Francia y su hipocresía: apuntes sobre una canción devenida en un tema de Estado

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RECORRIDO POR EL COLONIALISMO FRANCES

Francia y su hipocresía: apuntes sobre una canción devenida en un tema de Estado

23 Julio 2024

El humor y las consideraciones limítrofes

A raíz de un video grabado por el jugador argentino Enzo Fernández, en el que se cantaba una canción burlándose de la selección francesa, se desató una ola de indignación con mucho más de hipocresía que de verdadera empatía con aquellos que se pueden haber sentido ofendidos por los cánticos. Más allá de lo obvio, que es ponerse en el lugar de la persona que se sintió ofendida, hay mucha tela para cortar en cuanto a las cancelaciones y su validez, a los cercenamientos de la creatividad artística, a las posibilidades de hacer bromas, sobre todo, con lo más incómodo o incorrecto.

Hace poco hubo un debate en Argentina que duró lo que duran los debates en esta sociedad hiper veloz, en el que un grupo cuestionaba a otro por su racismo enmascarado tras un chiste. El racismo existe, los damnificados del racismo también. Lo que tenemos que preguntarnos es cuál es el umbral del racismo y hasta donde llegan las cargadas o las bromas que, sin duda guardan a su interior tensiones irresueltas, pero que no son más que eso: cargadas caricaturescas que no suelen llegar a más.

Pero no es la intención de estas palabras hacer un ensayo sobre las fronteras entre racismo y humor, si es que la hay, sino detenerme en la hipocresía que sobrevoló a la cuestión durante todos estos días. Mucho se ha escrito sobre el tema, afortunadamente, y mucho se ha hablado en los medios sobre este tema, desgraciadamente. Y para referirme a la hipocresía, no comenzaré por las omisiones vernáculas, sino por las que moran en el corazón del colonialismo, en aquellas posiciones que se ofenden al mismo tiempo que escupen en el rostro del mundo colonizado.

La declaración de los derechos de algunos hombres

La hipocresía francesa tiene, al menos, dos siglos y medio; aunque si uno revisita al mundo de Moliere, podremos ver que quizás es tan vieja esa caradura, que ameritaría incluirla como pecado capital. Si bien sería fatigoso para un artículo bucear en su génesis, sí podemos pensar en algún hito que siente un precedente de peso como para comenzar a demostrar dicha contradicción entre el juzgar y el actuar. Ese hito bien puede ser el mismo día que cambia definitivamente un antiguo paradigma político y social para occidente. Con la Revolución Francesa se instauran los derechos del hombre sintetizados en una trilogía de principios que se traduce en los colores de su bandera y que se han perpetuado hegemónicamente en la moral occidental: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero lo curioso, es que esa misma premisa que termina encarnando en un proceso revolucionario que le cortó la cabeza a Luis XVI y a María Antonieta, termina teniendo sus recaudos a la hora de especificar su universalidad; es decir, la libertad, la igualdad y la fraternidad -ya con minúscula- es para todos los hombres (por supuesto, en el horizonte ideológico de aquellos tiempos la mujer estaba excluida), menos, por ejemplo, para los negros esclavizados de Haití.

No voy a extenderme en la historia de la Revolución Haitiana -autores como el historiador Francisco Martínez Peria o el sociólogo Eduardo Grüner, para referirme solo a los argentinos, han investigado exitosamente ese proceso- pero sí pondré sobre el tapete que mientras los sans culottes tomaban por asalto a la bastilla, procesos de rebeliones previas de poblaciones esclavizadas se habían sucedido desde el comienzo del proceso esclavizante, una de ellas, a través de un tal Mackandal, fue inmortalizada por Alejo Carpentier en su novela El reino de este mundo -una novela breve que todo nuestramericano debería leer-. Pero no sería hasta 1791, que luego de una ceremonia en Bois Caiman, estallara la rebelión encabezada por un hombre proveniente de Jamaica, Dutty Boukman. La revolución comenzó con un ataque y una matanza de quienes venían esclavizando a esos hombres y mujeres.

La afrenta de rebelarse contra el poder colonial, para quienes la libertad, la igualdad y la fraternidad se limitaba a los hombres blancos, debía ser castigada, y aún ganando su libertad e independencia por la propia dinámica de la revolución, finalmente, ante el propio imperio napoleónico, la nueva nación tuvo que pagar una indemnización a Francia. ¿Será este el momento, en que Haití tanto necesita, que Francia no solo devuelva el dinero de la indemnización, sino que indemnice a su vez por el colonialismo y expolio ejercido durante tanto tiempo?

Con la revolución triunfante y una nueva constitución, el pueblo haitiano redactó una constitución en la que todos los ciudadanos, independientemente del color de su piel, serían considerados negros, e izó por primera vez una bandera con los colores de la revolución francesa, pero sacando el color blanco del medio, quedando solamente la bandera dividida en dos campos: uno azul y uno rojo. Pero el castigo para Haití y su independencia continuará durante todo el siglo XIX y el siglo XX, invasión norteamericana incluida, cuyo expolio y plan de pauperización fueron exitosos. Haití, en este momento, nuevamente está recibiendo un contingente armado foráneo para solucionar sus problemas internos, esta vez, de un país como Kenia que tampoco puede resolver sus propios conflictos.

Pero como decía al principio, este artículo no es sobre la primera independencia del continente americano y la primera rebelión de esclavizados triunfantes en constituir una nueva nación, ni sobre la colaboración de Petion para con Bolívar, fundamental para la contraofensiva bolivariana que terminó con la independencia de medio cono sur, sino sobre la hipocresía de un país que continúa comportándose de manera colonial a pesar de haber perdido sus posesiones a partir de la década del 60. La madre de todas las hipocresías de la modernidad, acaso radique en el embrión de las contradicciones: Todos los hombres son libres, iguales y fraternos, menos los negros.

El reparto arbitrario del mundo

A partir de la Conferencia de Berlín, realizada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885, las potencias europeas se repartirían la ocupación de África. Dentro de esa repartija los más poderosos fueron Inglaterra, Francia y Alemania, pero tampoco podemos olvidar la participación holandesa en el sur de África; portuguesa en Angola y Mozambique1, y la hiper truculenta colonización belga en el Congo (luego Zaire), que no perteneció al país del investigador Poirot hasta 1908, sino que era un dominio privado del rey Leopoldo II. Es decir que la hipocresía francesa, puede extenderse a todo el resto de los países europeos que se apoderaron por la fuerza de territorios que no le pertenecían.

Pero yendo al caso de Francia, cuya federación de futbol (FFF) contradictoriamente puede pedir disculpas a un grupo de jugadores inmersos en una acción folklórica -más allá de la reprobación o no de la canción y de su contenido-, pero a la vez se olvida de los cánticos contra Messi cuando salió campeón Francia. Y lo que es peor, se indigna tras la máscara del deporte por una acción reprobable, pero incurre en un ruidoso silencio ante los acciones predatorias y repudiables que su propio país continúa teniendo en todo el mundo. No solamente existe un pasado de opresión y esclavitud por parte de Francia en Haití y otras colonias en el resto del orbe, sino que en la actualidad mantiene acciones de explotación fetichizadas tras la corrección política discursiva. Daré algunos ejemplos para ser más explícito.

Conciencia nacional y panafricana en el Sahel

Luego de la independencia de los países africanos, desde la década del 60 en adelante, una moneda denominada Franco CFA (Franc de la communauté financière d'Afrique, abreviado como F.CFA), creada luego de la Segunda Guerra Mundial, continuó teniendo vigencia en muchos países que habían sido colonia francesa, siendo actualmente la moneda de 14 países de África (Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea-Bissau, Mali, Níger, Senegal, Togo -estos ocho pertenecen al África Occidental-, Camerún, Chad, Gabón, Guinea Ecuatorial, República Centroafricana y República del Congo -estos otros seis países están en África central). Esta moneda se imprime en Francia, lo cual termina propiciando las necesidades valuatorias o devaluatorias de la exmetrópoli política y, pareciera, metrópoli financiera vigente; y lo que es peor, impide políticas monetarias soberanas en los países en los cuales impera dicha moneda. Lo que muchos llaman un vestigio colonial, no es una rémora de un pasado lejano, sino una actualidad colonial en curso. La injerencia a través de la moneda en esos países, a la vez se ve fortalecida por la presencia de empresas multinacionales, muchas de origen galo, que explotan minas de coltán, entre otras, sin preguntarse por las condiciones laborales, de salubridad o el trabajo de niña/os en condiciones inhumanas.

Esta colonización del continente africano también tensa las relaciones dentro de la Unión Europea, haciendo que la derechosa Italia acuse a Francia de la migración africana que se deposita en sus costas causada por su injerencia colonial, aunque solo el 9% de la migración provenga del sector Franco CFA2. Claro que no es el bienestar de aquellos hombres y mujeres que arriban a las costas italianas lo que mueve al gobierno de Meloni y a su sociedad, sino el horror de ver “amenazada” su cultura y su supuesta homogenenidad, desconociendo, con una hipocresía que pareciera inmanente en los europeos, el propio racismo y segregación usado por la opulenta Italia meridional para con Napoli, Bari, Sicilia y todo el sur de Italia a quienes tildan, despectivamente, de “africanos”.

Otro imaginario que trasciende desde África y se instala en el mundo, es el de las revoluciones de coroneles que se perpetúan en el poder y a los que sobrevuela todo tipo de leyendas, algunas comprobables y otras no. Los casos de Idi Amin, en Uganda o Mobutu Sese Seko, en Zaire, son ejemplos de esos militares que se transforman en mandatarios autocráticos y bestiales; pero la vulgata mediática hace que, a pesar del desconocimiento absoluto, provocado por un desdén cultural, se crea que es lo mismo Khadafi que Mugabe. Es la ignorancia eurocéntrica la que mete en la misma bolsa a Tomas Sankara, Kwame Nkrumah, Agostinho Neto o Amílcar Cabral, por nombrar solo algunos y ser injusto con muchísimos más, junto a Bokassa o Teodoro Obiang Nguema.

Desde 2020, y como respuesta nacionalista a la injerencia colonial francesa y contra los gobiernos títeres que manejaban los destinos de los países del llamado Sahel africano3, se suscitaron golpes de Estado militares en los siguientes países: Guinea Conakry, Malí, Burkina Faso y Gabón.

Si bien todos ellos tienen diferentes características, tres de ellos, al manos también tienen los siguientes puntos de acercamiento: tienen como moneda el Franco CFA; todos ellos tenían injerencia de empresas francesas y de presencia política extranjera; en todos ellos están involucrados los intereses de un mundo multipolar, a la sazón, EEUU, Rusia y China; todos ellos tenían a potencias militares extranjeras operando en su territorio por la amenaza de grupos yihadistas (Boko Haram, EI, AL Qaeda, entre otros)4; y todos ellos tienen una retórica nacionalista y antifrancesa. Sin hacer ninguna valoración de esos golpes militares, si se puede decir que no parecen ser los tradicionales golpes militares de antaño, y su reafirmación como soberanos e independientes, colisionando con los intereses foráneos y pendulando entre todos los actores sabiéndose en inferioridad estructural, hace que, al menos, cuenten con gran apoyo popular. Sumado a estas características afines, cuando asumió la Junta Militar en Níger, ante las amenazas de intervención de EEUU y Francia, Malí y Burkina Faso anunciaron que percibirían como un ataque a su patria cualquier intervención en el país vecino; y en septiembre del año pasado, firmaron un pacto de seguridad que los unifica frente a las amenazas tanto de grupos yihadistas como de potencias extranjeras5. Y si ese pacto no fuera suficiente para mostrar la cohesión que esos tres gobiernos diferentes, pero con puntos anticolonialistas en común, crearon la Alianza de los Estados del Sahel (AES), cuyo camino cada vez es más divergente del que vienen tomando los países integrantes del CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental), asociación de matriz colonial cuyo seno ya han abandonado los tres países díscolos.

Lamentablemente, no vimos a muchos franceses alabando el proceso de reindependencia de aquellos Estados con los que tienen lazo colonial y responsabilidad en las desventuras que les ha tocado vivir a esos países.

Una escuela para el orden y el progreso

Aquellas personas que nos gusta el cine, inevitablemente pasamos por una cierta filmografía que busca, además de entretener, conmover y denunciar. El caso que me viene a la mente, y cuya pertinencia está dada por la trascendencia que ha tenido lo que se narra en ella, es el de la pelicula La batalla de Argel, del italiano Gillo Pontecorvo, de 1969.

En ese largometraje, el director narra la lucha por la independencia del pueblo argelino, pero sobre todo expone y deja al descubierto los métodos de contrainsurgencia organizada, la rutina del control antipopular y violatorio de todos los derechos que consagraban desde la oralidad los gobernantes de los estertores de la gran Francia colonialista. Esa forma de pensar, para la que hasta un niño es terrorista, así como la vulneración de las condiciones de detención y la tortura para obtener información fueron marca registrada de ese proceso de defensa colonial. Como todo positivista eurocéntrico, se dedicaron a perfeccionar si que medie objeción moral posible, un sistema de tortura, delación y terror que profesionalizaron al punto de exportarlo a la Escuela de las Américas, en Panamá durante la década del 70, y que constituyó la gran escuela de los asesinos que condujeron las dictaduras militares y que redundó en la desaparición forzada de personas en nuestro cono sur.

Colonialismo paradisíaco

Siguiendo con las contradicciones hipócritas que tiene la nación del gallito en la remera (un gallito, como la federal), hace menos de un mes, el 23 de mayo último, el pueblo de Nueva Caledonia, a casi 18 mil kilómetros de distancia de Francia, se sublevó ante una votación ocurrida en la cabeza del demacrado imperio. La votación de marras se realizó en el senado de París, y proclamó una reforma electoral para la isla de Oceanía que le permitiría votar a cualquier persona ni bien llega al territorio, con lo cual le restaría fuerza al voto del pueblo originario colonizado, los Kanak micronésicos, que representan el 41 % de la población total, siendo los franceses “puros” alrededor del 24% del padrón. De esta manera, podrían manipular cualquier votación teniendo en cuenta que la población total de la isla es de 270 mil habitantes6.

La sublevación fue contundente: hubo saqueos, incendios y fallecieron seis personas. Las tropas francesas desplegadas, con más de tres mil gendarmes llegados de Europa, actuaron con fiereza y desde el poder central llegaron a conculcar las libertades individuales de los kanakos, decretando el Estado de Emergencia y llegando a prohibir la red social tik-tok, argumentando que era el canal flamígero mediante el cual se azuzaba a la población a salir a protestar.

La predación de Francia en la zona no se circunscribe a solo una rémora de un pasado político colonial, sino que se extiende en el presente a cinco enclaves más en el Indo-Pacífico. La pregunta a raíz de esa decisión que generó un levantamiento popular en Oceanía, es por qué tiene tanto interés el gobierno de Macron de mantener un enclave colonial: ¿Es solo prestigio internacional, algo así como una inercia de dominación de la cual no se puede bajar como nación? ¿Ansía tener un lugar de privilegio vacacional para aquellos ciudadanos de primera que se pueden permitir costear un viaje al paraíso con bandera propia? ¿O tal vez, lo más probable, tenga que ver con una disputa interimperial por el dominio de la tercera reserva de níquel del mundo? No hace falta ser una analista mundial para comprender que aquellos países que poco producen y que, al decir de Dussel, han creado el mito de la modernidad y sobre él asientas sus reales cada vez más expuestos, necesitan de su poderío bélico para mantener aceitado los canales de expolio a través de los cuales se han erigido en potencias: potencias que se alimentaron de recursos ajenos por la fuerza. Así de sencillo y contundente. 

De América al universo con la tricolor

En Nuestra América, los subcampeones de la libertad (el campeón es Estados Unidos) tienen un enclave colonial en la llamada Guayana Francesa (además de Martinica y Guadalupe), con el status de Departamento de Ultramar: un territorio fuera del continente europeo que luego de la Segunda Guerra Mundial pasó a ser como un estado más del país. Este vértice noreste de América del Sur, fue colonizado en el siglo XVII para establecer un sistema de plantación análogo al que tenían en Saint Domingue (Haití), también motorizado con la fuerza de la esclavitud. Recién en 1848 Francia abolió la esclavitud en aquellos territorios. Ya desde unos años antes, desde la Revolución Francesa, para ser más exactos, que comenzaron a utilizar las costas que consideraban malsanas como un presidio a cielo abierto, como lugar de destierro de aquellos que eran feos, sucios y malos en la prístina Galia, y venían a dar con sus huesos en ese otro rincón del mundo.

Actualmente, a pesar de las diferencias económicas que viven los ciudadanos franceses que habitan en Cayena comparados con sus “pares” del continente europeo, el sistema euro inmerso en el norte de Sudamérica ha generado un espacio de migraciones desde varios países del continente y, consolidando su talante colonial, han establecido una colonia aeroespacial (creada por De Gaulle en 1964) y cuenta con un extenso cuerpo militar que se dedica, con el auxilio de la casa central, de ahogar cualquier indicio de inconformidad que puedan tener sus habitantes. Al igual que el continente, la derecha y la izquierda están representadas por los mismos partidos políticos que en París, e incluso surgió y se consolidó el movimiento La France Insoumise, conducido por Jean-Luc Mélenchon; pero también existe una corriente política que no existe en territorio europeo, y que consiste en una izquierda independentista y anticolonial.

Es tanta la franquización con la que se siente el ridículo espacio colonial francés en nuestro continente, que hasta se negó a firmar el pacto ambiental amazónico cuya pervivencia para el orden global es importante y para el orden continental es vital. Darle la espalda a un continente entero, promoviendo una mirada eurocéntrica, conduce a aislar al país y restarle posibilidades de conformación de programas en común que puedan soslayar las diferencias con otros países vecinos, para confluir en una agenda que permute, más temprano que tarde, en una supra identidad nuestramericana, anticolonial, soberana, libre y justa.

En el corazón de la bestia

Pero no termina allí la hipocresía de los franceses, sino que mientras se encarga de acusar a los jugadores argentinos de racismo, tienen que luchar contra la xenofobia en su país y hacer un esfuerzo sobrehumano para que no gane Marine Le Pen y su combo nacional-corporativo. El propio Mbappé llamó a acudir a las urnas ante el temor que generaba el crecimiento de una ultra-derecha con grandes posibilidades de llegar a gobernar. Si tanta regulación tiene que haber en Francia el respecto, es porque el racismo no comienza con las nuevas oleadas migrantes causadas por las mismas políticas que ellos emplean en áfrica, sino que proviene de generaciones anteriores y pervive actualmente en el imaginario de gran parte de la sociedad francesa. El miedo al islam, el peligro a la desgalización de la sociedad y un enorme sentido de superioridad hace que, hasta un movimiento popular en contra del gobierno, el de los llamados Chalecos amarillos, que nació como un movimiento de protesta por la baja del precio de los hidrocarburos y mejoras salariales, se haya convertido en un movimiento con tintes xenófobos a su interior.

¿Y por casa cómo andamos?

Poco se conoce en Argentina y el mundo de los países de África, y la ridiculización de África a través de cierto africanismo -una analogía con el orientalismo tan bien descrito por Edward Said- que no puede dejar de poner un elefante y una choza en cualquier representación del continente, achatando la prolífica multitud de culturas y desconociendo los progresos tecnológicos y urbanos que tuvo el continente africano, es una constante del mundo occidental. En la previa del mundial 82 -subido al éxito que había tenido la campaña de Caloi a través de su personaje Clemente a la hora de defender la barbarie de tirar papelitos en la cancha (algo que la organización militar del mundial intentaba prohibir)- comenzó un ciclo de cortos en la tele con el personaje Clemente que consistían en varios personajes-muñecos que hacían canciones de cancha con música tradicional de los países intervinientes remarcando sus características más salientes, representativas o caricaturizables. En ese programa, cuando aparecía el representante de Camerún, aparecía solo, como una monohinchada (cuando Camerún tiene en la actualidad casi 29 millones de habitantes), y se lo representaba como un Clemente negro con un huesito atravesado en el peinado (claramente una tibia de un pobre antropofagizado) y cantando una canción plana que repetía con voz grave: “burumbumbum, burumbumbum, yo soy el hincha, de Camerún”7. Lejos de salir a criticar al genio de Caloi, lo que prima es expresar que existe un sentido común que hay que combatir y que está anclado en una gran ignorancia de la historia y de la cultura del continente, sin que ello obste para que se pueda seguir haciendo humor, incluso con aquellas cosas que nos incomodan.

Existen construcciones de sentido que atraviesan cierta cantidad de las innúmeras subjetividades que se solapan en una sociedad abigarrada y tan disímil como parecida se pueda imaginar. Dicha sociedad no es ni más ni menos que la conformada por la nación y la identidad por ella construida -la argentinidad- y sus segmentaciones de división política/geográfica: regiones, provincias, ciudades, comunas, barrios, etc.

 Así, aquello que consideramos una hipocresía a la francesa, al dimensionar un nosotros nacional, vemos que pueden coexistir acciones como las que procuramos desenmascarar. Ese accionar que ve la paja en el ojo ajeno está, es; y en muchos casos, el enunciado, como el que twitteó la vicepresidenta, deja al descubierto posibles coincidencias generales, pero que quedan en carne viva cuando comprobamos toda una serie de acciones por fuera de la red X que llevan el cipayismo más abstruso en su ADN político; la dictadura militar que reivindica Villarruel fue el origen constitutivo de la entrega del país al capital financiero transnacional. Puedo tener una coincidencia con la perspectiva analítica que propone la vicepresidenta, pero la misma diverge por completo cuando se identifica al enunciante; nada que provenga de la boca de un hipócrita termina siendo lo mismo que se convalida, por más que las palabras sean las mismas; necesariamente tienen que ser reenunciadas nuevamente y deslizado el enunciador, dejando solo la premisa. El nacionalismo de Villarruel es un nacionalismo esquizo y por momentos suicida; es nacionalista en la retórica, pero liberal, neoliberal o post liberal -elija su propia aventura- en la economía política desarrollada.

Hay otra arista, en la que lo que prima es algo más secundario, ligado más a la camiseta de la selección que a la nación en sí misma, aunque en su germen original late el ritmo que mueve a cualquier nacionalismo: un color, un símbolo, una canción. Todo eso también hace al fútbol, y cuando ese fútbol es de representación nacional, tiene un grado de interpelación amplísimo. Ese rango casi total de interpelación nacional podrá subdividirse, a la vez, en dos, con lo cual, en tren de imaginar, podremos tener a un sector que lo interpela más la camiseta, y a otro que le interpela más la nación a secas. A esos dos sectores, cuando les dan ganas de contestar la hipocresía francesa, lo hacen de manera diferente: unos inventando un chiste y recalcando el discurso que dice: “primero, equis cosa; segundo… Francia”; y el otro sector que apelará al nacionalismo patriota y terminará tornando una cuestión nacional algo que está limitado a una acción del mundo del espectáculo deportivo, “una inflación de tonterías”, dirá Verbitsky incluyendo este hecho en la nota del domingo pasado.

Con ambos nacionalismos -para ir desgranando como un fractal la multiplicidad de formas de pensar y sentir que hay al interior de algún tipo de ser nacional (ese inconcluso que define y cuestiona Hernández Arregui)- tengo afinidad; pero curiosamente, con uno de ellos tengo diferencias insalvables. Si seguimos desgranando el fractal, se encontraran las centenas de puntos de quiebre que tengo con Victoria Villarruel y los chauvinismos patrioteros que empiezan y terminan en el plano discursivo, y que obliteran la potencialidad de lo momentos liminares como lo hicieron con la emergencia de una posibilidad refundante como la que aconteció luego de ganar el mundial, pero a priori, cuando veo un país hipócrita que nos quiere dar lecciones de civismo, me tiento a cerrar filas.

1 - Solo cito dos para no extenderme, pero Portugal también tuvo otras colonias: Guinea Bissau, Santo Tomé y Príncipe y Cabo Verde.

2 - https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46960005

3 – El Sahel es una zona de difícil precisión. Acá les dejo dos definiciones diferentes y sus respectivas fuentes, pero en concreto, es una franja integrada por una serie de países diferentes, con características propias que se encuentra entre el desierto del Sahara y la selva tropical situada más al sur, es una zona transicional. “Sahel o Sáhel es una zona ecoclimática y biogeográfica del norte del continente africano. Limita al norte con el desierto del Sahara y al sur con la sabana sudanesa, siendo una zona de transición entre ambos” (https://es.wikipedia.org/wiki/Sahel). “La región del Sahel hace referencia a las áreas africanas a orillas del desierto del Sáhara; una franja de tierra muy extensa, en la que es difícil incluso concretar qué países lo forman, pues no hay un consenso común internacional respecto a esta cuestión. De hecho, atendiendo a su significado en árabe (“costa”), esta región abarcaría una franja recta desde Senegal hasta Etiopía, agrupando bajo el nombre de Sahel a numerosos países con características completamente diferentes.” (https://africamuchocontenido.org/la-region-del-sahel/)

4 – En el caso de Níger y Chad, en mayo de este año cancelaron el acuerdo para mantener presencia de militares norteamericanos en su territorio y tuvieron que abandonar el país. En Níger, avalado por el anterior presidente y supuestamente para combatir a los Yidahistas, EEUU tenía una base de drones. También las tropas francesas tuvieron que abandonar la región. https://www.elperiodico.com/es/internacional/20240511/eeuu-retira-tropas-sahel-rusia-afianza-presencia-101892912

5 - https://www.elperiodico.com/es/internacional/20230916/juntas-golpistas-niger-mali-burkina-92182532

6 - https://www.mundonews.com.ar/post/nueva-caledonia-rebeli%C3%B3n-en-la-paradis%C3%ADaca-colonia-francesa

7 - https://www.youtube.com/watch?v=B3UVwvIsGDk

8 - https://www.elcohetealaluna.com/inflacion-de-tonterias/

9 – La Ley de Residencia, fue una ley que redactó Miguel Cané y se promulgó durante la segunda presidencia de Roca (1898-1904), y que habilitaba a la expulsión del país a todo extranjero que se considerase indeseable por sus ideas ácratas o socialistas.