Chicha Mariani: “Massot y La Nueva Provincia me hicieron mucho daño”
Por Juan Carlos Martínez (*)
Rodeada de carpetas, diarios, fotografías, libros y revistas en los que se resume buena parte de la historia que vivió la Argentina a partir del 24 de marzo de 1976, a los noventa y un años de edad Chicha no ha cesado en la búsqueda de su nieta Clara Anahí, secuestrada el 24 de noviembre del mismo año.
Aquel día fue uno de los más fatídicos de su vida, porque allí comenzó para ella una tragedia que no ha tenido fin. “Es una herida que aún no ha cicatrizado”, dice al evocar aquella jornada.
Todo comenzó alrededor del mediodía, cuando fuerzas combinadas del Ejército y la Policía al mando del genocida Ramón Camps y su mano derecha Miguel Etchecolatz atacaron la casa de la calle 30 donde vivían su hijo Daniel, su esposa Diana Teruggi y la pequeña Clara Anahí, de tres meses de edad.
El objetivo central de aquel desproporcionado ataque era el de destruir una pequeña imprenta oculta donde se imprimía la revista Evita Montonera, un modesto medio de comunicación que había sacado de quicio a los militares porque en él ya se denunciaban los crímenes y otras atrocidades que se estaban cometiendo en todo el país.
Alrededor de doscientos efectivos provistos de armas de todo calibre atacaron la vivienda y mataron a Diana Teruggi y a otros cuatro jóvenes militantes montoneros. La única sobreviviente fue Clara Anahí, a quien su madre protegió con mantas en el baño de la vivienda y de esa manera sobrevivió al feroz ataque.
Ocho meses después, Daniel Mariani, que ese día no estaba en la casa porque había viajado a Buenos Aires para cumplir con su trabajo en el Consejo Federal de Inversiones (CFI), fue asesinado cuando trataba de ingresar a la casa de unos amigos en un barrio de La Plata.
Chicha entiende –y entiende bien- que aquel suceso puso al desnudo la preocupación que la dictadura tenía por los pocos medios de comunicación que entonces denunciaban lo que estaba ocurriendo en el país.
¿Cómo contrarrestar a esos medios? Por un lado, eliminando a aquellos periodistas que osaban enfrentar a la dictadura, objetivo que cumplieron con creces al asesinar a ciento treinta profesionales cuyo emblema fue Rodolfo Walsh. Por otro lado, buscando la complicidad de los grandes medios para ocultar o manipular la realidad.
“Creo que en el ataque a la casa de la calle 30 se puso de manifiesto la complicidad de los grandes medios de comunicación con la dictadura. Y digo esto porque Camps invitó a presenciar aquel cruento operativo a Máximo Enrique Gainza Castro, del diario La Prensa”, recuerda Chicha con la ayuda de su envidiable memoria.
El propio Camps reveló la presencia en aquel sangriento operativo de uno de los dueños del diario La Prensa al declarar ante un tribunal en 1984. Posteriormente reafirmó su amistad con el periodista en su libro Caso Timerman, punto final. Allí se lee lo siguiente:
“A los argentinos que me brindaron su apoyo, sin el cual no hubiera sido posible lograr el éxito de derrotar a la subversión y ese éxito no hubiera tenido sentido.
A los órganos de prensa, medios de información que supieron informar, que fueron veraces y consecuentes.
Dejo para el final y esto no significa una gradación sino que simplemente que razones muy especiales de afecto y amistad así me lo permiten, al señor Máximo Gainza, que ha colaborado con este libro, como colaboró allá en 1976, con quien compartimos largas charlas, dudas, inquietudes y esperanzas. Pasaron los años y nunca me defraudó. La prueba es que para este trabajo he contado con su colaboración”.
¿Hay un vínculo entre el ataque a la casa de su hijo con Papel Prensa?
Lo que puedo decir es que el ataque a la casa y el acuerdo entre la dictadura y los diarios Clarín, La Nación y La Razón para quedarse con Papel Prensa fue coincidente. Además, desde un principio varias fuentes me dijeron que en medio de ese acuerdo aparecía el nombre de mi nieta…uno de los que más insistía era Patricio Kelly, quien me sugirió más de una vez que buscara en Clarín. También hombres de la Iglesia Católica de La Plata me dijeron que no buscara más a mi nieta porque estaba bien y en manos de gente muy poderosa. Héctor Magnetto era otro de los nombres que han aparecido en los trámites que se hicieron para conseguirle a Ernestina Herrera de Noble los dos chicos apropiados.
Si Gainza Castro presenció el ataque, seguramente debe saber cuál fue el destino de su nieta…
Yo pedí varias veces que Gainza Castro fuera citado a declarar como testigo. En principio había aceptado presentarse ante los jueces, pero cuando supo el motivo de la citación buscó diferentes excusas para evadirse y de esa manera nunca fue a los tribunales.
Otro gran amigo de Camps fue Vicente Massot, del diario La Nueva Provincia, acotamos.
Sí, Vicente Massot era muy amigo de Camps. Massot y el diario La Nueva Provincia me hicieron mucho daño- recuerda Chicha Mariani y de inmediato lo explica:
“La Nueva Provincia le daba muchos espacios a Camps para que publicara toda suerte de mentiras con respecto al destino de mi nieta. Unas veces decía que la niña había muerto en el ataque, en otras oportunidades publicaba que Clara Anahí estaba viviendo con su padre en España, incluso después que mi hijo había sido asesinado. También decían que yo sabía que la nena había muerto pero que no reconocía el hecho por mera especulación. . En el diario de la familia Massot se publicaban esas y otras infamias contra mi persona y por eso digo que Vicente Massot y su diario me hicieron mucho daño”.
Massot ahora está siendo juzgado precisamente por su participación en delitos de lesa humanidad, lo que incluye la persecución y luego el asesinato de los delegados gráficos de su diario Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola…
Me parece bien que se juzgue a los civiles que participaron o fueron cómplices de la dictadura. No fueron pocos. Pregunto: ¿Vicente Massot sabe quién se llevó a mi nieta? Él era muy amigo de Camps… el tribunal tendría que preguntarle por Clara Anahí… ¿Sabe Massot dónde está mi nieta?, concluye Chicha.
(*) Esta entrevista fue publicada originalmente en Radio Kermés, de Santa Rosa, La Pampa, el 22 de marzo de 2015.