Teatro: “Deviniendo Tato” retoma las funciones presenciales
Por Liliana Fijtman
Una sala despojada, seis o siete almohadones de distintos tamaños, un hombre de camisa blanca y pantalones grises de pie en el centro de la escena que dice “hace mucho que no fumo, mastico los cigarrillos. Me los como”.
Es Tato, es Eduardo Pavlovsky y quien lo interpreta a él y a los pacientes que acuden a su consulta es Maxi Sarramone, en un unipersonal donde despliega en cuerpo y texto la multiplicación dramática postulada por Tato a través de la terapia grupal y el psicodrama.
Los autores de la obra, Gabriela Villalonga y Rodrigo Cárdenas, fueron durante cinco años pacientes de Tato y construyeron la dramaturgia-homenaje que es Deviniendo Tato a partir de sus recuerdos, de anécdotas, de personajes de las obras del mismo Tato y de artículos y ensayos de este gran maestro, dramaturgo, actor, ensayista, fundador del psicodrama en Argentina junto a Hernán Kesselman y Luis Frydlewsky.
El actor, con un gran despliegue corporal, se diversifica en cada participante del grupo, con un acertado estudio de los personajes en la multiplicación escénica que proponía la terapéutica de Tato. En ella cada paciente traía una situación dilemática, es decir, que era percibida desde una mirada individual, si se quiere narcisística y al ponerla a disposición del grupo para ser elaborada, esta se abría en un abanico de abordajes que aparecían desde otros puntos de vista sensibles. Se trabajaban así, en representacionesen donde quien había acercado el conflicto desde su óptica personal, se retiraba ese día con un atravesamiento, un “acribillamiento” de resonancias, según el decir de Gabriela. Así se gestaba lo que ella llama un “co-pensor” alguien que ayudaba a pensar desde lo interno. Desde otro punto de vista me hace acordar al “asistente interior” de Norberto Levy.
Basado en Deleuze, en Guattari, Tato renegaba de lo que él denominaba “interpretosis” o la hiper interpretación desde la doctrina; en cambio, Pavlovsky decía: “Te sigo, desde algo que me pasó a mí”. Sabiamente, intervenía desde un lugar donde convergían todos sus saberes, los del psiquiatra, pero también los del escritor, el actor, el ensayista. Todo eso junto y a la vez, un par sensible, alguien que podía de alguna manera salirse del lugar “sujeto supuesto saber del analista” para hablar desde la propia experiencia.
Es por todo esto, por la creatividad en la curación del paciente, si es que esto existe, pero también por el humor, la ternura, el saber y la humildad en que en algún momento el personaje de Sarramone, quien también se intepreta a si mismo, dice “siempre pensé que Tato no podía morir”, para proponer la resolución de los conflictos individuales en la terapia a partir de un concepto de lo colectivo.
Nada de lo que ocurre me es ajeno. Nadie se salva solo. Lo personal es político. En medio del contexto pandémico que estamos viviendo, pareciera que la realidad nos subraya a cada instante que no hay forma de sobrevivir, que no hay manera saludable de transitar por estos lares que desconozca al otro. Que sus necesidades y experiencias me interpelan, me modifican y que estamos juntos en esto de andar la tierra.
La obra se presenta en Nün Teatro Bar, Juan Ramirez de Velazco 419, Villa Crespo, CABA, con aforo y protocolo, los domingos a las 18:00 h hasta el 29 de agosto.
Entradas disponibles en Alternativa Teatral
Ficha artístico técnica:
Autores: Gabriela Villalonga y Rodrigo Cárdenas. Con textos de Eduardo Tato Pavlovsky
Actúa: Maximiliano Sarramone
Música: Martín Pavlovsky
Asistencia de dirección: Malala Emanuele/ Diseño y entrenamiento del lenguaje corporal: Silvia Spinelli/ Diseño de luces: Gabriel Virtuoso/ Vestuario y escenografía: Virginia De Los Santos/ Diseño gráfico: Malala Emanuele/ Fotografía: Gabriel Insaurralde/ Prensa & Difusión: Daniel Franco/ Producción: Adriana Yasky/ Redes sociales: Pablo Lancone
Dirección: Gabriela Villalonga