¿Festejamos la victoria del cachivache de Trump?
Por José Cornejo
Los yanquis aman las estadísticas. En básquet calculan, por jugador y por equipo, lanzamientos, encestamientos, bloqueos, minutos jugados, victorias seguidas de local, derrotas consecutivas contra determinados adversarios, partidos ganados en overtime, rivalidades entre jugadores y un largo etcétera. Ya en los novelas burreras de Hemingway de los años 20s a 40s, los apostadores estudiaban resultados y características de los caballos. Ese saber los ayudaría a predecir quién ganaría la milla. Detrás siempre está la timba y, por supuesto, el dinero.
Hacia las 23 horas argentinas del martes 8, todos los diarios del mundo ponían en portada los incipientes resultados presidenciales. Naturalmente, eran superados en cobertura por los principales medios yanquis. El New York Times (NYT) dividía los 50 estados en cinco categorías: si solían votar muy demócrata o republicano, más o menos (“somewhat more”) demócrata o republicano, o con el promedio nacional. Por ejemplo, Texas estaba en la categoría muy republicano. Y los estados del norte atlántico (donde está New York) o California (donde está Los Angeles) como muy demócratas. De hecho, en Columbia (donde está Washington) los demócratas sacaron 93% de los votos, empardando las elecciones que hacía Ceaucescu en la Rumania comunista.
La elección se hacía lenta por la cantidad de husos horarios estadounidenses. Mientras en la costa atlántica se empezaba a contar a rápidamente, en el medio oeste aún no habían cerrado las urnas. De hecho, a las 8.30 am porteñas, en Alaska siguen contando. Pero volviendo a las estadísticas, en NYT tenía tres relojes que iban indicando la tendencia: ganador de la presidencia, votos totales, electores votados.
¡51% que gana Trump! ¡54! ¡58! nos iba tirando por whatsapp el compañero y colega Jorge Giordano. Siempre con la vista clavada en la agujita del Times. Yo iba agitando el twitter con un irrespetuoso pero también cariñoso (lo admito) “sigue ganando el Peluca”. En el retuiteo, recibía el apoyo de la muchachada K.
¿Tenemos que estar contentos con Trump?
Trump realizó una campaña racista, amarillista, con fuegos de artificio que solo buscaban una impresión fugaz a favor de él o en contra de los demócratas. Es un empresario con múltiples denuncias de estafas y quiebras fraudulentas, enriquecido gracias a la especulación inmobiliaria y al turbio sector de los casinos. ¿Su visión de la mujer? Es dueño de la empresa que organiza Miss Universo y Miss Universo Adolescente. Presentó a su tercera y actual esposa en un reality show (The apprentice).
¿Cómo fue posible que este impresentable triunfara? Posiblemente quién primera dio en la tecla fue Amanda Mars, corresponsal del diario El País en Estados Unidos. En “El voto perdido de Rocky Balboa”, julio de este año, Mars preveía que “Clinton no logra llegar al hombre blanco de clase trabajadora, el colectivo encarnado por el mítico personaje de Filadelfia”. También lo reflejó el séptimo arte, ese lugar donde se procesa el inconciente estadounidense. En el primer capítulo de Breaking Bad, el docente en química completa su salario lavando autos. Llega su alumno más desobediente y lo fotografía mientras el protagonista le refrega las llantas. ¿Adónde va el final del sueño (norte)americano?
Trump construyó un discurso proteccionista (“isolationist” denunciaba el Washington Post), aislacionista que fue decodificado como industrialista por la gigantesca clase media no profesional. Por desquiciado que parezca, Trump entonó muy desafinadamente las estrofas keynesianas de Franklin Delano Roosevelt. Ese mensaje fue captado por el interior norteamericano, “ese montón de basura entre New York y Los Angeles”, al decir de Homero Simpson. Los olvidados, recordaron. Trump es el emergente social de una crítica por derecha a la globalización financiera. Es el otro lado del espejo atlántico, el reflejo de la hija de Le Pen, los nazis griegos y “Mr. Brexit” Nigel Farage.
¿Es Trump una derrota para las bolsas, los grandes bancos del planeta, los buitres especuladores? Sí. Y así lo entiende el Washington Post cuando titula que “los mercados se hunden en todo el planeta” e identifica caídas de índices de hasta el 5%. ¿Esto significa un regreso a la era dorada del capitalismo, con los trabajadores como sujetos principales de la economía y los bancos como meros prestadores de crédito? Por supuesto que no. Es una interna de clases dominantes, donde una patronal subordinada le propinó un traspié a una patronal hegemónica. Ese es el costo de la derrota para los financieristas: 5%. Ah, un avisito para presidente Mau. Al pasar, el Post advierte que la Fed subiría las tasas de referencias antes de 2018. No es momento para endeudarse mucho.
Los liberales perdieron, pero contra los conservadores. Eso no es muy festejable. Tampoco que a la cabeza esté un outsider acusado de Chávez pero que se parece más a Fujimori. Eso sí: todo muy latinoamericano. Quizás lo interesante, no digo festejable, sea lo siguiente. Un sector que votó a Cambiemos se permite votar cachivaches en Argentina porque en verdad, lo importante ocurre en Estados Unidos. Ese mismo sector ¿cómo verá que EE.UU. sea gestionado por un empresario inescrupuloso?
En los 70s, las organizaciones revolucionarias pintaban “Patria para todos o Patria para ninguno”. Actualizándolo, el mandato sería “Patria para todos o Macri para todos”. O en inglés: Welcome to the jungle.