"El campo popular debe entender la importancia de las pequeñas y grandes industrias”
Por Santiago Asorey /// Fotografías Dani Morán
Tomás Karagozian, presidente de UIA Joven y Damián Regalini, presidente del Consejo Productivo Nacional y vicepresidente de la Cámara Argentina de Fabricantes de Medias, dialogaron con AGENCIA PACO URONDO y reflexionaron sobre los desafíos de las políticas económicas relativas a la industria y las problemáticas del sector textil en el marco de la crisis y la pandemia.
AGENCIA PACO URONDO: En estos momentos de pandemia, ¿cuáles son los desafíos que atraviesa el sector empresarial textil?
Damián Regalini: Creo que lidiamos con los mismos desafíos que teníamos antes de la pandemia, pero tal vez la pandemia lo que suma son cosas muy corto plazo que se van resolviendo con una necesidad de habilidades de improvisación e ideas tan rápidas que son inéditas; incluso vemos que también les ha causado varias idas y venidas a los primeros mandatarios del mundo que los ha llevado a gestionar cambios en sus decisiones.
El desafío del sector textil sigue siendo el mismo. En primer lugar, tenemos que convencer a la sociedad que no hay país que se haya desarrollado industrialmente sin el sector textil; por otro lado, en la Argentina, en la situación en la que nos encontramos, no hay muchos sectores como el textil capaces de dar trabajo en cantidad, tal como lo hace nuestro sector. El tercer desafío sería romper el mito de que los empresarios textiles nos quedamos con tecnologías de la década del 60 fabricando berretadas y rompiendo el bolsillo de la gente. Nos tenemos que abrir de esto, nos tenemos que hacer más visibles, mostrar lo que hacemos, lo que invertimos, abrir las puertas de nuestras fábricas y contarle a la gente de qué se trata el sector textil.
En la Argentina está instalada la idea de que la industria textil pertenece a épocas pasadas, sin embargo, Alemania está dentro de los cinco primeros países exportadores de textil del mundo. Esto seguramente sorprende, pero también muestra que el sector tiene mucho potencial para la Argentina, siempre y cuando se encara adecuadamente, con trabajo y comunicación, y no quedarnos con los prejuicios que se instalaron en la sociedad.
Tomás Karagozian: También considero que el sector textil tiene una mala imagen en parte de la sociedad que se debe a preconceptos, y justamente por esto viene muy golpeado en los últimos años por políticas que ideológicamente fueron contra nuestro sector. La pandemia, entonces, nos agarra peor que a otros porque veníamos de cuatro o cinco años de crisis. De todas formas, creo que la industria fue un sector clave y que el sector textil también lo es, y hoy encuentra mayor importancia aún. Por ejemplo, el hecho de poder hacer barbijos, cofias, sábanas para los hospitales hoy lo podes hacer porque ya tenías una matriz productiva en la Argentina textil que adaptó su producción para hacer un bien esencial en este momento.
No podemos ser tan soberbios de creer que todo lo nuevo viene a reemplazar cosas tradicionales que están funcionando, no podemos ideologizar que todo lo que llega viene a reemplazar cosas; todo lo nuevo tiene que ser sumado, tiene que agregar trabajo, en ese sentido, el sector textil emplea gente en todo el país, sobre todo en las provincias donde el mayor componente es de mujeres.
APU: ¿Qué similitudes tiene la agenda de un empresario pyme respecto a la de una gran industria?
D. R.: A mí particularmente me une a la Fundación Protejer una cuestión afectiva y una cuestión intelectual o práctica. La afectiva tiene que ver con la honestidad intelectual y la humildad que encontré en la Fundación. Desde que llegué, me encontré con mucha gente que me dijo: “No importa de qué cuadro seas, nosotros tenemos objetivos claros y concretos en esta industria y vamos a luchar por ellos”. Pasaron diferentes gobiernos y siempre se mantuvo la pelea por esos objetivos y nadie nos calló la boca ni nos minimizó por ningún motivo. En mi caso, tengo una pyme con 25 empleados, contando las dos tejedurías, después de invertir y haber empezado con 8 empleados; entonces, que un tipo que tiene 8 empleados se pueda sentar al lado de un empresario que tiene 1600, como es el caso de Tomás, y que su opinión sea valorada de la misma manera, a mí me genera respeto, orgullo y lo valoro mucho. Esto, entonces, desde el punto de vista afectivo.
Desde el punto de vista práctico, el textil está muy golpeado en la sociedad, cargado de prejuicios. Cualquier persona que ve una foto de las máquinas que postea Tomás en sus redes sociales, o yo, o cualquier otro empresario textil, no puede decir que somos un sector obsoleto o deficiente. La Argentina recibe técnicos de Alemania e Italia enviados por las fábricas de maquinarias para que testeen, junto a lo mecánicos argentinos, cómo funcionan las maquinas nuevas. Nuestras tecnologías son mejores de lo que cree la sociedad.
T. K: Me parece que estamos acostumbrados como país a la grieta y muchas veces hubo una confrontación que no tiene sentido entre las empresas chicas, medianas y sobre todo con las grandes. Lo que nosotros tenemos que hacer es revalorizar el conjunto de las empresas de capital nacional, hay que entender que tenemos cadenas de valor donde coexisten y conviven los proveedores y los clientes, y lo que tenemos que entender es que cuando sale el sol, sale para todos.
Tenemos que agrandar la industria, agrandar nuestro sector para que todas las empresas, al menos las que son de capital nacional, puedan convivir, agrandarse y generar más trabajo. Hay que trabajar para entender que la grieta lo único que hace es restar y tenemos que ver de qué forma ayudar a que todas las empresas que tenemos en el país se desarrollen porque el fin es la generación de trabajo privado y de calidad.
Me parece interesante poder entender que estas empresas se aglutinan en la gremial y allí tiene que haber una representatividad de cada una de ellas. No debería haber gremiales que solo reflejen lo que le pasa a un solo sector, y en este sentido en la UIA tengo el agrado de representar a un grupo de 85 industriales jóvenes de todos los tamaños, donde el 50% son mujeres y representamos 16 provincias. En este sentido, puedo dar fe de que es una gremial meritocrática donde conviven empresas de 5, 500 o 1000 empleados y hasta funcionarios de empresas más grandes.
Todos estamos trabajando por un bien común que es que la Argentina tiene que crecer, que desarrollarse y necesita una matriz importante y es la industria la que distribuye. Por supuesto que creemos que tiene que haber un país más distributivo, a veces lo llamamos un capitalismo más consciente, pero para eso no hay que atentar contra la riqueza, hay que distribuir la riqueza y para eso necesitamos empresas que crezcan, que generen trabajo y sean sólidas en el tiempo.
D. R.: Me gustaría agregar es la falta y también la necesidad de diálogo desde los grandes empresarios para aclarar cuestiones y prejuicios de los cuales estamos cargados. Tenemos muchos colegas que están diciendo que esta Cámara trabaja o le hace el lobby a tal empresa, pero resulta que no es así. Si te sentás a charlar con esa Cámara, si vas a trabajar, vas a saber qué hace realmente esa Cámara y aquella otra, y lo que pasa con tal o cual producto. Creo que romper los prejuicios intraindustria también es importante.
Para mí, el desafío más grande, sin embargo, tiene que ver con romper los prejuicios con la sociedad argentina y con el campo popular, que es al que le habla, por ejemplo, la Agencia Paco Urondo. Creo que el campo popular aún no es consciente de la importancia que tiene la industria del empresariado en el mundo; no sé cuál es el motivo, hay muchos que dicen que esto se originó con los inmigrantes anarquistas, hay otros que dicen que tiene relación con la famosa frase “peronismo combatiendo el capital”, pero la realidad es que existe un prejuicio en la militancia de que si sos empresario, sos garca, y te puedo asegurar que es una idea errada. Nosotros también tenemos que hacer un trabajo dirigido a la militancia popular, transmitiéndole la certeza de que sin industria este país va a tropezar cada 15 años con un proyecto neoliberal y se va a empobrecer más; por eso, es imprescindible consustanciarnos entre el sector popular y la industria para que no haya de nuevo un Macri en la Argentina.
APU: Fueron gobiernos peronistas los que han producido procesos de industrialización pero sin embargo surge una dificultad histórica en relación al cuello de botella de la falta de divisas y una imposibilidad para continuar con ese proceso. Pensando en este nuevo escenario, ¿qué elementos consideran claves para esta problemática?
T. K.: Lo que sucede es que muchas veces no nos animamos a debatir entre todos nosotros las cuestiones de fondo y, en ese sentido, creo que la única forma de tener un plan de industrialización en el tiempo es que todos los sectores se pongan de acuerdo en que hay una serie de cosas que no van a cambiar. Es decir que si cada gobierno pone nuevas reglas, incluso dentro de un mismo gobierno cambian las reglas, es muy difícil proyectar, por lo si queremos tener empresas sólidas que se desarrollen en el tiempo, que tengan proyectos y que generen trabajo, les tenemos que asegurar cierta estabilidad macroeconómica a lo largo del tiempo. Muchas empresas se ven limitadas en las inversiones porque están día a día pensando cómo pagar los sueldos, entonces si no se puede brindar un horizonte en el tiempo y cierta estabilidad para que puedan proyectar, me parece que es eso no va a ser posible.
Desde la Fundación Protejer hemos demostrado que el 12% del precio de un producto es el valor industrial y que el 55% de ese producto es el valor impositivo, y que hay otras partes de la logística, de la comercialización y del mundo financiero que tienen un componente más alto que el valor industrial sobre el precio. Entonces, cuándo va a ser el momento en que nos juntemos todos los sectores –el industrial, los movimientos sociales, sindicales y la política, incluso con la oposición– para debatir qué reformas tenemos que hacer para generar competitividad en nuestro país.
Muchas veces hablamos de la diferencia entre competitividad y productividad; esta última es lo que pasa adentro de nuestras fábricas, somos productivos, pero nuestro producto sale y se vuelve competitivo por variables que no controlamos, y nosotros tenemos que controlar ese tema de divisas con la exportación de productos. Ahora, si en vez de exportar productos, exportamos impuestos, porque tenemos un sistema que no refleja la productividad de nuestras compañías, es porque no nos animamos a debatir esto. Acá no importa el partido o signo político, necesitamos gobiernos que vengan con un concepto desarrollista y que se animen a discutir y debatir temas de fondo que nos permitan tener un horizonte en el tiempo.
D. R.: Respecto a la diferencia entre productividad y competitividad, la productividad se da dentro de tu empresa. Si tenés obreros calificados, buena materia prima, buena tecnología y un buen managment vas a hacer un buen producto seguramente. Ahora, si de ahí para afuera tenés impuestos con los valores más altos del mundo, competís contra países que llenan sus industrias de subsidios, tenés una burocracia con demoras incomprensibles en los trámites, que no te da un certificado, que te pide coimas para habilitar cualquier cosa o un sistema financiero que es el más caro del mundo, realmente así no vamos a avanzar nunca, y nunca vamos a romper el péndulo de que nos quedamos sin dólares porque la industria argentina termina siendo cara pero no por lo que pasa puertas adentro, sino por lo que sucede fuera de la fábrica, y esto viene sucediendo y sin corregirse en la Argentina desde hace muchos años.
Es fundamental importante tocar estos temas y decidir cuándo vamos a poder exportar, cuándo nos van a dar incentivos, valor y subsidios a aquellos sectores que tienen potencial para ingresar divisas al país.
T. K.: A veces confundimos las herramientas con el objetivo final; muchas veces se habla o de abrir de manera inteligente o del proteccionismo, como si esos fueran los objetivos y esa es una estupidez. El objetivo en un país como Argentina es desarrollarse productivamente para crecer y generar empleo; dentro de ese objetivo tenemos herramientas como el comercio y el proteccionismo. En ese sentido, tenemos que dejar de creer que la industria de lo único que tiene que hablar es del proteccionismo del consumo interno, tenemos que animarnos, como dijo Damián, a debatir los temas de fondo, si necesitamos proteccionismo es porque de alguna forma el país nos quita competitividad y necesita recaudar, y entonces nos defiende. Entonces, por qué no pensamos en generar un país que potencie a las empresas, que mueva los mercados exportadores en la región.
APU: ¿Cómo analizan en el sector empresarial el equilibrio entre lo económico y la salud en este momento tan complejo?
T. K.: Tenemos que preservar la salud de nuestra sociedad, pero también preservar la salud de nuestras compañías y ahí es donde se mete el mundo económico. Tenemos que entender que la pandemia tiene un impacto político, económico y sanitario. En este sentido, los industriales no tenemos que opinar de riesgo sanitario, tenemos que respetar lo que dice el mundo sanitario. Sin embargo, también tenemos que exigir que nuestras compañías duren porque son las empresas las que nos van a permitir salir y levantarnos después de la pandemia, son las estructuras que generan trabajo, las que pagan impuestos, entonces respetando lo que dice el mundo sanitario tenemos que hacer todo lo posible para que no perdamos ni un solo trabajo privado en la Argentina.
D. R.: Como industrial, por momentos lo vivo con mucha bronca, porque no estoy produciendo y eso genera ansiedad, miedo, incertidumbre, y te dan ganas de cerrar todo. Sin embargo, cuando veo lo que pasa en otros países como Brasil, Estados Unidos, Italia y España, me digo que hay que tener la cabeza fría. Hoy tal vez los sanitaritas están un paso delante de los planificadores de producción y son ellos a los que hay que atender.
Esta situación de dicotomía entre ansiedad y entre salud o sentido común se presentó en un montón de países; de hecho, hubo un montón de presidentes que no hicieron cuarentena y después tuvieron que hacerla en los llamados países “del primer mundo”, y esto refleja lo que siente el mundo: la necesidad de seguir adelante con el propio negocio y el temor inminente de que esa acción rompa todo. Hasta que no encontremos una vacuna esa sensación nos va a acompañar.
APU: ¿Cómo fueron las políticas económicas durante el gobierno de Macri? ¿Cómo fue la relación con el sector textil?
D. R.: Me parece que la gente del PRO tenía una idea totalmente equivocada de cómo funciona la sociedad y no tenía noción de cómo funciona la industria, así como tampoco tenían idea de cuánto tardan los cambios y los procesos industriales.
En la Cámara que presido, que es la Cámara de Fabricantes de Medias, nos visitó un alto funcionario del PRO para proponernos que despidamos personal a cambio de comenzar a exportar, sin tener idea de que eso requiere tiempos extensos y, además, va en contra del progreso del país. Eran funcionarios que venían seteados con impronta de multinacionales, particularmente del sector financiero, y así manejaron el país, hicieron de esto una gran fiesta financiera donde la industria la pasó muy mal.
T. K.: Quiero remontarme a un tiempo antes del macrismo, porque en el gobierno de Kirchner podríamos haber debatido temas de fondo y no se hizo; espero que este gobierno sostenga la idea de autocrítica y no se cometan los mismos errores del pasado.
Respecto a los últimos cuatro años, creo que hubo dos crisis: la primera tuvo que ver con una crisis por ideología, y la segunda por la pérdida de salario real que afectó a toda la matriz productiva. Es importante concientizarnos de que tiene que haber personas que nos representen en los ministerios, que entiendan de lo que se trata. Nunca se pueden tomar decisiones correctas si no se comprende la industria, su funcionamiento, si no se sabe lo que significa pagar un sueldo mensualmente y los tiempos que requiere la industria.
Nuestras inversiones son a un año y medio o dos años entre adaptación, capacitación, entonces lo que los industriales tenemos que trabajar para que siempre, al menos a partir de ahora, la gente que nos representa en los ministerios pertenezca al entorno industrial, que comprenda lo que nos pasa y cuáles son nuestros problemas de fondo. En cuanto a esto creo que hoy contamos con un Ministerio de Desarrollo Productivo que conoce la realidad de los sectores y esto hace que la orientación industrial sea la correcta. A veces puede ser que se falle en la implementación, pero la realidad es que tenemos un gobierno que es nuevo, que a los tres o cuatro meses de asumir le vino el bombazo más grande de la historia, y lo raro sería que no cometan errores.
Entonces, desde el punto de vista industrial, tenemos que ser menos ansiosos y tener un poco más de paciencia a quienes acaban de llegar. Lo importante es hacer autocrítica dentro de nuestras empresas, dentro de la gremial y entender que antes también se hicieron cosas mal y ojalá que no se vuelvan a cometer en el futuro.
D. R.: Me gustaría sumar el hecho de que hubo dos o tres años de kirchnerismo donde los industriales sufrimos por diversos motivos; las textiles particularmente por el contrabando y los agujeros que había en la aduana eran grandes y muy nocivos. Perdimos una cuota de mercado muy grande, nuestros precios fueron a la baja al competir con la basura que venía del sudeste asiático. Creo que, de todas maneras, el kirchnerismo hizo denodados esfuerzos para que la industria esté capitalizada, tecnologizada, con buena inversión y capacitación y capacidad de empleo para salir a competir al mundo, pero le faltó tiempo. También coincido en que hubo funcionarios que no conocían de la industria y ocuparon cargos en el Ministerio de Producción y tuvieron un trato despectivo hacia el empresario.
APU: ¿Cuál es su percepción de la gestión del Frente de Todos durante este tiempo?
T. K.: Uno de los temas más importantes son las orientaciones más que los hechos que se ponen en práctica. Cuando uno mira los discursos y escucha mencionada la palabra “industria”, entiende que la orientación va a ser hacia un mayor desarrollo industrial. No me gusta opinar de lo que pasó en estos cuatro meses porque en el medio estuvo el verano y la pandemia y por eso creo que necesitan tiempo, pero sí creo que la orientación va a ser en beneficio de la industria nacional, y en eso ayuda que haya un Ministerio de Desarrollo Productivo preparado.
Hoy Alberto Fernández está hablando de una reforma impositiva y en este contexto hay que pensar que tenemos impuestos que hacen que el más pobre pague lo mismo que el más rico, y no tiene sentido porque son impuestos al consumo; los impuestos no deberían ser a la producción, a la fabricación, porque los impuestos a las empresas lo único que hacen es encarecer el producto para el consumidor.
D. R.: Por mi parte, vi diferencias en estos cuatro meses. Los últimos años del macrismo venía pensando en cerrar la fábrica, mudarme o ver qué iba a hacer de mi vida en caso de que volviera Macri. Los primeros cuatro meses de Alberto me cambiaron la expectativa, no psicológicamente, sino pragmáticamente, ya que pasé de vender un cheque en un banco al 90% durante el macrismo contra el 17% durante el kirchnerismo, y ahí tenés una gran diferencia. Eso, entonces, me dio una esperanza real, concreta. Durante estos cuatro meses noté mucha cordura, mucha cabeza fría, mucho conocimiento de la industria y una voluntad férrea por parte del Ministerio de Producción y del Banco Central de hacia dónde llevar las finanzas del país.
T. K.: Es cierto que se tomaron medidas concretas como la parte financiera, y aunque no tengo nada en contra del mundo financiero, creo que un país no puede girar en torno solamente a este; al contrario, considero que el mundo financiero tiene que girar en torno al sector productivo, y en ese sentido sí me parece que hubo adecuaciones concretas que cambiaron la orientación y las expectativas.
APU: ¿Cómo creen que puede aportar el sector a restituir el tejido social?
T. K.: Lo que tenemos que entender es que estamos en una situación crítica que viene desde hace varios años, y encima nos llega una pandemia de la cual no nos podemos ir. Habiendo dicho esto, la única forma de salir adelante es si nosotros nos unimos y trabajamos juntos el lado industrial, el lado sindical, los movimientos sociales y la política con la oposición adentro, poniéndonos de acuerdo en ciertos puntos. Es momento de mucho diálogo, de mucho consenso, también de esquivarle al egoísmo y entender cuál es el objetivo de que la Argentina crezca y genere trabajo. Queda entonces ponernos de acuerdo respecto al cómo porque al qué ya lo tenemos resuelto.
D. R.: El sector textil tiene para ofrecer a la pandemia el hecho de que es un sector que rápidamente se levanta, pone en funcionamiento su maquinaria y rápidamente genera empleo y productos; es una capacidad propia que tiene el sector. Estamos expectantes para el momento que termine la pandemia y podamos abrir las fábricas para dar trabajo.