Trabajos esenciales: la salud mental de quienes nos cuidan
Por Pablo Melicchio | Ilustración: Matías De Brasi
Las pequeñas angustias y ansiedades, comunes a todos los mortales, pueden ir escalando en intensidades hasta derrocar a la persona y dañar su salud mental. El personal de salud, periodistas, las fuerzas de seguridad, del transporte público y demás trabajadoras y trabajadores esenciales, no han podido preservarse ante la propuesta de #todosencasa y tuvieron que continuar trabajando, expuestos al virus y sus posibles consecuencias físicas y psicológicas. En las calles, circulando entre la población contagiada, con exceso de información, con miedos, paranoias y diversas violencias sociales e institucionales, llegan por estos días, a cinco meses de iniciada la extensa cuarentena, con altísimos niveles de estrés cuya cara visible son los trastornos de angustia y ansiedad, agotamiento, alteraciones en el sueño, irritabilidad y desgano, o incluso, en algunos casos, depresiones o ataques de pánico que les impiden salir a trabajar.
La incertidumbre y el miedo a enfermar y morir son los sentimientos cardinales que se instalaron desde el inicio de la pandemia. Pero los trabajadores y las trabajadoras esenciales, al estar permanentemente en circulación, no sólo corren mayores riesgos reales, sino que además son más proclives a presentar vivencias hipocondríacas: sentir la enfermedad cuando no se la tiene o cualquier síntoma ligarlo al coronavirus. Y sin lugar a dudas, el bombardeo constante de información altera su campo mental, lo intoxica. Trabajar fuera de la casa, en medio de una pandemia que está llegando a su punto más alto, no es sin consecuencias. Alienados en la vorágine cotidiana, exponiéndose a la enfermedad y por lo tanto a la muerte, son más propensos al desencadenamiento de enfermedades psicológicas a causa de las presiones laborales que soportan cada jornada y por los altos niveles de estrés que están padeciendo. Cabe aclarar que el estrés es uno de los factores determinantes que debilitan al sistema inmunológico, el cual es nuestro protector tanto frente al ataque del coronavirus, como al de cualquier otra enfermedad.
Los niveles de estrés descienden notablemente cuando llevamos una vida relajada. ¿Y cómo estar relajados en medio de una pandemia? No hay una respuesta absoluta, es, siempre, una búsqueda personal. Pero para alcanzar un bienestar general debemos ir equilibrando la salud psicofísica y espiritual y contar con condiciones habitacionales, laborales y económicas favorables. Acercarse a ese equilibrio no es simple, menos en estos tiempos, pero hay que luchar por alcanzarlo porque de eso depende la calidad de vida que llevemos. Sólo así, bordeando ese equilibrio, tendremos una salud integral y contaremos con las defensas necesarias para no enfermar o para poder luchar si es que nos toca transitar alguna dolencia.
Las trabajadoras y los trabajadores esenciales están en permanente movimiento, viajando, en las calles y entre la gente, por lo tanto, con mayores posibilidades reales de contagio. Y a su vez viven bajo la atmósfera permanente del coronavirus, con exceso de información y cuidados extremos. Así, acumulan mayores tensiones y pensamientos negativos que son las toxicidades que van erosionando el plano emocional y por lo tanto poniendo en riesgo la salud mental. Sólo podrán atravesar la pandemia sin mayores consecuencias quienes sepan cuidarse, pero muchas veces eso no depende solamente de las personas sino del Estado, de los empleadores y de la interacción con lo demás.
Debemos cuidarnos, pero también cuidar a quienes nos cuidan, de lo contrario no aprenderemos nada de esta pandemia y será otra oportunidad desperdiciada para edificar un mundo más sano.