Matías Cambiaggi: "El peronismo habla de votantes, de ciudadanos, pero no centra su proyecto en los trabajadores y trabajadoras, mucho menos en los informales"
Por Victoria Palacios
Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
La incorporación de un conjunto de jóvenes en el gobierno de Cristina Fernández, pocos días después de la muerte de Néstor Kirchner, da comienzo a un proceso novedoso para el autor. La característica central de estxs jóvenes es la formación en organizaciones sociales o políticas que enfrentaron los ajustes, los partidos tradicionales y al propio Estado durante los años noventa y comienzos de los dos mil. Axel Kicillof, Wado de Pedro, Fernanda Raverta, Juan Grabois, Leonardo Grosso, Mayra Mendoza, Luana Volnovich, Cecilia Todesca, Daniel Menéndez, Andrés Larroque, Leandro Santoro, Santiago Cafiero y Máximo Kirchner, entre otrxs, son los nombres representativos más reconocibles de este proceso que bajo la presidencia de Alberto Fernández no sólo fue retomado, sino que incluso, se profundizó. En Generación 2001, Matías Cambiaggi reflexiona acerca de los atributos de este colectivo, sus marcas y la necesidad de actualizar los saberes políticos construidos en el pasado reciente para una articulación novedosa en el presente.
Matias Cambiaggi es Sociólogo (UBA), Maestrando en Políticas Públicas (FLACSO), asesor en la Subsecretaría de Políticas de Integración y Formación y autor de los libros: Héroes, fantasmas y otras pasiones barriales, Giubileo, El retrato del olvido y El aguante, la militancia en los noventa.
Tapa: Silvia Lucero
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál es tu posicionamiento en la construcción de una generación política como objeto de estudio?
Matías Cambiaggi: Mirá, en principio, me parece interesante resaltar la cuestión de que el concepto de "generación" tiene una historia fuerte en nuestro país. Y si bien las rupturas históricas no siempre se explican a partir de la existencia o no de una generación; vale la pena siempre tener en cuenta el concepto. Tal vez como tipo ideal, para describir, en principio y con suerte, un tiempo, un proceso y sus protagonistas. Tenemos, según la historiografía, una generación del 37, del 80, de los 70, pero podemos preguntarnos también qué pasa con aquel peronismo histórico del 45 y aquellos obreros y obreras que se mojaban las patas en la fuente. Y también comparto con otros compañeros, que tenemos una generación a la que podemos llamar de los noventa o de 2001. Me parece que son válidas las dos referencias, en la medida que podamos explicarlas. En mi opinión el 2001 es un final principio de un proceso que llevaba madurándose durante varios años. En ese sentido cabe decir o pensar en una generación de los noventa, criada con el aniversario de los veinte años del golpe, con los Hijos, las abuelas, y por supuesto los piqueteros como irrupción determinante. A lo que hay que sumar el rock, como el partido realmente existente de la juventud. El aglutinante, el que tejía encuentros, primeras formas de resistencia, incluso a veces el ideólogo hasta que maduraron otros espacios. Y es posible también nombrarla como la de 2001 en la medida que significa el momento más rico y potente de ese período.
Acá podemos también pensar a la generación en dos planos válidos por igual porque fueron complementarios. La generación en un sentido militante, con lo cual hace referencia a un colectivo muy interesante, pero también marginal durante mucho tiempo y la generación como colectivo extendido, con apariciones fuertes con Walter Bulacio, los aniversarios del golpe, los escraches, el activismo estudiantil, los centros culturales, las murgas, y otras tantas expresiones más que no entraban en los manuales clásicos de la participación política, pero que tenían mucho de eso. Porque como decía un libro de Echague, la política estaba en otra parte.
APU: ¿Cuál es tu recorrido militante en relación con el momento histórico que tratás?
M.C.: En mi caso personal viví toda esa época desde adentro, como militante. En principio universitario, pero en constante articulación con los barrios más humildes. Más tarde cuando toma forma el movimiento de desocupados también aporté por ese lado, y durante algún tiempo, después de 2001, intentando organizar ese sector de jóvenes que fue clave durante ese proceso. En general hijos de laburantes o de la clase media baja, o empobrecida. Jóvenes sin trabajo, ni demasiadas expectativas, bastante parecidos a los que retrataba la serie Okupas, y con una práctica de intervención social tan rupturista como interesante. Ese sector que tenía al barrio como ámbito y bandera, a partir de mediados de 2002 se fue desarticulando, pero entiendo que volvió mucho más tarde, por lo menos lo más activo y bajo otras formas, en lo que fue el boom de la Cámpora después de la muerte de Néstor, con esa militancia que tenía una impronta conurbana y barrial. También hubo quienes se sumaron a algunas de las agrupaciones de la izquierda, al movimiento de trabajadores desocupados o a otros grupos, y muchos y muchas, por supuesto, se quedaron en sus casas. Ya durante el gobierno de Macri, ese contingente de jóvenes que ya no lo eran tanto, volvió a aparecer de la mano de las mujeres feministas y toda la explosión de lo que fue el Ni una Menos. Y digo que volvió porque esas chicas que se habían criado entre marchas y una mirada contracultural de la sociedad, tuvieron más tarde, el mérito de incluir activamente a sus hijas en las nuevas demandas y miradas sobre lo social y lo político. “La revolución de las hijas” es también la revolución de las madres.
Si bien cada tiempo es distinto, y nosotros somos distintos, porque cambiamos todo el tiempo, y no hace falta llamar a Sztajnszrajber para confirmarlo; las marcas de la generación 2001, pueden verse a lo largo de todo este tiempo. Y son un legado interesante para pensar desde nuestro propio tiempo poniendo aquella experiencia, como otras, al servicio de pensar cómo podemos avanzar en todo lo que falta.
APU: ¿Qué elementos disruptivos de los que definís como generación 2001 querés destacar en relación a un tipo de organización y metodología?
M.C.: Bueno tiene que ver con esto que decís en principio, con la organización, y la metodología, pero el fundamento de todo esto es político. La base de todo pienso que fue la mirada contracultural, la desconfianza en todo lo institucional, hasta en los partidos de izquierda que se postulaban más antisistema, porque venía junto a una voluntad de protagonismo social muy fuerte. Esa desconfianza y la voluntad de protagonizar fueron en su momento el motor de lo nuevo, de la búsqueda sin brújulas y es, pienso, uno de los elementos más necesarios en este presente. Otro, pero relacionado, fue la necesidad de construir ámbitos democráticos y participativos ante una sociedad hostil y la traición de la clase dirigente. Fue sin dudas, una metodología muy rupturista y fue fundamental para superar la dispersión y la salida individual que proponía la cultura dominante de aquel tiempo, y en definitiva, para lograr lo que muy pocos procesos políticos lograron, que fue ponerle un punto al neoliberalismo y echar un presidente, poniendo todo en juego, sin manuales ni socialismo a la vista, pero con una decisión equiparable en muchos aspectos, a la de aquella generación de los setenta.
Y te decía que también esa desconfianza era un arma de doble filo, porque muchas veces se puede transformar en sectarismo, pero es todavía más peligrosa cuando se pierde de vista el rumbo, o se combina con prácticas propias de la partidocracia alejada de los intereses de la sociedad. Cuando la dirigencia se transforma en clase para sí misma y su propia reproducción antes que como agente de cambio.
APU: ¿Cómo se vincula tu trabajo como sociólogo en el marco que le das al libro?
M.C: Bueno, Generación 2001 es sobre todo un ensayo y como tal, es un género que permite una libertad que las producciones que tienen una pretensión científica no ofrecen. Y también hay una búsqueda de estilo, si se logra o no es otro tema, pero la voluntad está. Y la idea es que sea de fácil lectura, porque es un texto de intervención. Pensado para que lo lean todos, pero especialmente las militancias. Porque hay mucho para decir y para pensar en esta coyuntura, porque no le estamos encontrando el agujero al mate y yo pienso que tenemos mucho para volver a aprender de la historia reciente. La historia no empezó con Néstor. Ni la política nace de los despachos. Sino todo lo contrario. Te diría que Néstor fue por eso uno de los políticos que mejor lo entendió. Él estuvo muy atento a los contenidos de todo lo que fue el 2001. Cristina también fue una de las dirigentes que mejor lo entendió, por eso buscó rodearse de este colectivo. Pero hoy los jóvenes aquellos ya no son tan jóvenes, el proyecto no está claro y parece que desde el gobierno tampoco está claro cuál es el sector social que tiene que empujar los cambios que este tiempo exige. La prueba más clara de que algo anda mal es que un payaso como Milei les resulte atractivo a los pibes y pibas. Pero también es un hecho razonable. Ante la duda alcanza con consultar cualquier estadística sobre juventud y pobreza.
APU: ¿Qué perspectivas, observás, quedaron truncas en el presente y son necesarias debatir para darle continuidad al proyecto militante de esta generación y que tuvo cauce en el gobierno de Néstor y en los de Cristina?
M.C.: No sé si hablaría de un proyecto militante de la generación 2001. Creo que en aquel tiempo a falta de muchas cosas, hubo intuición, pero a la intuición la ayudaba estar cerca, codo con codo, junto a los más humildes. Eso se perdió. Hoy hay sustitución. Perón decía que la columna vertebral del movimiento eran los trabajadores, los partidos socialistas se identificaron siempre como de la clase obrera, pero hoy el peronismo no tiene nada que ver con todo esto. El peronismo habla de votantes, de ciudadanos, pero no centra su proyecto en los trabajadores y trabajadoras, mucho menos en los trabajadores informales. Existen incluso dirigentes que le hablan solo a la clase media, como Massa, porque la identifican como la clase universal. Es un tema complejo, porque no hay a la vista otro movimiento político más capacitado por tradición que el peronismo para hacerse cargo de esta cuestión y estas demandas. Pero para eso hay que escuchar y más que eso. Darle lugar a los humildes en el Estado y en las listas. Si uno ve la historia de Vilca, el candidato del PTS de Jujuy además de emocionarse, porque un laburante con posibilidad de entrar al Congreso es algo para emocionarse, no es posible no pensar que ese es el camino que el peronismo extravió.
Si vos lo pensás, cada crisis desde el 2003 a esta parte, se resolvió volviendo al PJ. Me podés decir que fue la posibilidad de encarar algunos cambios y es cierto, pero también la de cementar un sentido común que nos lleva a meter la cabeza cada vez más adentro de la boca del lobo. Tal vez no haya a quien recurrir hoy, pero tampoco hay estrategia de construir otro actor capaz de renovar la paleta de los posibles.
El otro elemento en el que también se retrocedió con respecto a 2001, es que esa unidad entre los excluidos y la juventud se quebró y esa es, en parte, la respuesta a muchos de los problemas que hoy no encuentran solución, porque no se resuelven en los despachos.
No puede haber proceso de cambio sin apoyarse en un sector social que esté dispuesto a llevarlo adelante. Si no hay programa necesitamos al menos intuición, y un espíritu de ofensiva, pero construido dentro de organizaciones democráticas, plurales que para no errar tienen que dar lugar a los más humildes y sus propias organizaciones. Ese es uno de los legados más interesantes del proceso que desembocó en el 2001 y más tarde en la posibilidad de un Néstor.