Presencia de Ricardo Carpani

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Presencia de Ricardo Carpani

09 Septiembre 2018

Ilustración: Leo Sudaka

Por Ignacio Soneira

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Un día como hoy hace 21 años fallecía Ricardo Carpani. Su fortuna crítica y reconocimiento en el campo del arte fue tardío y aún marginal. Ello se debe, en parte, a su apuesta por ocupar un espacio en el campo de la militancia sindical y social, lo cual lo excluyó de ámbitos de legitimación como el Museo de Bellas Artes, los grandes salones y de cierto relato oficial de las artes visuales en Argentina, pero lo mantuvo vivo en una suerte de imaginario del “artista militante”. Alcanza para confirmar esto con cargar “Ricardo Carpani” en un buscador y leer las cientos de semblanzas y homenajes realizados desde espacios gremiales y organizaciones políticas. También las inauguraciones de salas, institutos, centros culturales y agrupaciones que llevan su nombre, confirman la vigencia y solidez de una obra que tuvo la rareza de lograr ser parte de la cultura visual del trabajador argentino y de las luchas populares que éstos encarnaron.

La potencia de sus musculosos obreros organizados y en lucha circularon en afiches, gacetillas sindicales, revistas de militancia, murales, escenografías de actos políticos y pinturas desde finales de la década del cincuenta hasta 1997, momento en cual muere el hombre para dejar lugar al mito. Entre sus tareas menos conocidas y atípicas para un pintor, estuvo la de ser ensayista, escribiendo libros y artículos sobre temas vinculados al arte político y revolucionario pero también acerca del peronismo, el socialismo nacional y otras temáticas de coyuntura.

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Confrontó con las vanguardias del instituto Di Tella y con los artistas políticos de izquierda en plena década del sesenta. A las primeras las caracterizó como la consecuencia de la infiltración imperialista y les legó frases como “Prefiero un arte ‘viejo’ que participa activamente en la creación de un ‘hombre nuevo’, antes que un arte ‘nuevo’ que no modifica la situación del ‘hombre viejo’. A los segundos los acusó de hacer un “arte miserable” para un público burgués, que sólo quiere ver representada la marginalidad y las derrotas del pueblo, que les ofrezca tranquilidad y la posibilidad de dar rienda suelta a su sentimiento caritativo. Ambos grupos lo acusaron a la vez de ser tradicionalista, panfletario y retrógrado en términos formales.   

 

En el año 2015 la viuda de Carpani, Doris Halpin, firmó un convenio con la Universidad de San Martín para llevar adelante un proceso de catalogación, conservación e investigación del archivo personal del artista bajo la coordinación de Laura Malosetti Costa. El acceso a ese material inédito, diverso y múltiple, permitió reconstruir el itinerario de una figura destacada de la cultura política argentina de la segunda mitad del siglo XX. Con ello, sus contradicciones, cambios de posición, revisiones de su propia historia y etapas de su obra pictórica desconocidas. Pero también, ese enorme acervo documental e iconográfico expone a Carpani como un trabajador de la cultura comprometido con una revolución que no fue posible y, en esa labor, destellan: su participación protagónica en los encuentros de artistas plásticos latinoamericanos, su presencia ineludible en la CGT de Argentinos, su relación oscilante con el peronismo y la realización de sus “talleres de militancia plástica de base” en los que le enseñaba a militantes barriales de qué modo ampliar imágenes para elaborar estandartes, murales o afiches.  

Tatuaje_de_imagen_de_Ricardo_Carpani

En tiempos de fragmentación, desesperanza y derrota en los que nos preguntamos por las capacidades del arte para intervenir en la realidad concreta, vale recordar lo que el dirigente farmacéutico Alfredo Ferraresi, sostenía en una entrevista que le realizaron para el documental Carpani, cuando afirmaba que éste luego se conseguir los afiches impresos de la Federación Gráfica Bonaerense que había ilustrado, salía por la noche a pegarlos por las calles.

A más de veinte años de su fallecimiento, quizás el mejor homenaje lo hacen las generaciones que no lo conocieron y que hoy se tatúan sus imágenes o se las imprimen en remeras, las organizaciones barriales que se valen de sus épicos obreros para elaborar carteles y pintadas con consignas actuales y los laburantes que, como nos decía Vicente Zito Lema, sin conocer su nombre, lo van a identificar cuando uno les diga “el de los dibujos de trabajadores musculosos de camiseta blanca”.