Los Oesterheld, una biografía militante
Por Boris Katunaric y Juan Cruz Guido
Agencia Paco Urondo: ¿Cuál fue el disparador de este libro?
Alicia Beltrami: Empezamos hace cinco años, en el 2011; el disparador fue una charla nada épica. A Fernanda Nicolini, la coautora del libro, le proponen hacer una biografía sobre las Legrand, a ella no le interesa, se ponen a conversar con un amigo periodista sobre las genealogías familiares argentinas y este amigo le dice que hay una que no está contada, que es la de los Oesterheld. En ese momento ella conoce a los nietos, se entera que a Sudamericana le interesa el proyecto. Después me sumo yo. Un poco que la historia se fue acercando a nosotras.
Son cinco años que nos llevó este trabajo y lo empezamos casi de un modo inconsciente, con entrevistas, archivos. Vimos que había información para darle una vuelta de tuerca pero vimos que no había casi nada escrito sobre Héctor y sus hijas, más allá de lo que se sabía de él como historietista y lo que contó después Elsa como sobreviviente, que es lo que sabemos todos sobre la tragedia.
Entre esa información de la tragedia familiar y esa imagen idílica de la foto, de la familia ideal, como los llamaba Elsa en los 50, la familia conejín. En el medio había un montón de preguntas sin respuestas. Cómo eran ellas, cómo se les ocurrió militar, cómo eran sus vínculos, de quién se enamoraban, por qué se enojaban.
APU: ¿Con qué se encontraron?
AB: Nos encontramos con un montón de aristas o niveles de lecturas de la historia familiar. Lo que elegimos es centrarnos en el momento de militancia en Montoneros. Las chicas jovencitas, veinteañeras, terminan de conformar su personalidad en esa época de militancia. Hacemos un corte en el tiempo 71-77 pero no sólo para hablar de ellas como militantes, sino como personas, como mujeres. Y también hablamos de Héctor y de Elsa volviendo al pasado y al presente.
Contamos cuando Héctor arma la editorial Frontera, que era de avanzada para el momento, arman como una especie de cooperativa, con grandes dibujantes. Entonces investigamos cómo era una editorial independiente en la década de oro de la historieta argentina.
Luego hablamos de cómo los tiempos se empiezan a politizar y en ese contexto, entre el 60 y el 70, Héctor y sus cuatro hijas empiezan un viraje de concepción política y también como sería en el contexto local y mundial. Cómo todos esos debates se incorporan al living de la casa, casa que siempre estaba llena de gente, estaban los amigos de las chicas, de la universidad, del teatro y un poco ese ida y vuelta en ese contexto y cómo empieza a cocinarse en la casa la necesidad de su acercamiento a la militancia.
Héctor se interesaba mucho en lo que sucede con sus hijas, al mismo tiempo, en paralelo a su actividad de guionista, se va acercando a la militancia a través de la actividad gremial de prensa. Hasta que, primero de manera inorgánica y más tarde orgánica, a Montoneros.
Todo esto implica que las chicas se instalaran a vivir en la villa y hacer trabajos de base para ayudar, para hacer calles, zanjas, levantar casas. Héctor no, su trabajo es más de aporte con historietas, entonces empieza en prensa militante haciendo historietas en el diario Noticias, en el Descamisado y en Evita Montonera. Otra de las chicas se va a Tucumán y empieza a trabajar en ámbitos de militancia en la universidad, su pareja en el monte, otra de las chicas con el vasco Mórtola en el sur del gran Buenos Aires, en la villa de Avellaneda.
APU: Con respecto al trabajo de investigación, ¿a qué tipo de archivos y testimonios accedieron?
AB: Trabajamos con alrededor de 200 entrevistados, algunas de los cuales vimos muchísimas veces. Porque consideramos que había que entender una lógica de militancia, de organización, un clima de época. Reconstruir esos años. Lo que sucedía es que muchos compañeros de militancia de las chicas estaban tabicados, es decir, los compañeros de militancia no sabían mucho de la vida del otro sino que conocía su nombre de guerra y cómo se movían en determinados grupos.
Eso implicaba que si a alguno lo secuestraban era el único modo de poder no delatar a sus compañeros y que le quiten información. Ese sistema de tabicamiento nos complejizó la información, cada compañero nos contaba un poquito de esa información, entonces tuvimos que armar un rompecabezas de relatos. También entrevistamos a muchos amigos de la infancia, de adolescencia, familiares; estos últimos nos permitieron acceder a las cartas, lo que nos posibilitó entender cómo eran ellos, más allá del testimonio.
Con todo ese volumen de información teníamos que encontrar el modo de reconstruir esos perfiles. Lo que pasó de interesante es que todos querían hablar, era una familia muy querida y también, en algunos casos eran sus primeros testimonios, nunca habían hablado de su militancia, inclusive tampoco de la familia Oesterheld. Gracias a eso se crearon redes de personas que se vuelven a conectar a través de este libro. Uno nos decía "yo conozco a tal" y tal conoce a tal otro y algunos creían que estaban desaparecidos. Entonces se fueron encontrando paralelamente a la escritura del libro. Por ejemplo Fernando (Araldi Oesterheld) se enteró que tenía una madrina. Fue muy fuerte porque ahí te das cuenta del efecto devastador de la dictadura. La destrucción de los lazos que recién ahora se reconstruyen y dejan de lado el silencio después de 30 años. Además ese tipo de militancia en zona norte era muy fabril, todo un sector de las villas de la Cava, Sauce, Uruguay. Ahí había una unidad básica clave en ese momento, que era la Cesari; ahora se nuclearon de vuelta ahí y volvieron a hacer trabajos colectivos para los barrios con el mismo nombre, eso es realmente movilizador.