Teatro: “Okasan”, diario de viaje de una madre

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CARTELERA TEATRAL

Teatro: “Okasan”, diario de viaje de una madre

04 Mayo 2025

¿Cuándo se deja de ser madre? ¿Alguna vez? ¿Qué hace que las maternidades puedan sentir las libertades de sus hijos no como abandono sino como comprensión? Comprensión de que ya no pertenecen a ese útero, de que ese ser que gestaron ahora cree, siente, camina, habla, piensa, ama y duda por sí solx. Y que tal vez, ese humano por fuera de la madre no pierde el cariño sino la necesidad. Entonces es ahí que la bitácora de la engendradora se vuelve confusa.

¿Es posible separarse de los hijxs con la convicción de que eso será, cuanto menos, un acto de amor que no es derrota? Tal vez la separación sea la prueba más compleja del deseo de que el otrx exista más allá de ese vínculo primigenio. Un movimiento que no implica tanto una pérdida, sino más bien un cambio de lugar, una transformación del lazo. Y en esa distancia, puede abrirse también un espacio donde la palabra de la madre deje de ser ley para volverse memoria, contorno, posibilidad. No como borramiento, sino como fondo sobre el que el hijo —y también la madre— puedan escribir otras escenas.

Tal vez esa sea la forma más honda del amor: permitir que el otrx camine por fuera del propio trazo, aunque eso duela, aunque eso confronte con lo que se hubiera deseado compartir o imaginar. Porque a veces amar también es soltar el centro, renunciar a explicar todo, dejar de ocupar ese lugar desde donde se intenta sostener al otrx. Dejar que el hijx exista por fuera, no solo físicamente, sino también simbólicamente, en su propio tiempo, con sus propias preguntas. Y ahí también, existir como madre, pero desde otro lugar: uno que acompaña sin marcar el camino.

Porque a veces amar también es soltar el centro, renunciar a explicar todo, dejar de ocupar ese lugar desde donde se intenta sostener al otrx.

Una madre siente que es un estorbo, y en su búsqueda por reconectarse con su propio deseo, recuerda también a su madre, re descubriéndose como hija en ese acto de reconexión. También quiere conectarse consigo cuando recuerda bañar a su hijo bebé. Es otra forma de tenerse, de volver a sí, de ser el centro. La protagonista.

Pero ¿qué pasa cuando el papel protagónico siente que lo corrieron?

Un hijo que decide vivir en la antinomia del horario: cuando en Buenos Aires son las 12 am, en Japón son exactamente las 12 pm. Una madre que para reencontrarse con su hijo debe dar la vuelta al mundo y viajar al futuro. Solo para compartir ahora los días de su hijo y no como antes, cuando era niño. Una madre que decide escribir todas sus sensaciones en un diario mientras su estadía sucede allí, al otro lado del mundo. Entre paisajes majestuosos, entre horas que son cortas para ciertas compañías.

Okasan pone al pensamiento de una madre como punto fundamental para el texto. La maternidad muchas veces implica pensar demasiado, rumiar, ir y venir, conversar internamente sobre los otrxs. Algunas madres comprenden a tiempo que en un momento dado de la vida los hijxs ya no les pertenecen. Pero hay algo que sucede con esta autonomía del hijo: la duda de si se ha educado bien. Es preciso autoelogiarse en ese sentido, repetirse que se ha enseñado lo suficiente para andar en la vida. Y que eventualmente, si hay error, es porque son personas. Que una madre también comete errores, que también duda. Y que si las enseñanzas no fueron suficientes no fue por falta de deseo, sino porque a veces tampoco hay tiempo, a veces es necesario comprender que no se puede todo y siempre quedan huecos que el hijx deberá resolver.

La equivocación, entonces, no siempre es falta sino que puede leerse como la diferencia entre lo que el hijo elige y lo que tal vez la madre hubiera elegido para él. Una diferencia que puede vivirse como dolorosa, pero también como signo de una transmisión intergeneracional efectiva: el hijo elige desde su deseo, incluso cuando esas elecciones no coinciden con las expectativas maternas. Así, el error no está en la divergencia sino en la imposibilidad de control, y esa imposibilidad es también parte del amor. El deseo materno no se impone, sino que acompaña, aun cuando la ruta trazada por el hijo sea ajena al camino que la madre hubiera deseado recorrer con él. Una diferencia que duele pero que también da cuenta del éxito de esa autonomía transmitida.

El título mismo, Okasan, lejos de ser un mero guiño lingüístico, condensa una transformación silenciosa pero profunda. En japonés, okāsan es una forma respetuosa y cariñosa de decir “mamá”, una expresión que encapsula no solo el vínculo biológico, sino también el reconocimiento, la ternura y el respeto. En la cultura japonesa implica situar a la madre en un lugar central, no solo desde lo afectivo sino también desde una construcción cultural profunda que encarna respeto y cuidado. Esta concepción difiere notablemente de muchas nociones occidentales de maternidad, donde el lugar de la madre suele oscilar entre el ideal del sacrificio total y la invisibilización de sus deseos personales. Así, okāsan no remite sólo a una función sino a un rol cultural cargado de sentido, que nos permite pensar en cómo Oriente y Occidente modelan de formas distintas las expectativas, los vínculos y las proyecciones sobre la figura materna, aún cuando el trato cotidiano ya no lo haga evidente.

Pero en la obra, esa centralidad se ha desplazado. La madre ya no es “mamá” en el sentido infantil del término; ha sido desplazada a un nuevo territorio afectivo, uno en el que se reformulan las coordenadas del deseo y de la transmisión intergeneracional. Ese nuevo territorio pone en juego la subjetividad de la madre como alguien que también desea, obligada a reconfigurar su lugar ya no en función del hijo que necesita, sino del hijo que elige. Y en ese camino, no solo va dejando de ser el eje, sino que también descubre a su hijo en ese nuevo paisaje, como si lo viera por primera vez.

En esa reconfiguración, se permite volver a preguntarse por su deseo, en un movimiento que implica renunciar al control pero no al amor. Lo que aparece ahí es la tensión entre lo que se hereda y lo que se inventa, entre el deseo que se quiere transmitir y el deseo propio que cada quien se permite reconocer. Uno más incierto y adulto. Y si bien es madre aún, ya no es el centro. Lo que se pone en juego no es la pérdida del amor, sino la mutación del lugar que ese amor ocupa. El hijo ya no la necesita, al menos no como antes. Y ella debe aprender a amar desde otro lugar: sin posesión, sin injerencia, tal vez incluso sin presencia.

En esta adaptación escénica del libro Okasan: Diario de viaje de una madre de Mori Ponsowy, que se presenta en El Picadero, Carola Reyna, la actriz protagonista, es la única figura en escena, narrando su bitácora íntima desde la experiencia de su viaje. En medio de una cultura tan bella como extraña, la madre descubre que su hijo ya es parte de ese paisaje nuevo. A lo largo de la obra, luces y elementos audiovisuales abstractos acompañan la narración, intensificando la experiencia emocional y conceptual del viaje, ampliando las sensaciones y pensamientos que surgen de este proceso de descubrimiento. Y que tal vez, la pregunta ya no sea quién es él, sino quién será ella a partir de ahora.

En ese gesto final, cuando el hijo se duerme en el hombro de la madre, se revela lo no dicho: la comprensión mutua. El amor sin dependencia, el vínculo sin demanda. Dos adultos con una historia común que ya no necesitan explicarse todo. Un instante de quietud donde, por fin, todo cobra sentido.

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Teatro Okasan

Okasan se presenta el sábado 10 de mayo a las 22 horas en el Teatro Picadero, Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857, CABA.

Entradas por Plateanet o en la boletería del teatro.

Actriz: Carola Reyna

Adaptación: Paula Herrera Nóbile con colaboración de Sandra Durán y Carola Reyna

Escenografía y utilería: Cecilia Zuvialde

Asistente de escenografía: Luciana Hernández

Luces: Matías Sendón

Vestuario: Ana Markarian

Asistente de vestuario: Julia Seras Rodríguez

Realización vestuario y tocado: Patricia Terán

Música: Gingo Ono

Visuales: Ivana Kairiyama

Animación: Clara Hernandez

Diseño de maquillaje: Karina Camporino

Pelo: Josefina Fascetto

Fotografía: Nora Lezano

Making Off fotos: Sol Tunni

Diseño gráfico: Paola Ledesma

Prensa y difusión: Carolina Alfonso

Producción ejecutiva: Luciana Becerra

Producción general: Sandra Durán y Carola Reyna

Asistente de dirección: Denise Yañez

Dirección: Paula Herrera Nóbile

*El artículo contiene lenguaje inclusivo.