Un estudio sobre el mar en “Diario de los chapuzones”, de Carlos Ríos

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    FOTO: Eva Cabrera
INFORME DE UN DÍA

Un estudio sobre el mar en “Diario de los chapuzones”, de Carlos Ríos

02 Febrero 2025

Es un día de calor sofocante, llevo la ciudad pegada al cuerpo, el sol de enero impregnado en la frente. 

Entro al banco y siento el alivio del aire acondicionado, la fila es larga, infinita, pero a mí las esperas me cautivan, me gusta el uso de ese tiempo que moldeo a disposición. Trazo una marca imaginaria, desde donde empezaré a avanzar sin mirar para adelante, solo motivada por el leve movimiento de los pies que me preceden. Saco el libro y empiezo a leer. Al rato una mujer me mira con un esfuerzo de contorsionista, levanto la mirada y me dice: “perdón, quería ver el título del libro”.

Se lo muestro y sonrió.

Diario de los chapuzones” lee en voz alta. “Diario de los chapuzones”, repite en voz más baja. “Qué título gracioso, ¿de quién?”, pregunta. “De Carlos Ríos”, respondo. Larga una carcajada y vuelve a decir: “de los chapuzones, lo voy a buscar”.

Siento que salí a la superficie, yo también estoy sumergida y vuelvo cada tanto como de un chapuzón. 

El libro de Carlos Ríos tiene un componente hipnótico. Igual que el movimiento de las olas, igual que la fuerza de gravedad y la corriente del viento en el mar.

El libro de Carlos es un diario, pero no es un típico diario en primera persona, es un diario en tercera persona. Carlos construyó un narrador para escribirlo y creó un personaje que lo describe, como si lo estuviera observando. 

Carlos mira a Carlos, como mirando el mar.  Carlos y el mar se constituyen como un solo personaje. Un sujeto mira el mar y como diría Sartre al ser mirado se convierte en el objeto también y viceversa. Carlos y el mar son el mismo proyecto para el autor de este diario. 

Desdoblamiento, distancia y observación se nutren de escenas y situaciones con el mar como protagonista, con el vínculo de Carlos con el mar, desde distintas playas, climas y territorios como Mar del Plata, Santa Teresita, Florianópolis.

¿Cuál es el origen del vínculo? ¿Por qué un diario de chapuzones? ¿Cuál es la implicancia del mar en la vida del narrador?

“Se pregunta qué conexiones hay entre su nacimiento a ocho cuadras de la playa y el sonido de las olas al romperse, desde siempre la banda sonora que guarda en su interior”.

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diario de los chapuzones

En Diario de los chapuzones, Carlos Ríos relata, como dice Ana Porrúa en la contratapa, “una estilística del mar” y a su vez de la escritura y del estado de ánimo. 

Una gran retórica que alude al mar pero también a él. 

“ En el mar se configura una verbalización del estado de ánimo que guarda para sí mismo, consciente de que a nadie le interesa lo que él puede decir del mar y de los chapuzones que aprendió a darse allá lejos y hace tiempo, yendo solo a la playa, mirando cómo lo hacían otras personas”.

Diario de los chapuzones es un gran ensayo sobre el lenguaje del mar ¿Cómo se comunica el mar? ¿Hay una analogía entre la conducta del ser humano y la del océano? ¿El mar siempre está igual? 

Carlos nos dice que el mar nunca es el mismo, que fluctúa según el clima, el viento, la temperatura. Que el mar puede ser paisaje pero que ese paisaje se desdibuja cuando lo miras desde adentro. Que a veces es oráculo y otras puro presente y materialidad. 

Que las olas por momentos son campos de agua disolviéndose en la oscuridad,  por otros látigos qué te llevan puesta y otras se combinan para ser “simulaciones orquestales del cuerpo en el mar”.

“Le gusta que el mar tenga tantas versiones como podría tener un poema incapaz de cerrarse, condenado a revestirse de capas, igual que una cebolla”.

“Le gusta que el mar tenga tantas versiones como podría tener un poema incapaz de cerrarse, condenado a revestirse de capas, igual que una cebolla”.

El mar es el concepto, la idea, lo sublime; los chapuzones son la expresión, la confluencia del cuerpo con él: “el juego memético” la fusión de dos naturalezas que se encuentran.

 Carlos nos cuenta que hay distintos tipos de chapuzones, que está el perfecto, el expeditivo, el consumado, el meditativo, el logrado. Tantos como tipos de personas. 

Diario de los chapuzones es un libro acuático, cada definición, cada mirada del mundo es dicho desde la metáfora del mar. Nada queda afuera del chapuzón, ni siquiera el pensamiento: 

“El pensamiento es un cangrejo que ejercita su pinza con cualquier elemento que se le acerque: un sueño, un objeto, una conversación, situaciones desordenadas en el caos de la vida cotidiana”. 

Pienso la relación entre el chapuzón y el acto de escribir: “ ¿Cuál es la gracia de escribir? A medida que avanza, la relación chapuzón/escritura del diario se vuelve inseparable; si no hay chapuzón, la escritura se desvanece, pierde sentido y viceversa”.

Dejarse llevar por una fuerza incontenible, la lucha cuerpo a cuerpo entre el placer y el esfuerzo, la concreción del deseo y el vacío posterior, la idea de capturar la inmensidad y solo obtener una pequeña porción que tiende a desvanecerse. La experiencia plena, la cercanía y el olvido. 

“De un tiempo a esta parte tiene en mente un libro de poemas que puede leerse como una sucesión de chapuzones, y más aún: que la experiencia de lectura sea equivalente a todo lo que pasa durante un chapuzón. En principio, esa sensación de estar solo en medio de algo más grande” 

En este diario cada entrada es un chapuzón, una playa distinta, un día diferente. Este libro es una sucesión de poemas en prosa, un “hundirse y perder la noción de lugar”, es la misma sensación de sumergirse en la belleza y asomarse, un poco, solo hasta encontrar otra playa, otro poema donde habitar.