Un Santoro para Lanata

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Un Santoro para Lanata

19 Agosto 2012

Por Juan Ciucci l Una impúdica exhibición de la matriz de pensamiento gorila, de esa ufana tilinguería que parece orgullosa sostener, pudo apreciarse el domingo pasado en el programa “Periodismo Para Todos” de Jorge Lanata. Ese domingo y cualquier otro; pero éste ofreció un espectáculo de inverosímiles temores hacia el peronismo (y a lo popular y plebeyo en general); como la demostración de la ignorancia congénita del gorilismo.

El tema era La Cámpora (esa abstracción de todos los demonios que la “juventud maravillosa” encierra ante los ojos del viejo orden) adoctrinando niños en las escuelas. Casi como si fuera posible poner en palabras el miedo absoluto, esa conjunción La Cámpora-niños es demasiado para cualquier alma sensible. Entraba en escena “La niñez”, esa etapa idealizada y mistificada, que pretenden ajena a cualquier orden social (como bien analiza el libro “Para leer al Pato Donald” de Ariel Dorfman y Armand Mattelart).

Parece ser que no existen inconvenientes en que Clarín sea quien cuenta la historia en textos escolares (con su línea Tinta Fresca) o la española Santillana (discusión llevada adelante en Bolivia, por ejemplo). Aquí el temor se funda en estos jóvenes peronistas que invaden escuelas, con el pretexto de pintarlas o darles apoyo escolar a los chicos. Una ley prohíbe actos partidarios en las escuelas, y parece ser que la existencia de una remera tiene la capacidad de politizar el espacio en que circula. Esa remera, esa bandera, es también el signo de aquello que los atemoriza. El informe presentado es sumamente impreciso, como todos los de Lanata, aunque logre su cometido de impacto.

Asusta, claro, al recorrer esas viejas tradiciones gorilas. Y recurre a Sebreli para condimentarlo, en una aparición de especialista, de sociólogo que analiza la realidad desde su mirada objetiva. No es éste un “intelectual del poder”, aunque repita todo el credo gorila con el famoso “adoctrinamiento peronista de la juventud” como estandarte.

El cierre se lo guarda Lanata, es su derecho como “showman” de domingos a la noche. Nos cuenta que eso ya lo hizo el peronismo histórico, y exhibe imágenes de libros de lectura que nos enseñan que Evita nos ama. “Hay una generación entera que se dedicó a estudiar con esto”, dice impúdico, como si la muerte y la persecución que ellos desplegaron no hubiese puesto fin a esa experiencia popular.

Pero entre esas imágenes de libros de los ´50, aparece un cuadro de Daniel Santoro, llamado “Evita protege al niño peronista”. Lanata no sólo no conoce su obra, sino que hace una puntual referencia confundiéndola con las imágenes del pasado dorado del peronismo. Lee el título de la obra, y dice “parece una broma visto desde hoy, pero no era una broma, era en serio, lo tenías que repetir”. Ni broma ni realidad, una obra de arte que su mirada tilinga no puede o no sabe apreciar. El arte de la cita, del trabajo con el mito que realiza Santoro, que a su vez es mitificada por la mirada del periodista. Que no comprende el trabajo alegórico que la obra propone, pero a su vez reconoce el sustrato mítico (por esa fascinación que encarna en el odio) que la sustenta.

Efectivamente Evita nos ama y nos protege. Es la encarnación del Estado, que llega a quienes son los únicos privilegiados durante el peronismo. Lanata repite, con el guion de Sebreli, aquella crítica que sufrió Evita por organizar la Fundación Eva Perón, atacada tanto por proselitismo como por malversación de fondos.

Aquellas denuncias que quedaron en la nada, cuando esos señores que interrumpieron el orden constitucional eran dueños de la vida y de la muerte en la Argentina. Que pudieron desaparecer el cuerpo de Evita, mutilarlo y exhibirlo; y perseguir y fusilar a quienes intentaban oponerse. No encontraron nada que pudiera demostrar esas infamias contra la Fundación, o contra Eva.

Ellos, los civilizados e institucionalistas, capaces de asesinar al Pueblo bombardeando la Plaza de Mayo. Capaces de prohibir las palabras Perón, peronismo, y sus símbolos. Una educación que borró de la historia ese pasado reciente, que lo instauró como la “Segunda Tiranía”. Pero esa parte de la historia prefiere olvidarla Lanata. Claro está, no es una omisión desinteresada.

Santoro Para Todos

Esta aparición de la obra de Santoro, nos permite apreciarla en ese diálogo que ha establecido con la mitología peronista. Esa presencia confundida, da un parámetro de la acertada mirada que el artista realiza relaborando los materiales de los discursos que construyen este mito popular. En el cuadro citado por Lanata, aparece Victoria Ocampo amenazante desde la ventana, con una mirada crítica hacia esa Eva que protege al niño peronista. Ese espíritu gorila, que desde las sombras amenaza esa patria de la felicidad que permite que un niño sea alcanzado por la protección del Estado.

La cama sobre la que descansa el niño esta platinada en oro, como un símbolo de ese poder estatal, y de ese lujo defendido por Evita para que nuestros niños no tengan nada que envidiarle a los niños ricos. Esto puede verse en el lujo de las dependencias de la Fundación, de los Hospitales, de los Hogares de Ancianos. Puede verse en fotos, claro, o en lo poco que ha logrado subsistir a la destrucción gorila.

Existe un enfrentamiento entre esos libros que sostiene Ocampo detrás de la ventana, y esas alpargatas en la parte inferior izquierda, que suponemos pertenecientes al niño. Un enfrentamiento que retoma Santoro, que explicita, que mitifica. ¿Qué capacidad de representación encierran esos objetos inertes? ¿Qué valores sustentan, unos en manos de una escritora oligarca y otros olvidados en el suelo de la pieza? ¿Sirven aun para pensar el enfrentamiento de sectores diversos de nuestra sociedad?

Esta actualización retoma y reconfirma esas luchas. Esta renovada Ocampo que personifica Lanata vuelve a indignarse por la acción del peronismo con los niños, con los jóvenes. Mira desde la ventana lo que ocurre, vuelve a no comprender lo popular, ni a intentarlo. Esa realidad que sucede ante sus ojos, le sigue siendo inasible. Aunque claro, son sólo símbolos esos libros que sustentan, de una “intención ilustrada” de la que carecen.

Desde aquí le recomendamos a Lanata instruirse, y conocer la obra de uno de los pintores nacionales más interesantes de nuestro presente: Daniel Santoro.