Déficit urbano: finalmente, ¿el Estado se hará cargo de una de las deudas sociales más estructurales?
Por Enrique de la Calle
El déficit habitacional o urbano es una de los problemas estructurales más graves e invisibilizados que tiene Argentina. Se estima que el piso de ese déficit (cifra muy conservadora) es de un millón de viviendas (más de 4 millones de personas), a lo que debe sumarse la infraestructura básica que falta en muchos barrios (luz, agua, asfalto, conectividad a servicios básicos). Para poner en contexto: el ambicioso PROCREAR (destinado mayoritariamente para los sectores medios) no llegó a construir 300 mil casas.
El problema es complejo y tiene muchas dimensiones. Sólo en provincia de Buenos Aires, por ejemplo, existen 1600 barrios informales, que incluyen villas, asentamientos u ocupaciones diversas, donde conviven la precariedad extrema con formaciones urbanas dignas. Se trata de 500 mil familias que están en esa situación. En el Gran Buenos Aires hay tomas prácticamente todos los días, que es la forma en la que acceden al suelo muchos argentinos. Es uno de los problemas sociales más acuciantes y el que tiene muy poca presencia en el debate público.
En ese sentido, vale celebrar dos novedades del presidente Alberto Fernández. En primer lugar, creó un ministerio específico, que le da otro rango al problema. En segundo, el tema tuvo lugar en su discurso inaugural, donde prometió un "ambicioso plan de regularización de hábitar y de la construcción de viviendas". "Es inadmisible pensar que en pleno siglo XXI millones de argentinos no tengan un techo bajo el cual guarecerse", recordó.
Las políticas de vivienda siempre suelen chocar con una pregunta pragmática: "Todo bien, es un tema a resolver, pero, ¿de dónde sale la plata para construir o mejorar las viviendas que hacen falta?". Tal vez, la cuestión pase por pensar el problema desde otra óptica y entender a esas centenares de miles de familias como potenciales "compradoras" de bienes que puede producirse en Argentina: vivienda de calidad y servicios básicos dignos.
El economista y especialista en temas urbanos Inti Alpert suele recordar que muchas familias humildes pagan alquileres en los barrios informales que pueden superar los 10 mil pesos. Es decir, podrían acceder a un crédito por ese monto mensual para construir/mejorar su hogar.
Se trata, en definitiva, de activar un circuito virtuoso que mejore los ingresos populares, para que puedan ser destinados a generar riqueza urbana. La industria de la vivienda es en su gran mayoría nacional y tiene mucha capacidad para movilizar mano de obra. A diferencia de otras industrias, toda la plata se queda dentro de la propia dinámica (la automotriz, por caso, insume muchos dólares porque muchas partes de los autos son importadas).
Entonces, se necesita de un Estado que tenga las capacidades administrativas para movilizar recursos, recuperarlos y volverlos a utilizar en un círculo que dé dinamismo al sector urbano. En ese sentido, hay que pensar que hoy mismo los sectores populares construyen y reproducen los barrios informales que habitan, para los cuales destinan recursos y movilizan ahorro familiar. Para citar solo un ejemplo que seguramente los lectores reconocerán rápidamente, como es la Villa 31, en Capital Federal, donde viven 40 mil personas (8000 hogares). A 10 mil dólares por unidad, estamos hablando de una inversión total de 80 millones de dólares, realizada por los propios sectores populares.
Pero vamos más allá: cómo se entiende que la provincia Buenos Aires (hay mil ejemplos) tenga 150 mil docentes públicos que alquilan: a 15 mil pesos promedio por familia, hablamos de 2.200 millones de pesos mensuales. Seguramente están cansados de alquilar y sueñan con su casa propia. ¿No puede desarrollar la provincia un plan masivo de construcción/adquisición de viviendas para ellos, que podrán pagar mensualmente? ¿Qué ocurre con el resto de los trabajadores estatales? De nuevo, la plata está.
En su discurso inaugural, Alberto también habló sobre cómo quisiera que recuerden a su gobierno. Ojalá que su gestión tenga un lugar en la memoria popular por haber dado los primeros pasos para resolver, de modo estructural, un problema que afecta a millones de compatriotas. Que bien mirado, además, más que un problema puede ser una solución.