Niní Marshall: la voz poética del saber popular
Por Silvina Gianibelli
Cuando me pregunto acerca de cómo construir un personaje, pienso que verdaderamente hay que amarlo y hacia esa hipótesis se mueve mi pensamiento, le sigue mi corazón que va (sin detenerse) tras la gran Niní Marshall.
Sus personajes se afianzan sobre un valor fundamental: la voz poética del saber popular. Como si fuera un engranaje coral de apreciar el registro del imaginario criollo.
“Se nos fue redepente”, fue un unipersonal que estrenó en la televisión, Canal 13, en plena dictadura, en 1979. Trascendió como uno de los espectáculos de humor negro más vistos, se considera que fue presentado más de 1500 veces.
Se trata de la llegada de varias vecinas al velorio del gran ausente, Don Pascual, el zapatero del barrio: “Más que zapatero era una madre”. Por allí desfilan sobre el imaginario muchas mujeres que representan el criollismo rioplatense. La ternura, el delirio y la tragedia son los puntos de apoyo fundamentales de la historia.
A lo lonesco estableciendo presencias dramáticas como excusas de la ausencia, estas mujeres asumen una misma necesidad dramática: ser las dueñas imprescindibles del velorio en el devenir de las historias que coexisten en el acompañamiento del dolor.
Si bien en estos tiempos estamos más informados para tener algunos reparos en la construcción de los personajes, la vitalidad que los mantiene es la amorosidad desde donde se hallan. Sin embargo avanzamos hacia ellos como diría Lynch, vayamos como quién busca un pez dorado.
Sus personajes habitan todo su cuerpo transformándolo en una coreografía magistral en la dicha de poseerlos. Sí, confieso que veo sus unipersonales para recordar a mi abuela. Y también para mirarme a mí misma, si es posible tomándome el pelo. Eso que ella admitió hacer en sus primeros programas de radio, en su columna de humor.
En todas sus ficciones, un mismo cuerpo que no se esfuerza en naturalidad sino que emerge del mundo de la empatía. Su porte teatral trasciende nuestra identidad y nos ubica en una pregunta que aún hoy nos hacemos :¿Cuántos de nosotros pueden hoy jugar a la vida riéndose de la muerte?
No sabemos, ojalá que muchos.