Reseña: “Vaca sagrada”, de Diamela Eltit
Por Milagros Carnevale
Diamela Eltit nació en Santiago de Chile en 1947. En 1971 se graduó como profesora de Castellano en la Universidad Católica de Chile. Desde ese entonces desarrolla una extensa carrera profesional. Ha dictado cursos en diversas universidades latinoamericanas, estadounidenses y europeas. Ganó, entre otras cosas, la Beca Guggenheim y el Premio Jorge Donoso. En 1979 se casó con Raúl Zurita. En ese mismo año fue una de las fundadoras del Colectivo de Acciones de Arte (CADA), parte de lo que se denominó Escena Avanzada. El CADA buscaba reformular los circuitos artísticos bajo la dictadura militar de Pinochet. Actualmente su marido es Salvador Allende. Vaca sagrada es su cuarta novela, precedida por El cuarto mundo, Por la patria y Lumpérica.
Vaca sagrada explora la femineidad como acto político y estético, con la excusa de contar las historias de dos mujeres, la narradora (desprovista de nombre) y Francisca, cuyas vidas se organizan a través de sus relaciones con dos hombres: Manuel y Sergio. La narradora y Manuel se encuentran en la adultez, Francisca y Sergio se conocen desde la primaria. Las dos historias de ¿amor? son igual de impactantes por la falta de ternura. El escenario de la novela es una Santiago de Chile ahogada por la violencia política y la precariedad económica. Las mujeres recorren sus calles evadiendo la fatalidad de sus vidas, pero al mismo tiempo poniéndose en peligro. No hay a dónde ir. La ciudad atrapa y ahorca. Todo es oscuridad. En contraposición aparece el Sur, el campo, a donde escapa Manuel y donde es finalmente capturado.
Una protagonista más de la novela es la sangre, la sangre menstrual, símbolo de vitalidad y placer. El prólogo de Daniel Noemi hace un interesante análisis con respecto a este tópico. Entre otras cosas, recupera lo que dice Eltit en una entrevista: “Usé la sangre menstrual porque es poco escrita. (…) El rito femenino es sangriento y, en último término, es secreto y eludido por la cultura en algún punto. (…) Entonces, en ese sentido me pareció bien importante (…) descomprimir esa sangre, hacerla salir de su propia biología y desplazarla a todos los sitios posibles: a la erótica, a la violencia, a la memoria”. Agrega Noemí: “Este vínculo entre sangre y escritura permite advertir una nueva potencia en esta estética de la sangre. La sangre deviene también un escribir-se; esto es, la escritura es un espejo de la sangre, especula con ella”. Las palabras que tejen Vaca sagrada son rojas, líquidas, intempestivas, inevitables y necesarias. Herramienta y deshecho, espada y carne. La escritura, como la sangre, es una protagonista en sí misma. Dice Noemí en el prólogo, a propósito de las críticas que se le han hecho a la novela cuando salió en 1991 por la dificultad para interpretarla: “Se trata de una letra que está constantemente cuestionando y rompiendo los moldes convencionales; en otras palabras, resiste la comodificación (el volverse mercancía) que la escritura sufre, se halla siempre afuera y adentro al mismo tiempo. Es una escritura que es labor; un laburo político y del cuerpo, pues es una escritura que se realiza y despliega también desde el cuerpo como símbolo y síntoma”.
Vaca sagrada es una novela que quizás no es tan clara narrativamente, pero su tono extremadamente poético genera una atracción instantánea. Les lectores no podrán despegarse de los episodios que develan las vivencias y recuerdos de estas mujeres que, al final de cuentas, sólo luchan por sobrevivir. Sexo, trabajo, soledad. Estos son los ejes que articulan la novela. A través de imágenes poéticas potentes que se repiten como leimotiv desde el principio hasta el final, Eltit articula el pasado y el presente de estas mujeres violentadas por los hombres en todas sus representaciones: el amor y el estado.
Vaca sagrada tiene 192 páginas. Su lectura, si bien no es ligera, es muy llevadera y atrapante. Es un libro imprescindible para cualquier biblioteca latinoamericana. Puede conseguirse, entre otras librerías, en Eterna Cadencia.