La Queca, una Madre que supo socializar la maternidad
Por Daniel Dussex
Una noticia conmovió a la ciudad de Santa Fe y en especial a la militancia de Derechos Humanos: falleció “la Queca”, nuestra Madre de Plaza de Mayo.
Su nombre Celina Zeigner de Koffman, pero nadie la llamaba así, para todes fue y será “la Queca”. Ella era de Entre Ríos, pero se constituyó como referente de las Madres en Santa Fe.
En una de las tantas oportunidades en las que nos pusimos a conversar a modo de entrevista, ella nos contó de su actividad como docente en Concordia donde residía, también de su hijo Jorge, desaparecido en Tucumán.
“En Concordia existen 23 desaparecidos denunciados y a pesar de ser una ciudad chica, no nos conocíamos ninguna de las madres. A poco de andar, fuimos encontrándonos y junto con otras personas que pertenecían a partidos políticos se formó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos que nos permitió trabajar de un modo más organizado. Se presentaban habeas corpus de manera permanente, pero las respuestas siempre eran las mismas: ‘Nadie lo vio, no sabemos nada’, por supuesto, con lenguaje castrense”.
“Cuando viajé a Tucumán para hacer la denuncia” -siguió relatando Queca- “me acompañó mi esposo y Hugo, otro de mis hijos. Nos encontramos con una ciudad tomada; estaba como interventor militar Acdel Vilas. El abogado que nos atendió, Ángel Gerardo Pisarello, nos pidió que cuidáramos con quienes hablábamos porque existían muchos informantes. Había que ir a la morgue a reconocer cerca de 20 cadáveres nuevos por día. Nos sugirieron no hacerlo porque esto también era peligroso. Fuimos a Famaillá, porque suponíamos que si mi hijo aún estaba con vida podría estar allí. Fuimos con una carta del abogado para que nos atendieran”.
“De lo único que se ocuparon fue de preguntarnos si éramos judíos, pero información de nuestro hijo no nos dieron”.
“Entonces -continuó contándonos Queca- tuve un presentimiento, como solemos tener las madres, de que Jorge estaba allí. Me puse a gritar su nombre con toda mi voz, me agarró mucha desesperación. La escuela estaba rodeada de alambrados y era un horror, yo me acerqué a los alambres y grité: ‘Quiero ver a mi hijo, déjenme ver a mi hijo’. Me dijeron: ‘Acá no tenemos a nadie’, les respondí que lo tenían e inmediatamente quise trepar el alambrado, pero allí me pusieron dos carabinas en el cuello. Mi marido estaba medio desmayado detrás de mí; entonces grité: ‘Jorge’. Nunca sabré si me escuchó o no. Porque después, ya en democracia, cuando me enteré de los distintos centros de detención en los que estuvo, uno de ellos fue Famaillá”.
Queca nos dice que, ya de regreso en Concordia, estaban permanentemente comunicados con el abogado de Tucumán para recibir noticias de su hijo. Una noche reciben un llamado con la perspectiva de alguna información positiva. “El abogado nos dice: ‘Hay una luz en el camino’. Fue la última vez que nos llamó porque luego lo secuestraron y lo mataron. El Dr. Ángel Pisarello fue un militante radical tucumano que defendió a los presos políticos y pagó con su vida por hacerlo”.
Celina “Queca” Koffman nos cuenta que sus padres adherían a las ideas socialistas y fue educada en esos principios. Por eso no la sorprendió que sus hijos militaran en política. También de su padre recibió su amor por la docencia, ya que fue maestro rural.
El vínculo que “Queca” establece con los familiares de desaparecidos en Santa Fe es a través de Elsa Ramos. “Ella había organizado la marcha de los jueves en la Plaza del Soldado, era el alma de los familiares aquí. Una persona muy luchadora, y como yo venía seguido, participaba de las marchas y trataba de motivarlas para que también formaran la asociación en Santa Fe. La “Negrita” Ravelo (Alejandra Fernández de Ravelo) era una entusiasta, fue la primera presidenta. Ella me pidió que si podía radicarme en Santa Fe siguiera al frente de la asociación porque ya no le daban las fuerzas para participar en tantas actividades. Me radiqué en Santa Fe, sin embargo nunca corté lazos con las madres de Concordia”.
La comunidad santafesina que la conoció, la vio y la escuchó los 24 de marzo al frente de actos multitudinarios, supo de sus fuerzas incansables, de sus convicciones y de su discursividad que no ocultó rasgos de esa docencia que supo abrazar. Una docente que tuvo que cambiar el guardapolvo blanco por un pañuelo: “Seguí trabajando como docente, escribiendo en el periódico de las Madres, viajando a distintos lugares en donde tuve que explicar el tema a adultos, jóvenes y niños. Reconozco que me formé y me forjé al lado de todas las compañeras, de todas las madres. Desde este lugar hemos levantado las banderas de nuestros hijos, socializado la maternidad, hemos dado pasos gigantescos porque algunas no tenían mucha experiencia y este caminar nos hizo crecer como personas”.