A 36 años del juicio a las Juntas Militares: "Los testigos tenían una enorme soledad"
Por Paula Viafora
El 22 de abril de 1985 comenzó el Juicio a las Juntas Militares que llegaron al poder mediante el golpe cívico militar de 1976 y estuvieron a cargo del gobierno argentino hasta 1983. Fueron juzgados nueve militares pero solo cinco recibieron condenas: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Orlando Ramón Agosti.
El Juicio a las Juntas fue un hito en la construcción democrática y la lucha contra la impunidad en la Argentina. Durante casi ocho meses de audiencias declararon 839 familiares de víctimas y sobrevivientes de la dictadura. Esos valientes testimonios fueron la columna vertebral de ese proceso judicial histórico.
Apenas asumió el poder, el 10 de diciembre de 1983, en medio del júbilo popular por la recuperación de la democracia, el gobierno de Raul Alfonsin se enfrentaba a los siguientes dilemas:
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Juzgar a los militares por haber dado un golpe de Estado o por violaciones a los Derechos Humanos.
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La elección del tribunal que debía juzgarlos ¿Civil o militar?
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Si lograrían que los militares lleven a juicio a sus compañeros y superiores
El gobierno había reformado el Código de Justicia Militar, permitiendo que la cámara Federal se convirtiese en Tribunal de alzada. Del Consejo Supremo se podía pasar a la Cámara para apelar el fallo, pero también podría llevar adelante la causa si el Consejo dilataba injustificadamente su tratamiento.
Las audiencias comenzaron el 22 de abril de 1985 y se extendieron hasta el 11 de agosto, de lunes a viernes. Se desarrollaron en la Sala de Audiencias de la Cámara Federal, dentro del Palacio de Tribunales de Talcahuano 550, Ciudad de Buenos Aires. Más de 650 periodistas se acreditaron para ingresar y seguir las audiencias, aunque no podían entrar con grabadores. Las 900 horas de audiencia fueron íntegramente grabadas por la televisión pública en 147 casetes. Las imágenes que se permitieron difundir durante el juicio no tenían sonido.
Los delitos juzgados fueron: las violaciones a los derechos humanos de los detenidos (no fueron tema de este juicio el golpe, ni la Guerra de Malvinas), homicidios, torturas, privaciones ilegales de la libertad, secuestro y robos. La desaparición de personas no se incluyó porque esa conducta no estaba tipificada como delito, ni en el derecho argentino, ni en ningún otro.
El 18 de septiembre, el fiscal Julio César Strassera pronunciaría las palabras finales del alegato, que desde entonces se citan de memoria: “Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el Pueblo Argentino. Señores jueces: Nunca más».
Finalmente, la sentencia fue leída el 9 de diciembre de 1985: el Tribunal —integrado por los jueces León Arslanián, Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, Guillermo Ledesma, Jorge Valerga Aráoz y Andrés D´Alessio— dictó sentencia fundada en 709 casos presentados en el juicio. Durante la primera jornada del 22 de abril, se movilizaron más de 70 mil personas, convocadas por los Organismos de Derechos Humanos.
El primer testigo en declarar fue Italo Luder, quien había sido presidente interino durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón, ya que durante su mandato se firmó el cuestionado decreto que incluía la tristemente célebre frase frase “aniquilar a la subversión “, como deber de las fuerzas armadas. Preguntado por el significado de la misma, aclaró: “Quiere decir inutilizar la capacidad de combate de los grupos subversivos, pero de ninguna manera significa aniquilamiento físico (...)”.
El abogado Pablo Llonto, en su libro “El juicio que no se vio”, reflexionó sobre la importancia histórica, moral, simbólica del juicio y sus testimonios: "Los testigos de aquel juicio tenían una enorme soledad, eran quienes venían de Córdoba en tren, bajaban en Retiro y ahí preguntaban qué colectivo debían tomar para llegar a Tribunales. Sus declaraciones muchas veces eran de madrugada, y de ahí salían y volvían a sus provincias". También significó una revancha personal, porque pudo cubrir el juicio para el Diario Clarín. Sus editores le dijeron que se limitara a realizar una crónica de cada audiencia que cubría; no podía manifestar sus opiniones de todo lo que día a día iba registrando desde sus sentidos.