Trotsky: El corresponsal obrero, elemento de la constitución soviética
Por León Trostky
Siempre hay que tener en vista la siguiente idea: el obrero que no lee periódicos aún no es hijo de su clase ni es hijo de su tiempo… Hay que despertarlo como sea. Si no sabe leer, hay que incitarlo a escuchar cómo leen los demás. Y para eso hay que interesarlo, tocarlo en lo vivo. ¿Con qué? Con lo que le concierne más directamente. Es necesario que oiga que alguien piensa y escribe sobre él. ¿Quién puede hacer eso? El corresponsal obrero. Despertar el pensamiento adormecido de los compañeros de fábrica más atrasados: esa es la tarea primordial y principal de cada corresponsal obrero que tome en serio su trabajo.
En un estanque el agua no se corrompe ni se pudre si en él desemboca un manantial fresco. Lo mismo ocurre con un periódico, sobre todo en las condiciones del monopolio revolucionario de la palabra impresa. Hay que recordar esto: siempre está latente el peligro de burocratización del periódico. La redacción tiene sus secciones, su oficina, sus hábitos, su enfoque, sus instrucciones emanadas desde arriba. Pero la vida cambia, la masa se renueva, surgen nuevos problemas e intereses. Si el periódico mira hacia un lado y el lector hacia otro, eso significa la muerte del periódico. El corresponsal obrero no puede permitir eso. El corresponsal obrero no solo escribe en el periódico sobre la vida de las masas, sino que además observa cómo la masa acoge el periódico, y no solo sus informes personales, sino todos las secciones y artículos del periódico. ¡Escribe en el periódico sobre el mismo periódico!
¡Observa qué nuevos libros y folletos hallan eco en el ambiente obrero, escribe en el periódico sobre ese libro! El periódico no sustituye al libro. Solo el libro puede abarcar una cuestión desde todos los ángulos y echar sobre ella una luz profunda, científica. El corresponsal obrero que solo escribe y no lee no irá más lejos; y quien no va más lejos va para atrás. El corresponsal obrero está obligado ante sus lectores a elevar su propio nivel intelectual, a leer, a estudiar, y debe ajustar su lectura a los problemas que la vida coloque en el centro de su atención como corresponsal obrero.
La estructura soviética del estado tiene como tarea acercar a la dirección y enseñar a dirigir a las más amplias masas populares. No podemos perder de vista esta tarea bajo ninguna circunstancia. Pero la experiencia de los años pasados nos ha mostrado que la resolución práctica de esta tarea es mucho más difícil de lo que imaginábamos al comienzo de la revolución. Tenemos demasiado atraso, ignorancia, analfabetismo, estancamiento cotidiano; y por otra parte, las tareas prácticas de la organización económica son demasiado acuciantes y apremiantes. De aquí también deriva, como fuente principal, la tendencia al burocratismo, es decir, a la resolución de problemas por intermedio de las oficinas estatales, sin tener en cuenta a los trabajadores y a espaldas de ellos. Aquí es precisamente donde el periódico aparece como un medio poderoso para corregir el trabajo del aparato estatal. El periódico cuenta cómo se refleja y se percibe este trabajo en las capas más bajas de la población, cómo responden estos sectores a ese trabajo. Captar esa recepción y transmitirla en el periódico es tarea indispensable del corresponsal obrero. Con ello, atrae a los lectores del periódico a participar en la corrección del trabajo estatal y paulatinamente los prepara para participar en la dirección misma del estado. El corresponsal obrero no es simplemente un colaborador del periódico, no, es un elemento nuevo e importante de la constitución soviética, complementa la actividad de los órganos gubernamentales impidiendo su burocratización.