María Elena Lamadrid, matriarca afroporteña
Por Ramiro Comes
Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo
La entrevista comienza en un bar de la localidad de Merlo en el Oeste del gran Buenos Aires. Frente a frente con Maria Elena Lamadrid, afroporteña de ley y candombera desde que tiene uso de razón. Hacía rato que no nos veíamos y para alegrarme el corazón me recibe tocando con las manos sobre la mesa, cantándome un viejo candombe:
“Las doce han dado el sereno
tranquila esta la ciudad.(Bis)
Saparaparamonyere
nominquiriñonga que vas a zafrar
Tío Juan se casa con Francisca
¡¡Jesús, qué barbaridad!! … “
Saparaparamonyere, está cantado parte en castellano y parte en africano antiguo, como dicen sus cultores. Estas son las marcas que dejaron nuestros ancestros afroargentinos, como una forma de resguardar parte de esa raíz que a pesar de los siglos de blanqueamiento cultural subsiste en nuestro cancionero.
Salón “La Armonía”
Maria Elena aprendió el candombe desde muy pequeña. Creció en una familia afroporteña del barrio de Flores, en la casa de Argerich 350 donde funcionaba el salón “La Armonía”, reducto donde se jugaba a las cartas, se tocaba y bailaba tango de la vieja guardia, también folclore y, puertas adentro, se cultivaba el candombe porteño.
“Tuve una infancia muy linda. Hubo tres personas que me criaron, Máma, Mamá y Mamita. Les explico por qué. Máma era mi abuela que era la que me cuidaba cuando mi mamá iba a trabajar. Mamá es la que me tuvo en su panza y Mamita era una mujer mayor que estaba en 'La Armonía', los chicos le decíamos así, por respeto, porque era una costumbre. Mi mamá se llamaba Marí Felisa Mas y mi abuela María Gumersinda Lamadrid y Mamita se llamaba Leopoldina Mas de Beruti”.
Allí María Elena aprendió el antiguo candombe, el tango, la rumba, el bolero y muchos géneros más que terminaría bailando y cantando.
“El candombe lo aprendí, por transmisión oral, de mis abuelos. Mi abuelo se llamaba Enrique Córdoba. También estaba Alexander, era un migrante que le decíamos abuelo y él me enseñó los candombes en africano como Misibamba y Saparaparamunyere. En homenaje a Alexander, que lo quería mucho, le puse Misibamba a la Asociación que fundé. Mi casa era un club donde se tocaba y bailaba tango de la guardia vieja y la música de la época por disco. Pero el candombe porteño se hacia únicamente en reuniones familiares. Era un patio grande con todas las piezas alrededor. Había un salón grandísimo, tan ancho como la casa donde se daban los bailes que alternábamos con la Suiza".
Maria Elena, el Shimmy Club y el comienzo de una larga carrera
La “Suiza”, como le dicen les afroporteñes, no es otro que el mítico Shimmy Club que funcionó en La Sociedad Filantrópica Suiza, con sede en Rodríguez Peña 254. Lo fundó Alfredo Núñez en 1882 y funcionó desde los años 20 hasta 1978.
En ese edificio actuaron el dúo Gardel-Razzano, Sandro, Hermética, Los Redondos. En esa línea, en la última dictadura cívico-militar, sirvió de refugio por tres días para las Madres de Plaza de Mayo. En los 90, el Frente País Solidario (FREPASO) lanzó ahí su plataforma. También se realizaron las inolvidables fiestas mayas durante los 90.
El Shimmy habitaba la Suiza para los carnavales y algunas ocasiones especiales donde la comunidad recibía a importantes personalidades de raíz afro o africanas.
“Yo empecé a ir al ‘Jimmy’ a los 18 años. Recuerdo que en la planta baja se tocaba tango y en el subsuelo se tocaba candombe. Pero solamente con tambores, no se cantaba. Ahí aparecía gente que bailaba muy bien, entre ellas Tataito y José Cubas, bailarines que han trabajado en películas de la época. También tocaba Tantalora, un percusionista cubano que era blanco, pero descendiente de afrocubanos. Cuando tocaba Tantalora ¡bailaban hasta las piedras! Se formaban unos grupos de tamboreros. Llegaban uno tras otro con sus tambores al hombro. Eso duraba toda la noche hasta las 6 de la mañana. Al final terminábamos saliendo por la calle Rodriguez Peña hasta Corrientes en comparsa bailando y bailando continuamente”.
Como describe en su texto El Shimmy Club, el antropólogo Pablo Cirio no sólo era frecuentado por los afroporteñes. “Si las fuentes indican que el Shimmy Club nació como entidad de y para afroporteños, con el tiempo se abrió a otras clientelas, como la blanca. Desde los 50 aumentan los recuerdos de personas de la sociedad envolvente -sobre todo varones- que lo frecuentaban, inclusive del ambiente del espectáculo, como el compositor de chamamé Osvaldo Sosa Cordero, los cantantes Carlos “ el Rey de la Pachanga” Argentino, Egle Martin, el humorista gráfico Juan Carlos Colombres (Landrú) y el actor Jorge Porcel.
“A los 18 años conocí la noche, salía a bailar por todas la boites de Vicente López y bailaba en el conjunto de “Rosita Tulipán” que hacía rumba abierta. Yo bailaba macúmba arriba de dos mesas. El golpe de la macúmba, que ahora le dicen 6 por 8, ¡me puede!- dice suspirando- Sonaba el bongo y yo lo seguía. Tenía unos collares largos, los giraba moviendo la cabeza y el torso y no me digas que pasaba después”. Levanta los brazos y entrecierra los ojos.
“Mi primer marido tocaba el pandeiro en el grupo, ya que Rosita también hacia brasilero. Ahí conocí a Hugo del Carril, a Armando Bo. El representante de ella era Juaquin Petrosino”.
La rumba abierta es un género musical afroporteño que tiene 100 años y fue producto de la influencia cubana en el colectivo. Por otra parte, el actor afroargentino Juaquin Petrosino fue un conocido actor secundario que participó en más de 35 películas argentinas de primera línea que van del año 35 al 65.
“Después de los 20 empecé a bailar con Alberto Castillo. Y lo hice por más de 9 años”.
Una verdadera afroperonista
Desde la llegada de nuestros primeros ancestres esclavizades a las costas de Buenos Aires en 1585, la presencia de las mujeres afroargentinas fue fundamental. Incluso antes de la constitución de nuestro Estado Nación. El caso más emblemático, pero lejos de ser el único, es el de María Remedios del Valle, que lucho con bravura en las invasiones inglesas de 1807 y luego con el ejercito del general Belgrano, quien llegó a nombrarla capitana por su arrojo y valentía. El título más importante, sin dudas, fue el que le otorgaran los soldados (la mayoría afrodescendientes) y por el que hoy la conocemos: “Madre de la Patria”.
Muchas mujeres afroargentinas construyeron y construyen la Patria, pero en el caso de María Elena Lamadrid su trayectoria artística se conjuga con su historia militante.
“En el 45, cuando asumió Perón, yo vivía en Flores. Con mis abuelos fuimos a ver a pasar el tren por las vías, la gente iba hasta en los techos. Después milité en el peronismo y fue con Evita que nos dieron el documento, ya que antes las mujeres no lo tenían, porque no votaban. Por eso mi número de documento es tan bajo”.
La Libreta Cívica apareció cuando las mujeres adquirieron el derecho a votar, a partir de una ley sancionada en el año 1947 durante el gobierno de Juan D. Perón. Pero como las mujeres no hacían el servicio militar, se requirieron de casi cuatro años para elaborar un padrón femenino y así ellas votaron por primera vez en las elecciones presidenciales del 11 de noviembre de 1951.
“Yo iba a todas las reuniones en las unidades básicas. Yo he ido a ver a Perón y a Evita con una tía mía que era... ¡buaa! fanática. A mí me gustaban las ideas, me gustaba la forma de ser, esa armonía con el pueblo y para el pueblo, te transmitían esa energía por la militancia. Vos salías de ahí lleno. Lleno por hacer cosas, por ayudar”.
A mediados de los años 80 María Elena participó de una experiencia cooperativa en el barrio Presidente Perón, también conocido como barrio Pepsi, en Florencio Varela. Fue creado en los 80, como muchos de los emprendimientos inmobiliarios, por la última dictadura. Se convirtieron, años después, en barrios marginales del conurbano. Con varios familiares y vecinos del barrio formaron una cooperativa de bebidas y alimentos. Realizaron, también, una labor social en un barrio que fue creado como una réplica de un barrio de lujo de Hamburgo que luego siguió la misma suerte que Fuerte Apache: destrozado por el abandono del estado y la situación económica paupérrima a la que sometieron a la clase trabajadora del conurbano bonaerense.
“Yo militaba en el barrio. Nosotros nos organizamos para poder trabajar, el presidente era peronista y vecino. Por medio de él conseguimos micros para llevar a los chicos que no tenían recursos a las colonias en Mar del Plata o en alguna localidad de la provincia de Buenos Aires. A veces conseguíamos alojamiento por dos días. Yo iba con ellos en el micro y me quedaba hasta la vuelta”.
Misibamba
Aquella canción aprendida en la niñez a través del tío Alexander fue la inspiradora del nombre de la única asociación de Afroargentinos del Tronco Colonial en Buenos Aires, que además participa de la Red Federal de A. T. C., compuesta por diversas organizaciones de todo el país.
“Yo cantaba los candombes para mí cuando iba de compras y, muy de vez en cuando, en alguna reunión familiar. Un día, en el 2007, Elida Obella lo invita a Pablo Cirio. Ella sabía que cantaba candombes. Pablo Cirio me escuchó, charlamos mucho y me propuso sacar todo eso para afuera. Verdaderamente lo tenía que sacar. Y yo le decía: ‘¿te parece que se puede?’ – Se ríe - Pablo me ayudó mucho para armar Misibamba, para hacer conexiones. Mi marido también me empujaba, y me decía: ‘Está bueno vieja, hacelo, por ahí te va bien. Cantá lo que te gusta y siempre te gustó, dale para adelante”.
En 2008 se forma la Asociación Misibamba y pasa a ser un actor fundamental, tanto la búsqueda identitaria a través de la historia como en la forma de relacionarse con el resto de la afroargentinidad donde también se replantea la relación con el estado Argentino. Inicialmente participaron integrantes de la familia Garay y Lamadrid, Pablo Cirio y Juan Suaqué, afromisionero y primer Presidente de la Asociación. María Elena ocupó los cargos de vicepresidenta y de presidenta de la entidad que ya lleva 14 años de vida.
Hoy Misibamba participa en diversos estratos de la vida social vinculada a la lucha por la identidad afroargentina, siendo uno de sus fuertes el trabajo en colegios y universidades, a través de talleres, difundiendo la participación de nuestros ancestres en la historia Argentina. También difundiendo nuestro candombe porteño, en eso María Elena ha sido pionera indiscutible cantando y bailando en el grupo Bakongo y ahora como solista, en estos últimos años.
“Los momentos que más recuerdo fue en actividad, en La Manzana de las Luces, donde cante con Bakongo. Otra actividad muy linda que recuerdo fue en el Colegio Lasalle de Córdoba, donde el director enseñó a tocar candombe y yo les enseñe a cantar. Me hicieron un homenaje e invitaron a Roxana Carabajal. No fue por el homenaje sino por la emoción que sentí y por saber que lo que uno da llega a la gente -y agrega emocionada- Últimamente estoy armando un disco solista y también queriendo crear un grupo de candombe, tanto para bailar como para cantar”.