“Temblar, relatos eróticos”: la literatura de la urgencia
Foto: Sofìa Guggiari
Cuando leí Temblar, relatos eróticos, de la actriz y psicoanalista Sofía Guggiari (Milena Caserola, 2021) inmediatamente pensé en el devenir de los géneros. Una de las fugas de los textos es afianzarse sobre la prosa poética, no en una instancia de imagen coral o plástica como podría haber intervenido Breton, sino en una verdadera imagen acuciante, sin mediaciones objetuales tan adeptas de las secuencias descriptivas envolventes y oscuras.
Existe en su escritura una urgencia de la acción vital, sin tomar distancia de lo metaforizante, se construye un texto-cuerpo performático que deambula entre habitaciones contiguas del deseo que va instalándose en la multiplicidad experimentalmente existencial.
No hay un estado de la pornografía literaria que no se vuelva mítico, porque todo lo es embestido por el lenguaje.
Temblar no desafía los géneros sino que se compromete con la respiración natural de cada uno de ellos, por momentos minimalistas en el conjuro de los infinitivos exasperantes, por momentos anecdóticos, otros de inspiración cinematográfica, bajo la metonimia de los ángulos de la narradora que es quién naufraga en la resistencia ontológica.
Hay un punto de vista tenue, en la escritura, que detrás de un vidrio mojado ve caer las gotas de la vida, y las transpira sexualmente. Y allí radica su valor literario en la complejidad de los interrogantes cuando el psicoanálisis atraviesa lo real y da una pirueta con la poesía.
¿Cuál es el devenir sexual de una mujer en una pandemia inesperada? No hay respuesta, solo hay performance de la palabra que pega un triple salto mortal: la de la necesidad de fragmentar lo vital, la de reconstruir los espacios donde el cuerpo hace entrega de su deseo, y la que el mismo cuerpo le dicta a la palabra delicada y arrabalera. Sucia y protectora. Diestra y también siniestra. La mirada holística de la narración vuelve a la voracidad amorosa de lo que sabemos que pasa siempre, que una mujer escribe.