La hora de un contrato social
Por Daniel Ezcurra | Secretario General de Kolina Buenos Aires
En poco más de 3 años, la administración macrista ha amasado la peor herencia de la que se tenga memoria. Han empeorado todos los indicadores sociales y económicos. Han devaluado nuestra moneda pero lo que es peor; han devaluado a la política. La palabra empeñada en campaña fue ultrajada por este gobierno. Es importante calibrar el riesgo que implica para el sistema político la estafa macrista a la voluntad popular. Representa una tarea de primer orden para todos los hombres y mujeres que abrazamos la militancia fortalecer los imperativos de la representación, el bien común y la convivencia democrática. Si el adversario se vale exclusivamente del odio, la revancha y los chantajes, allí debemos estar anteponiendo la necesidad de consensos básicos.
Si nuestro pueblo así lo decide, un gobierno con prioridades diferentes a las actuales asumirá el poder a partir del 10 de diciembre. No decimos ninguna novedad al afirmar que no será para nada fácil. La ulcerosa deuda contraída sumada al agudo cuadro económico y social nos hace presumir que no habrá período de gracia como tampoco beneficio de inventario: Atender el frente financiero, el ingreso popular, reactivar la producción y el consumo son apenas algunas de las urgencias a tener presentes en el mediano plazo. Y todo con un agravante: el tablero de control reside en Washington, sede del Fondo Monetario Internacional. La muñeca, la convicción o la fortaleza de un Jefe o Jefa de Estado para hacer frente a este coctel explosivo deberán ser fortalecidas por un contrato social que involucre a todos los sectores de la vida pública.
Los padres de la filosofía política moderna diseñaron el contrato como forma de superar la ausencia de un orden legítimo. Cuando reina el caos ninguna actividad resulta productiva, todos vivimos bajo amenaza en tanto no existen normas que otorguen previsibilidad al desenvolvimiento cotidiano o bien aquéllas, de existir, son observadas por nadie. Entiéndase, por su parte, que un contrato social no nace de generación espontánea o producto de un acto formal. Un contrato es un proceso complejo y el bienestar que éste proporciona guarda relación directa con el esfuerzo puesto en alcanzarlo.
Argentina necesita un contrato social sin clausulas cerrojo. La realidad es dinámica por lo tanto las agendas públicas tienen que estar a la altura de la circunstancias. Más que la letra fina, lo importante son los objetivos y la voluntad soberana de quienes eligen resignar algo en función de un proyecto razonable y consistente para el país.
Cabe preguntarnos, desde nuestra verdad relativa, cuáles son los puntos que tienen que estar en la mesa a la hora de entablar un diálogo político. Nosotros creemos en la inclusión, en especial, en el cuidado de los niños y los adultos mayores. Concebimos un Estado fuerte y eficiente, promoviendo la producción nacional e interviniendo en las áreas estratégicas. Entendemos que el acceso a los servicios públicos es un derecho y como tal debe ser brindando a un precio razonable tanto a la ciudadanía como a las pymes. A las deudas hay que honrarlas pero sabemos también, como dijo Néstor, que los muertos no pagan. Somos respetuosos del derecho internacional y sostenemos una política exterior independiente.
Para que el fracaso presente no nos hipoteque el futuro, necesitamos generosidad y amplitud en lo electoral que deberán multiplicarse a la hora de gobernar. Como dijo recientemente Cristina Fernández de Kirchner, esta es la hora de un contrato social de ciudadanía responsable. Estamos todos convocados para habitar la Casa común, para realizarnos individual y colectivamente. Vayamos a buscar a los confines de nuestra historia la fuerza para desatar las energías nacionales y reencauzar a la Argentina en su destino de grandeza y felicidad, hermanada con su región y con los pueblos del mundo que enfrentan con dignidad sus desafíos.