Libros: “Delia, bastión de la resistencia”, de Soledad Iparraguirre

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INFORME DE UN DÍA

Libros: “Delia, bastión de la resistencia”, de Soledad Iparraguirre

19 Marzo 2023

Una vez le escuché decir a Chicha Mariani que debería haber un libro por cada desaparecido, algo así como una revancha al olvido.

La persistencia de la memoria se construye con el conjunto de historias que son contadas una y otra vez.

Una historia transversal y colectiva y otra singular y única de cada compañero o compañera, de cada madre, de cada abuela.

Esa  singularidad es la que resignifica lo colectivo. Un nombre, una experiencia, una familia desarmada que vuelve ser gracias a las palabras.

La voz de Soledad Iparraguirre es el puente que con maestría nos conduce por la vida de Delia, una de las fundadoras de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo.

Con intervenciones de la protagonista y de distintas fuentes allegadas la autora relata desde la infancia de Delia hasta el giro que cambiaría su vida para siempre.

Jorge Ogando y Stella Maris Montesano, embarazada de ocho meses,  fueron secuestrados por el ejército  el 16 de octubre de 1976, de su casa de La Plata. Virginia de tres años se quedó durmiendo en la cuna hasta que los vecinos la rescataron; Martín nació en cautiverio, en el Pozo de Banfield.

Desde ese día Delia se convirtió en un bastión de búsqueda: “A la mañana siguiente, sonó el teléfono en la dirección de la Escuela N. 80 de José León Suarez. “ Se llevaron a los chicos encapuchados”, oyó Delia del otro lado de la línea. La voz temblorosa de Liliana, melliza de Stella, no halló respuestas a las preguntas que se agolparon en su cabeza. “¿Cómo se llevaron a los chicos? ¿Adonde? ¿Quiénes?”, recordará Delia décadas más tarde”, relata la autora.

En el documental de Fabián Vitola, Hermanos de sangre, Delia en primera persona dice: “Ese día se me derrumbó el mundo”.

Delia Cecilia Giovanola  nació en el año 1926 en La Plata, estudió en la escuela Mary O. Graham  de donde se egresó como maestra, ejerció en distintos colegios y fue directora; se casó muy jovencita con Jorge Ogando,  quedó viuda tempranamente cuando Jorgito tenía 15 años.  Al tiempo se volvió a casar con Pablo y se fue a vivir a Villa Ballester.

Virginia fue criada por sus abuelos, Delia y Pablo. Desde niña y al inicio de la búsqueda acompañó a su abuela a Plaza de Mayo todos los jueves sin entender del todo lo que había ocurrido, “Recuerdo ir a jugar con las palomas” dirá Vicky unos años después. Sin embargo, iba incorporando una lucha que persistiría hasta el final.

 

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Soledad Iparraguirre. FOTO: Guadalupe Lombardo

Los primeros pasos de Abuelas

En abril de 1977 en una de las rondas de los jueves, una madre dijo: “Las que tengan una hija o nuera embarazada que salgan y armen otra fila”, allí se agruparon y empezaron a organizarse y a ampliar la búsqueda rigurosa de encontrar niños y niñas nacidos en cautiverio y apropiados por matrimonios en algunos casos dependientes del ejércitos y en otros, como en el de Martín, no.

Delia le cuenta a Soledad: “Por eso digo que a las abuelas no parieron las madres. Siempre lo sentí así”. Y agrega: “Nos ocupamos en un primer momento de los hijos, pero, desde 1977, iniciamos la búsqueda de los nietos. Nos dedicamos de lleno a buscar fórmulas y métodos inventados de la nada porque no existía una institución que buscara chicos. Tampoco existía el robo de niños y menos de chiquitos nacidos en cautiverio donde mataban a las madres luego que parían y las criaturas pasaban a ser propiedad de otra persona, como botín de guerra. Nos organizamos y trabajamos buscando la forma de encontrarlos. Hubo que inventar esa forma y ese método para encontrarlos”.

Eran abuelas detectives dice Soledad en el libro, los recorridos en organismos internacionales, la minuciosidad de los métodos inventados de la nada, como dice Delia, desde aprender a redactar los Habeas Corpus hasta las campañas de cartas, solicitadas y la visibilización de la búsqueda al mundo, de la mano de su presidenta Chica Mariani. Una asociación que siempre trabajó la profesionalización de la búsqueda hasta la actualidad.

 

"Nos dedicamos de lleno a buscar fórmulas y métodos inventados de la nada porque no existía una institución que buscara chicos”.

En Delia, Bastión de la resistencia, la mirada histórica se fusiona con una voz que atraviesa lo íntimo, lo emocional. La atmósfera en la que transcurrieron los hechos.  La cercanía con los protagonistas. Como si durante el tiempo de escritura, Soledad hubiera formado parte de la causa, del compromiso, del amor familiar.

Como un mapa con destinos desconocidos la vida de Delia se va abriendo hacía la de sus nietos que van conformando su experiencia personal.

La niña que jugaba con las palomas a partir de los veinte años, más o menos, se hace eco de la búsqueda desesperada y toma el mando a la par de su abuela para encontrar a su hermano. Atraviesa búsquedas infructuosas, se une a H.I.J.O.S, participa del programa “Gente que busca gente”.

“Virginia dio un vuelco cuando empezó a trabajar en el Banco Provincia. Desde eses momento, empezó a querer saber qué había pasado con ellos y a buscar a su hermano sin descanso”.  Le dice Delia a Soledad.

Leo Delia, la historia de Virginia y siento que los libros dialogan sin que una lo advierta, viene a mi cabeza Los mundos que perdimos, de Juan Aiub y en Virginia encuentro a Victoria, ese personaje que arrastra una tristeza hasta el extremo y una búsqueda sin final. Y pienso en la importancia de esa gran red que formaron las Madres, las Abuelas y los H.I.J.O.S en la constitución de la historia del país.

En el  2011, luego de años y años de búsqueda y sumida en una gran depresión, Virginia se quitó la vida. En el año 2015 al morir los padres adoptivos de  Diego Berestycki  se acercó a Abuelas porque dudaba de su identidad y al cabo de cinco meses un llamado lo hizo contactarse con Delia, su abuela, por primera vez;  ahora su partida dice: Diego Martín Ogando.

La resistencia de Delia trascendió lo inimaginable, pero las Madres y Abuelas son seres dotados de una fe todopoderosa: “Yo venía sintiendo la presencia de Vicky como un anuncio, como que algo estaba ocurriendo o estaría por ocurrir. (…) nunca antes me había pasado de ese modo. No se lo decía  a nadie, nunca había comentado la presencia de Vicky a mí alrededor. Y, ese año, 2015, lo hacía, lo sentí real, como una cosa natural, para nada extraña. (…) todos esos mese fueron así; yo la veía a Vicky moviendo los hilos, como si manejara una marioneta. Sabía que ella estaba conmigo, que las manos de mi nieta estaban detrás de todo esto”.

En julio de 2022 muere Delia, cuando este libro estaba en  imprenta a punto de salir. 

Delia, es un libro de no ficción cargado de datos, de citas y de hechos reales pero Soledad le da un arco narrativo propio, una trama que se va leyendo con fluidez y conmoción, como bien escribe Ángela Pradelli en el prólogo: “La memoria es un acto creativo. La palabra de Delia y la construcción de Iparraguirre tienen la luz de la creación e iluminan no solo la vida de la protagonista, sino también la nuestra”.