"Fábricas de chanchos": se puede hacer pero no con megafactorías
Por Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE)
La posibilidad de un acuerdo comercial con China para la producción y exportación de cerdos abrió un profundo y necesario debate en la opinión pública argentina. Para debatir sobre el proyecto en particular, va a ser necesario conocer qué características tendrá la supuesta producción (escala, ubicación, organización del trabajo, fuentes de insumos); y contextualizar el debate en la coyuntura ambiental, social, geopolítica y económica de la Argentina 2020.
Nuestro país, luego de 4 años de vaciamiento neoliberal, se encuentra en una profunda recesión, sobre-endeudado y con niveles de pobreza vergonzantes; todo esto se agrava por la pandemia. El pueblo argentino sufre, y tenemos urgencia por encontrar salidas a esta grave situación.
En este contexto, la posibilidad de recibir inversiones para producir, agregar valor, y mejorar el ingreso de divisas sería una gran noticia desde un punto de vista macroeconómico; pero es necesario incluir variables ambientales y sociales a la discusión.
Amontonar cerdos en megafactorías es una forma muy poco virtuosa de producir. Estos establecimientos aumentan el riesgo de contaminación ambiental y de propagación de enfermedades zoonóticas. Simultáneamente demandan poca mano de obra, necesaria para el arraigo rural, la contracara del hacinamiento urbano, cuyas desventajas son evidentes en estos tiempos de pandemia.
Las grandes empresas agroindustriales, de capital concentrado, y dueños distantes, no son una opción de desarrollo sustentable para nuestro pueblo, que asume demasiados riesgos, se queda con mucha contaminación y poco trabajo, mientras que el capital se concentra y extranjeriza.
Afortunadamente, las megafactorías no son la única forma de producir cerdos. La agricultura familiar y asociativa, permite producir con mayor calidad, reduciendo los riesgos ambientales y redistribuyendo estructuralmente la riqueza desde su origen.
Por este motivo, si este proyecto implica la instalación de granjas nuevas, invitamos a los responsables políticos de este acuerdo, a que piensen esas granjas como clusters (nodos) de unidades productivas amigables con el ambiente, con capacidad de 100 a 500 madres, articuladas en estructuras asociativas y cooperativas, distribuidas a lo largo y ancho del país. La distribución territorial permite transformar el grano en carne cerca de los campos de cultivo, reduciendo la contaminación y el costo que se generan con el transporte.
La producción de cerdos genera gran cantidad de efluentes, que debemos convertir en energía y fertilizantes orgánicos que devuelvan al suelo parte de los nutrientes que se hubieran exportado en el grano si el mismo no se convertía en carne.
Pensar un plan de estas características, es sin dudas más complejo y desafiante que instalar un puñado de fábricas prediseñadas; pero los agricultores y agricultoras familiares de la Argentina vamos a estar a la altura de ese desafío. Hoy representamos el 61% de la producción porcina del país y queremos ser parte de la solución de los problemas de la Argentina.
Si queremos soberanía alimentaria es necesario apostar por la agricultura familiar y poner en discusión la escala de la producción agropecuaria en nuestro país. Las megafactorias concentran la riqueza y ahorran puestos de trabajo; de la misma manera que los tradicionales latifundios terratenientes y los modernos latifundios financieros, también llamados pooles de siembra, cuyo impacto negativo en el ambiente, el entramado social, la salud y las posibilidades de desarrollo, ya son conocidos por todos.
La culpa no es del chancho, tampoco del que le da de comer. La culpa es del agronegocio y del capitalismo, el chancho puede empeorar el problema, pero también, puede ser parte de la solución.