Borges nos invita a transformar la realidad

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    Borges y Kodama
    Foto: EFE
LECTURAS DE BORGES

Borges nos invita a transformar la realidad

25 Julio 2023

Se escucha a menudo decir que Borges es difícil de leer, de comprender. Que lo leído se olvida. O que en cada relectura se descubre algo nuevo. Todo eso y mucho más; y mejor que sea así, que leer implique un ejercicio de comprensión, que opere la memoria, y por lo tanto el olvido, y, como volver a cruzar el río del que nos habló Heráclito, que al releer no seamos la misma persona ni el poema sea el mismo. 

En El creador literario y el fantaseo, Freud nos dice que “todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada…”. Y más adelante agrega: “Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino… la realidad efectiva”. ¿Y qué es la realidad efectiva? ¿Hay una sola realidad? Hay una realidad establecida, leyes, normas y acuerdos explícitos, y mecanismos de poder implícitos, que buscan poner un orden, controlar a los seres humanos, sus deseos y caprichos. ¿Debemos aceptar esta realidad como única? “Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real”, refiere Borges en el cuento El inmortal.   

Borges altera a quien lo lee y altera su modo de leer la realidad que lo circunda.

En Borges hay una fuerza ficcional tan grande, que altera a quien lo lee y altera su modo de leer la realidad que lo circunda. De alguna manera, Borges desgarra esa realidad que impresiona como única y concreta jugando con los elementos de la realidad, transformándolos en otra cosa, y no solo en cuentos y poemas; su misma ceguera, ese lento crepúsculo, fue tomada como “un modo de vida que no es totalmente malo… quién puede conocer más que un ciego”. Y en Atlas, el libro de viajes con textos de Borges y fotografías de María Kodama, luego de recorrer las pirámides de Sakkara, en Egipto, el escritor nos confiesa que: “A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja: “Estoy modificando el Sahara”. La realidad está llena de ficción, sólo hay que tener la capacidad de transformarla. Una niña que le habla a su muñeca no juega con un objeto inanimado, para ella es, efectivamente, su hija. Para un niño, un rollo de servilletas puede ser una nave y una piedrita una bomba. Basta con prestar atención para confirmar esa suerte de transformación efectiva de la realidad que hacen las infancias, como sucede en el ambiente artístico. Frente a las dolencias y reveses de la vida, rescatar la niñez interior, la alquimia del juego que transmute la realidad.

Lo opuesto al juego, a la creación literaria, a la creatividad, es dejar la realidad tal cual, resignarse o fantasear, construir castillos en el aire, diría Freud. Cuando soñamos, podemos crear ilimitadamente, pero al despertar, en la vida diurna, la realidad de cada ser puede ofrecer adversidades, insatisfacciones, diversas situaciones que inviten a la resignación, o a la lucha, a la transformación de lo adverso en aprendizaje, en una versión más amplia de la propia existencia. Los seres insatisfechos se resignan o fantasean, se quedan ahí, aceptando que el mundo es eso y nada más que eso; no así las personas resilientes, ligadas al arte de vivir.

La realidad está llena de ficción, sólo hay que tener la capacidad de transformarla.

“Un escritor debe pensar que todo le ha sido dado para su obra… y cuando digo todo pienso en la humillación, las enfermedades, el fracaso, la pobreza; todo es arcilla para su obra”, dice Borges en una entrevista. Y en otra: “La tarea del arte es esa, es transformar lo que nos ocurre continuamente, todo eso en símbolos…”. Borges insiste, en más de una ocasión, que en la misma realidad está “escondido” el material de la ficción. Y lo más maravilloso es que nos invita a leer la vida en clave ficcional, o mística; que lo que nos suceda, “todo”, insiste, incluso lo adverso, sea tomado como posibilidad para ampliar la dimensión del ser. 

Hay un sentido común, bastante limitado, que hace que nos entendamos, que estructura una realidad, que la organiza para que no todo sea tan caótico y fragmentario. En general, las personas viven esa estructuración como única realidad posible, invariable: “la vida es así”, “no queda otra”, o “el mundo fue y será una porquería”, como sentenció Discépolo; aunque él transformaba las porquería mundanas en poemas. Hay quienes se sienten agitados, insatisfechos, y buscan otras realidades dentro de la realidad. Fernando Pessoa, el poeta de los heterónimos, hizo de su realidad otras realidades; de su yo, una multiplicidad de yoes; una vez escribió que el arte existe porque el mundo no basta. Frente a un mundo inacabado, que no basta, que no alcanza para el bienvivir, podemos crear otros mundos, disolver lo insoportable que ofrece cierta realidad. Y el fenómeno artístico tiene esa posibilidad de trascender la realidad.

Para Newton, la manzana que cae del árbol es la inspiración para llegar a formular la ley de gravitación universal; para otro hombre, sólo una manzana que cae del árbol; todo depende del cristal con que se mire, escribió otro poeta, Ramón de Campoamor. Borges, en una conferencia, señala que el poeta no cumple un horario: “Nadie es poeta de 8 a 12… quien es poeta es poeta continuamente, se ve asaltado por la poesía”. Quizá, como Borges, el ser humano resignado, tomado por la insatisfacción, pueda pensar que “todo lo que le ocurre puede ser un instrumento, todas las cosas le han sido dadas para un fin”. “La humillación, la desdicha, la discordia. Todo eso nos ha sido dado para que lo trasmutemos, para que hagamos de las miserables circunstancias de nuestra vida, cosas eternas o que quieren ser eternas…”. Prestar atención a los signos, a los elementos que puedan presentarse y ser material para el poema, para una música, para un cuadro o una teoría; pero por sobre todo, para transformar las adversidades de la vida en algo más profundo que amplíe la concreta realidad y el horizonte de nuestro ser.