Osuna Aguilar.
El ejercicio de Vivian Gornick es una tarea imprescindible y si se quiere lúdica. Releer es descubrir nuevamente la obra y volver a encontrarse con quienes éramos y con quienes somos. La idea de transformación de la lectura nos convoca a repensarnos tantas veces como sea necesario.
Vivian Gornick propone una retórica del reencuentro, no solamente con el escritor o escritora sino con los personajes, con la historia, con la identificación oscilante según el momento en que se leyó por primera o segunda o tercera vez, como si cada ciclo que se comienza mereciera encontrarle una nueva versión a la historia, de alguna manera al leer también nos leemos.
En Cuentas pendientes se produce una especie de paralelismo entre la vida que se vive y la vida que se lee. ¿Cómo llegamos a los libros? ¿Qué fuerza extraña actúa en la elección exacta en el momento justo? En el camino que recorre la autora, se detiene, analiza y recuerda pasajes del contexto de ese acercamiento.
Siempre me acuerdo en la película Las horas cuando Virginia Woolf encarnada por Nicole Kidman, es visitada por sus sobrinos a los que adora pero no logra consustanciarse en ellos, entonces cuando le preguntan a la madre por su conducta extraña, ella responde algo así: “Tu tía es así, vive en dos mundos en el real y en el que escribe.” Pienso que en la lectura ocurre algo similar, sentir esa historia que se lee como propia y viceversa, hasta con-fundirse en ambas.
Hace algunas semanas recibí el llamado del padre de un compañero de mi hijo: “Hola, Inés. Te habla Belvedere”, por un instante de desdoblamiento y caos asumí que me estaba llamando el personaje de la historia que estaba leyendo. Curiosamente comparten el mismo apellido.
La escritora en Cuentas pendientes revela esa suerte de coincidencia entre la vida real y la fantástica. El libro es un trayecto de relecturas en distintos momentos, está conformado por diez capítulos por donde transitan: D. H. Lawrence, Auden, Colette, Marguerite, Duras; Elizabeth, Bowen; Delmore, Schwartz; Saul, Bellow; Natalia, Ginzburg; J.L.Carr; Pat, Barker; Doris Lessing y Thomas Hardy quienes de alguna forma constituyen la formación emocional, intelectual y feminista de la autora.
“En mi experiencia, releer un libro que fue importante para mí en épocas pasadas se parece a tenderse en el diván del psicoanalista”, empieza a modo de introducción.
El primer capítulo aborda la lectura de Lawrence y la novela Hijos y amantes: “La modernidad estaba impulsando a todos los escritores a poner negro sobre blanco “toda” la verdad de lo que quiera que el autor en cuestión encontrara enconado en la psique humana: no solo la pena y el trastorno, sino también el sadismo, la alienación y la brevedad de la pasión.”
De Colette, analiza las primeras lecturas en la facultad de La vagabunda y El obstáculo y destaca el potencial para reconocerse a sí misma: “En su obra nos veíamos a nosotras mismas no como éramos, sino como podríamos llegar a ser.”
Así va reflexionando no solamente sobre el arte de leer sino también de su despertar y desarrollo en la escritura, influenciada por los autores que menciona: “Esa iluminación fue el gran regalo que le hizo Natalia Ginzburg a mi vida profesional; esencial en la instrucción que yo necesitaba para perseguir el tipo de escritura para la que no estaba mejor dotada, sino que, además, en el ensayo personal podía abordar con el mismo cuidado por dar forma a una vivencia que el del escritor de narrativa cuando se propone explorar la vida interior de los personajes de una novela o un relato".
El universo de Vivian alude a la conexión emocional con los libros, la transición a los vínculos y a la manera de posicionarse en el mundo. “No recuerdo una época en que no haya tenido un libro en las manos y la cabeza abstraída del mundo que me rodea” dice y pareciera aplicar a la idea de Borges en cuanto a la importancia del lector por sobre la figura del escritor.
Leer este ensayo es una propuesta a iniciar un camino propio de lecturas influyentes, además en el subyace muy fuertemente la idea del reencuentro, no solamente con los libros sino con las personas, y con cada una de las cosas que nos transforman. Encontrarnos con lo que fuimos, con lo que somos y con lo que queremos ser.
En uno de los pasajes creo descubrir el meollo de la cuestión, la idea perfecta de lo que sentí al leerlo: “¡Ah, la receptividad! También conocida como buena disposición. Responsable de toda conexión exitosa entre un libro y un lector− y no en menor medida entre las personas−, se trata del mayor de los misterios humanos: la buena disposición emocional, de la que depende en lo esencial la configuración de toda la vida.”