Sarmiento visto por Jauretche

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Sarmiento visto por Jauretche

11 Septiembre 2020

Por Pablo Adrián Vázquez*

Domingo Faustino Sarmiento, aquel que existió porque escribió, y escribió porque tuvo la pretensión de ser el fundador de una Nación. Apasionado y colérico, reflexivo y autoritario, pensó y sintió al país como nadie, aunque eso implicó injusticias y que corriese sangre. 

Nacido el 11 de febrero de 1811 en San Juan, y fallecido en Paraguay el 11 de septiembre de 1888, es la figura señera de la educación vernácula, reconocido como el Maestro de América. Combatió a quienes creyó culpables de la barbarie, en especial a Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas, pero trazó en sus escritos agudos análisis de sus enemigos que, tal vez sin querer, fueron esbozos de posteriores comprensiones de los personajes. 

Quiroga representó, para el sanjuanino, la América profunda, al campo, la herencia indígena e hispánica, a la barbarie… el mal; a ello le contrapuso el iluminismo, ideas liberales, espíritu europeo, la civilización… el bien. Facundo (el texto) es, junto a las Bases de Juan Bautista Alberdi y el Martín Fierro de José Hernández, fundante de nuestra identidad. Y sus cartas vehementes y obras de tono racista, llenas de odio contra indios, gauchos y negros traían aparejado su “civilización” para pocos, conceptos que aún permean en cierto sector de la sociedad argentina, que se expresa anti popular, sectaria y “gorila”. Liberales, socialistas, católicos y nacionalistas lo han debatido y combatido. Figura canonizada por el liberalismo y el socialismo local, lo tomaron como un santo laico.

Las polémicas con contemporáneos no escasearon, empezando por Juan Manuel de Rosas y Juan Bautista Alberdi, para proseguir con las impugnaciones por sus acciones, desde su ataque a la Confederación Argentina, la entrega del territorio patagónico, la sangrienta campaña contra el Chacho Peñaloza – explicitada en el texto de José Hernández sobre el caudillo riojano - y el ataque militar al Entre Ríos de Ricardo López Jordán (h).

Con los años serán las corrientes del catolicismo, nacionalismo, revisionismo e izquierda nacional donde se encontrarán a sus detractores, achacándole su falta de compromiso con las masas, su persecución a los caudillos federales, su desaprensión por el territorio austral, su autoritarismo y racismo. Sea una condena total al infierno, o una atenuación al considerar su brillante pluma, estos sectores han labrado un modelo a combatir, al aferrarse a sus cartas o exabruptos, y no el reflejo integral de su obrar.

Ramón Doll, Roberto Tamagno, Atilio García Mellid, Fermín Chávez, Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, José María Rosa y Arturo Jauretche, entre muchos otros, dieron testimonio sobre Sarmiento. 

El citado Jauretche, fundador de FORJA y referente del pensamiento nacional, lo abordó en varios escritos, siendo nodal su rechazo de “la fórmula civilización y barbarie”, pues “ésta es la raíz del dilema sarmientino… que sigue rigiendo a la “intelligentzia”. Se confundió civilización con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instrucción con educación. La idea no fue desarrollar América según América – escribió en Los profetas del odio y La Yapa (1957) - , incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa, y no según América”. 

Y redobla su observación sobre el sanjuanino en Manual de Zonceras Argentinas (1966): “Tomemos el caso de Sarmiento: primero porque es el héroe máximo de la intelligentzia, y segundo, porque es el más talentoso de la misma... Narrador extraordinario… sus retratos de personajes, más imaginados que vistos, su pintura de medios y ambientes, sus apóstrofes, sus brulotes polémicos, al margen de su verdad o su mentira, son obras maestras. Forman una gran novelística hasta el punto de que lo creado por la imaginación llega a hacerse más vivo que lo que existe en la naturaleza.
A este Sarmiento se lo ha resignado al segundo plano para magnificar el pensador y el estadista, siendo que sus ideas económicas, sociales, culturales, políticas, son de la misma naturaleza que su novelística: obras de imaginación mucho más que de estudio y de meditación, y su labor de gobernante la propia de esa condición imaginativa”.

Sarmiento aún marca nuestros debates actuales. Su presencia, sea en el procerato liberal o como un personaje de Zamba en Paka Paka, no pasa inadvertida. El análisis de Jauretche sobre el sanjuanino y su legado lograr reflexiones que nos plantea desafíos de cara a debates sobre quiénes somos y hacia donde nos proyectamos.
 

* Politólogo. Docente de la UCES. Miembro de los Institutos Nacionales Eva Perón y Juan Manuel de Rosas.