“Me gusta pensar el teatro como un lugar donde es posible incubar sueños colectivos”
Es dinámica, afectuosa, inteligente, temperamental, muy solidaria y buena gente pero todos estos atributos no pertenecen simplemente a una persona noble sino que identifican a una autora de teatro de larga trayectoria y a una gestora cultural activa y que piensa la actividad teatral constantemente como una tarea en constante construcción.
Adriana Tursi no sólo es creativa a la hora de armar sus propias obras que, por lo general, están basadas en las vidas de mujeres fundamentales para el desarrollo político y social de la Argentina que en gran parte fueron invisibilizadas, sino que piensa y pone en marcha proyectos grupales y colectivos en su rol de gestora cultural y artística.
Es integrante de la Fundación Carlos Somigliana (SOMI) –formada por un grupo de autoras y autores que gestionan el mítico Teatro del Pueblo-; integra la Comisión de Género de Argentores, la Sociedad General de Autoras y Autores que se encarga de recaudar y liquidar los derechos de todos lxs autorxs argentinos y de brindarles protección legal y tutela juridíca; y es parte activa de la Colectiva de Autoras, una organización horizontal integrada por autoras de teatro, guionistas de cine y tv, músicas y coreógrafas de todo el país.
AGENCIA PACO URONDO: Tu actividad profesional está repartida entre la tarea de la dramaturgia y la gestión cultural. ¿Cuál es el punto de contacto entre ambas tareas y cuál nació primero en tu ruta de vida?
Adriana Tursi: Primero comencé a formarme y a producir. La tarea en la gestión llego más tarde. Supongo que el haber elegido el teatro habla de mi gusto por realizar tareas grupales, poder compartir procesos con otros. El trabajo autoral es bastante solitario y por mi personalidad el estar en contacto con otros, discutiendo y repensando realidades posibles, me es necesario. En este punto el trabajo artístico y la gestión se tocan, en ambas una sueña posibilidades que hasta ese momento no estaban dadas.
APU: ¿Cuáles fueron tus comienzos con la dramaturgia y con la teatralidad?
A.T.: Los comienzos fueron difíciles, sabía que quería un lugar en el teatro pero no sabía cuál era ese lugar. Comencé muy chica, antes de salir del secundario. Así que empecé estudiando actuación en un taller barrial, eran años muy difíciles porque estábamos en plena dictadura militar. Cuando salí del secundario mis padres me exigían una carrera universitaria, así que entré a estudiar escenografía en la Universidad del Salvador, era malísima dibujando, todo me resultaba frustrante. Duré dos años en la carrera, pero antes de abandonar ya estaba inscripta en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón para hacer la carrera de Regie.
Los años en el Instituto del Colón fueron de mucha alegría y creatividad, un fuerte proceso de aprendizaje y de vínculos que conservo hasta hoy. El encuentro con Ricardo Monti, que fue mi primer maestro de dramaturgia, llegó tiempo después; una vez que me encontré con la escritura dramática supe que de ahí no me iba más. Ese era el lugar en el que me quería quedar.
APU: Gran parte de tu dramaturgia está enfocada en tomar la vida o sucesos de esas existencias de mujeres que formaron parte de la historia política y de la cultura nacional ya sea de forma central o transversal, mujeres invisibilizadas. ¿Cómo surgió esa necesidad en vos?
A.T.: Soy hija de una madre inmigrante italiana y no es fácil para la primera generación sentir que el lugar donde una nació, en el cual se educó, es su lugar de pertenencia. Se crea cierta sensación de extrañamiento. Trabajar la historia fue como enraizar. Si bien la mayoría de mis obras hacen pie en la historia argentina, suelen ser personajes femeninos los que llevan adelante un hecho político buscando transformar la realidad. En mi caso creo que tiene que ver con una reelaboración de mi origen, de esta infancia que me tocó vivir como hija de inmigrante.
APU: ¿Hay una dramaturgia femenina o feminista o ambas?
A.T.: Yo creo que hay una dramaturgia que piensa y profundiza el lugar que la mujer tuvo y tiene, que intenta desentrañar una maraña peligrosa de vinculación donde la mujer queda como víctima, porque en muchos casos es la víctima. Hay una escritura que intenta sacarla de ese lugar trabajando con otras acciones posibles. Esa dramaturgia existió, pero es verdad que hoy se ve más.
APU: ¿Qué se necesita para desempeñar un buen rol de gestión en ámbitos públicos y privados? ¿Qué diferencias encontrás en la gestión?
A.T.: Creo que lo primero que se necesita es vocación política, cuando una gestiona siempre hay un deseo de un nuevo orden que pueda lograr una mejor integración, que haga que ese espacio se despliegue más; y eso implica mirar lo político. Luego lo que tiene la gestión pública es que los recursos los pone el Estado y en ese sentido hay que ver cómo se distribuye mejor lo poco que siempre hay en el ámbito cultural y cómo trabajar para ir ampliando ese margen de rendimiento. Y que eso que se produce convoque a las diferentes sensibilidades y realidades de la sociedad para la cual trabaja. En el caso de la gestión privada lo difícil es hacerse de recursos – sobre todo en mi espacio que es el del teatro independiente - lo que tiene a favor es la libertad de movimiento, la rapidez con la que uno puede gestionar cuando el equipo de trabajo es bueno. Y cuando te hiciste de recursos, el tiempo que se gana en gestión es primordial para seguir avanzando.
“La mayoría de mis obras hacen pie en la historia argentina y suelen ser personajes femeninos los que llevan adelante un hecho político, buscando transformar la realidad”.
APU: Formás parte de la comisión de Género de Argentores junto a Susana Torres Molina y Lucía Laragione, un rol muy importante porque como en muchas instituciones siempre prevaleció la estructura vertical y patriarcal. Argentores avanzó, cambió el paradigma y con la última conducción está alineado con lo que vibra en la actualidad en tanto género y diversidad, y con una apertura mental en torno a la paridad. Contame el trabajo que desarrollás en esta entidad.
A.T.: Argentores cambió porque hay también una generación nueva de dirigentes. Ese cambio dio como respuesta la creación de una comisión de Género para atender las problemáticas que iban llegando. Y desde el Consejo de Teatro se atienden las necesidades de los autores y autoras. Se produce muchísimo teatro en todo el país. Es impresionante la cantidad de obras que se declaran por semana. De esa cantidad de obras se desprenden distintas problemáticas que son atendidas por el Consejo Argentores. Es un espacio de enorme responsabilidad porque te pone en contacto con la problemática de los autores y autoras de todo el país.
APU: También integrás la comisión de SOMI que lleva adelante el Teatro del Pueblo, que se podría decir que es el único teatro dedicado exclusivamente a albergar y promover la dramaturgia nacional de todas las generaciones de un modo sistemático y que es el Teatro más independiente de los Independientes. La Fundacion SOMI también se transformó y se volvió paritaria y más diversa. Te pido un pequeño repaso de cómo están conformados el Teatro del Pueblo y la Fundación y de qué forma se organizan y desarrollan la actividad.
A.T.: Sí, la Fundación Carlos Somigliana (SOMI) es la que lleva adelante la administración y la programación artística del Teatro del Pueblo. Los integrantes históricos, aquello que la fundaron son: Tito Cossa, Roberto Perinelli, Bernardo Carey, que acaba de fallecer, Marta Degracia y Héctor Oliboni que llegó un tiempo después. Luego estamos los que ingresamos en los últimos diez años, Andrés Binetti, Mariela Asencio, Raúl Brambilla y yo. Todos dramaturgos y dramaturgas. Llevar adelante un teatro mítico, como el Teatro del Pueblo, es para nosotros una responsabilidad político-cultural.
Todos los miembros de la Fundación trabajamos llevando adelante una tarea que no sólo no es rentada, sino que en algunas oportunidades nos exigió hacernos cargo económicamente para afrontar momentos difíciles. No es fácil gestionar un teatro independiente y menos de la envergadura del Teatro del Pueblo. Cuando mostrábamos los planos de lo que estábamos construyendo en Lavalle 3636, algunos nos decían abiertamente “ustedes están locos”. Y algo chiflados estamos. La verdad es que si no hay vocación para llevar una gestión de semejante envergadura no lo podés hacer. Y quiero destacar el funcionamiento de los SOMI como equipo, son muchos años de trabajo, y la verdad que a mí todavía hoy hay momentos en que me conmueve la actitud de mis compañeros y compañeras. Todo se hace con mucho esfuerzo. Movidos por la satisfacción de ver la cantidad de autores y autoras que estrenaron y están estrenando sus primeras obras en nuestras salas. Es toda una epopeya.
APU: Seguramente estás al tanto de que en la programación 2023 del Teatro San Martín la presencia de dramaturgas y directoras mujeres es casi nula pese a que el complejo está dirigido por una mujer. Si mañana te dijeran que dirijas el San Martín o que formes un equipo de gestión, ¿qué cuestiones cambiarías como autora, gestora y mujer feminista? ¿Qué considerás que sería hacer una buena gestión desde una mirada equitativa?
A.T.: Lo primero para gestionar artísticamente un espacio de la envergadura del Complejo Teatral de Buenos Aires o cualquier otra sala nacional o municipal es conocer a quienes están produciendo en el sector, quiénes son sus actores y cuáles son sus intereses, como sucedería en cualquier otro espacio. Y para conocer uno tiene que estar en contacto, ver qué está sucediendo en la escena nacional, a lo que no puede escapar la enorme usina artística que es el teatro independiente en nuestro país, con una historia de casi cien años. Y remarco la producción del teatro independiente porque es la gran característica identitaria del teatro argentino.
Ver y leer lo que se produce daría una mirada completa. Muchos llegan a la gestión desconociendo la labor de los y las teatristas, sin saber qué recorrido están haciendo, y eso luego trae problemas de gestión, con programaciones excéntricas que se leen ajenas a la realidad teatral. Y tener en cuenta que se programa en un sentido que expresa una política–cultural. Si uno y una conoce el medio y conoce la producción el tema de la paridad no es problema, surge como problema cuando se desconoce la actividad del sector.
APU: Fuiste una de las impulsoras de La Colectiva de Autoras. ¿Cómo está compuesta y cuál es su punto de vista?
A.T.: La Colectiva de Autoras es un logro enorme de las autoras, es un movimiento que comenzó en CABA y luego se fue extendiendo a lo largo del país. Un espacio en el que hoy dialogan más de 280 autoras, y de contención para muchas. Es un ejemplo de funcionamiento. La transversalidad hizo posible que vaya creciendo y se dialogue cada vez mejor. Las mujeres trabajamos muy bien cuando nos dejan funcionar de este modo, los roles se rotan orgánicamente y esto es extraordinario. Es un espacio que está muy atento a que se le dé a las autoras el lugar que merecen, porque hay una enorme producción que da cuenta de lo que estamos reclamando. No es posible que se siga ignorando la producción de tantas autoras argentinas que hoy se estrenan, traducen y publican en el extranjero. No es posible cuando hay tantas jóvenes autoras aportando poéticas innovadoras.
APU: ¿Qué significa el teatro para vos?
A.T.: Para mí el teatro tiene algo de templo de Asclepeion, que era el templo donde los antiguos griegos acudían para ser curados y se encontraban para incubar sus sueños. El teatro para mí es un espacio donde poder re-ligar la vida con una búsqueda de sentido más verdadera, un espacio donde una ejercitación más profunda sobre la propia memoria se pone en funcionamiento, el hombre y la mujer encuentran en el teatro una invitación a hacerlo. Pero no es sólo invitado e invitada a pensar frente a un hecho que está ocurriendo delante de sí, sino que al ser encarnado por actores estamos invitados a compartir una emocionalidad.
Toda escena que ocurre frente a nuestros ojos, tiene dos relatos: uno es el relato colectivo del que todos somos participantes. Y otro es el relato personal, que sucede cuando se activa esa memoria profunda, que hace que eso que ocurre colectivamente despierte imágenes y sensaciones personales de hechos más antiguos y análogos. A la posibilidad de este ritual nos invita el teatro. Me gusta pensar el teatro como un lugar donde es posible incubar sueños colectivos.
* Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.