Lautaro Martínez, de Bahía Blanca para el mundo

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Lautaro Martínez, de Bahía Blanca para el mundo

16 Julio 2024

Martín Kohan, en el primer párrafo de su libro homónimo, escribió sobre Bahía Blanca: “Ninguna persona que yo conozca ha dicho jamás nada bueno de Bahía Blanca, y fue por eso que la elegí como destino. Quienes vivieron en esa ciudad por algún tiempo, aunque no fuese un tiempo demasiado prolongado, y en especial quienes habían nacido ahí, incluso si les había tocado irse a poco de nacer o inmediatamente después de haber nacido, reunían sin esfuerzo alguno un repertorio siempre nutrido y a menudo coincidente de argumentos que confluían en una deploración rencorosa de Bahía Blanca: el peor lugar del mundo según todos. Los más ensañados, pero también los más afligidos, eran los que, por las razones que fuese, la familia retentiva o las oportunidades de trabajo o la inercia de las resignaciones, seguían viviendo ahí, porque en ellos el denuesto se salteaba las mediaciones de la recapitulación y dolía como duele lo que toca”.

El personaje de Kohan repite la cantinela del pueblo facista, chato, conservador, en síntesis, sin vida, del sur argentino. No es totalmente su culpa: en la enorme diáspora bahiense, hay muchos que resuelven la nostalgia criticando o negando su origen. Es un componente típico de los grupos migratorios. Tampoco le suma prestigio a la ciudad quienes la visitan: Bahía Blanca es una ciudad industrial y comercial, no turística. Es una ciudad de trabajo, más que de paseo. Como San Pablo lo es respecto de Río de Janeiro, o Ankara respecto de Estambul, quienes han tenido la suerte de viajar entenderán. Con excepción de Monte Hermoso: es la playa más cálida del casi infinito litoral marítimo argentino. (Y no, el problema de las aguavivas fue resuelto hace más de una década, actualmente no existe más riesgo que en Mar del Plata).

Bahía Blanca es la ciudad más grande de Argentina al sur de Mar del Plata, en disputa con el tejido Neuquén, Plottier, Centenario, Cutral Co y Plaza Huincul. Casi 400 mil personas se aglutinan en lo que a principios del siglo XX se conoció como la Liverpool del Sur: un entramado de puertos de aguas profundas que va desde el cerealero hasta la principal base de la Armada, en Punta Alta. Su relevancia es tal que es la terminal ferroviaria más grande luego de Buenos Aires y Rosario.

Hay un dato más que termina de configurar la identidad bahiense. La cultura solidaria. Tan temprano como 1898, un grupo de colonos franceses de Pigüé formó la Sociedad Cooperativa de Seguros Agrícolas y Anexos Limitada “El Progreso Agrícola”. Una sociedad de seguros mutuos contra el granizo, administrada por los agricultores de la zona. En Bahía es muy fuerte la idea de trabajar en equipo, lo que parió a la Cooperativa Obrera, una cadena de 145 supermercados cuyos socios – consumidores son sus dueños. 

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filiales cooperativa obrera
Filiales Cooperativa Obrera

Esta combinación de terminal ferroportuaria agrícola, tejido industrial, una universidad muy fuerte en ciencias exactas (ingenierías, contabilidad, matemáticas, programación) y cultura del trabajo cooperativo le ha permitido a la ciudad el sexto salario más alto de la provincia, apenas detrás de Vicente López, San Isidro o Tigre. No hay datos nacionales, pero dado que la región metropolitana tiene los salarios más altos, es evidente que Bahía ranquea entre ellos.

Bahía, una ciudad en las puertas de la Patagonia, está acostumbrada a enfrentar el clima y la distancia con la Capital. Un ejemplo fue durante el temporal de diciembre, donde murieron 13 personas y destruyó a los barrios más pobres de la periferia. El presidente Milei vino a la ciudad solo para decir: "ustedes van a poder resolver la situación". Siete meses después, la provincia de Buenos Aires sigue solicitando al gobierno nacional que aporte algo. De aquí se deriva un rasgo del bahiense: le cuesta confiar y hacer amigos, pero una vez que los hace es para siempre.  

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Lautaro Martínez ante el huracán de diciembre de 2023.
Lautaro Martínez ante el huracán de diciembre de 2023.

Es la ciudad que parió a César Milstein, el químico ganador del Premio Nobel en Medicina en 1984 por sus investigaciones sobre los anticuerpos monoclonales. Uno de los cinco premios argentinos y el único premio Nóbel de Medicina de América Latina, junto con el venezolano Baruj Benacerraf. Obviamente, la lista de celebridades es interminable: Iván Schargrodsky (periodista), Verónica Lozano (conductora de TV), Rocío Marengo (mediática), Jorge Maronna (Les Luthiers), Abel Pintos (de White, cantó en la final de la Copa América), Carlos Di Sarli (compuso el tango Bahía Blanca), Eduardo Mallea y Roberto J. Payró (escritores), Gastón Duprat, director de cine (entre otros, de El Ciudadano), Zambayonny (músico y humorista),  Radagast (mago), Dante Liporace (chef), Matías Alonso Revelli (hizo la foto que es tapa del último disco de Coldplay). En política se destacan: Carlos Soria, político, exgobernador rionegrino, Moisés Lebenshon, ícono radical, Julio César Avanza, primer ministro de Educación bonaerense (de Forja, junto a Jauretche) y Federico Susbielles, exbasquetbolista, actual intendente.

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El último disco de Coldplay, con fotografía de un bahiense.
El último disco de Coldplay, con fotografía de un bahiense.

Pero en el mundo del deporte, la bahiensidad ha sido una máquina de producir estrellas. En el básquet: Alejandro “Puma” Montecchia y Juan Ignacio “Pepe” Sánchez, oros olímpicos, Sergio “Oveja” Hernández, 13 veces campeón como DT de básquetbol en la liga argentina, las leyendas Alberto Pedro Cabrera y Juan Alberto Espil y por supuesto el 4 veces campeón de la NBA Emanuel Ginóbili. Además está el tenista Guido Pella y todos estos futbolistas: los DT Ángel Cappa y Alfio Basile (dos veces ganador de la Copa América), Rodrigo Palacio (¡era por abajo!), Daniel Bertoni y Germán Pezzella (campeones del mundo 1978 y 2024 respectivamente), el también campeón del mundo del 78 Héctor Baley  (“Se volvió loco, dice que es Baley” cantaban Los Piojos) y José “Pepino” Borrello, segundo goleador histórico de Boca.

Desde esta sociología, Lautaro Martínez es un gran exponente de la bahiensidad. Su papá, Mario “Pelusa” Martínez, fue ídolo en Villa Mitre, el club popular de Bahía siempre enfrentado al más céntrico Olimpo. Vecinos del barrio Rosendo López, una urbanización social (un FO.NA.VI.), su papá lo fue llevando por los clubes que transitó hasta retirarse en Liniers, sede de las mejores inferiores del sur argentino. Un dato que refleja la pedagogía del padre: no hay partidos mejores o peores. El hermano de Lautaro, Jano, juega en la primera de básquet de Villa Mitre. El Pelusa asiste del Giuseppe Meazza a las tribunas villeras con la misma puntualidad. Y también dirige al Club San Francisco, extensión de un colegio franciscano que fue fundado sobre un pantano y cuyas clases se dictaban en vagones de tren fuera de uso.

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Pelusa Martínez y Lautarito
El Pelusa Martínez y Lautarito. Imagen de Marcelo Tumminello.

El talento innato de Lautaro y el estímulo y experiencia de su familia lo llevaron a la cima. Sin olvidar la personalidad bahiense: adicto al trabajo, serio y reconcentrado, detallista, indesmoralizable como suele ocurrir con todos los que tienen que levantarse temprano a ganarse un salario o a alentar un club pequeño del interior, naturalidad para trabajar en equipo, sea para conducir (en el Inter milanés) o para ser conducido (en la selección, donde es suplente). Su estampa mapuche es la misma de la clase laburante de la Patagonia. Su nombre Lautaro (“halcón veloz”) ejemplifica a la perfección. Es el mismo nombre que eligió San Martín para organizar la independencia y obedecía a una estrategia de aliarse con los pueblos andinos.

El ejemplo de Lautaro debería inspirar a los bahienses. Obviamente, casi nadie tiene su talento. Pero mínimamente, defender la ciudad y contrargumentar al pensador Martín Kohan.